Primeros días del posmacrismo

A mitad de la presente semana, las principales figuras del Pro (hasta ahora, la fuerza hegemónica de Juntos por el Cambio) comprendieron que la descarnada exposición pública de las luchas sucesorias disparadas por la abdicación de Mauricio Macri debilitaba tanto a su propia fuerza como a la coalición opositora, justo en medio del  proceso que culminará en octubre-noviembre   en elecciones donde  todos ellos vaticinan una victoria sobre el oficialismo. Así, decidieron esforzarse por  refrenar sus réplicas públicas y contener el conflicto en ámbitos discretos.

Ni con la ayuda de Aníbal

Bien entendido: la discusión no está resuelta. Por otra parte, lo que se ha dicho en los días anteriores no queda borrado, subsiste en las redes y en la memoria de los actores y del público y seguramente será refrescado por la prensa que, sea por motivos facciosos o por el interés que despiertan las rencillas, sólo permitirá que  se archive  si alguna frase más agresiva consigue desplazar del primer plano a las anteriores.

En ese sentido, Aníbal Fernández casi consiguió el jueves ese resultado cuando soltó la opinión de que, si los opositores “tuvieran la posibilidad de llegar a ser gobierno (…) las calles regadas de sangre y de muertos van a producir”.  La anibalada naturalmente permitió que tanto montescos como capuletos del Pro postergaran sus conflictos íntimos para responderle. “Ni sangre ni muertos –replicó Horacio Rodríguez Larreta, en un tweet-. Están los que encienden el fuego. Y estamos los que lo apagamos. Violentos nunca más”. El jefe de gobierno porteño usó a Fernández como modelo para  reiterar el ánimo moderado que le cuestionan sus adversarios internos. Patricia Bullrich, competidora de Larreta por la candidatura presidencial, optó por su propio estilo de halcón en la contestación a Fernández: “Las calles ya están regadas de sangre y muerte, por si usted no se enteró. Háganse cargo”.

El exabrupto del ministro de Seguridad (un especialista), no tiene sin embargo magnitud  ni pertinencia para  religar lo que se ha soltado en la cúspide del Pro: “En la mañana del lunes  se rompió definitivamente una relación política y personal de más de 20 años”, describió con cierto dramatismo Joaquín Morales Solá en La Nación refiriéndose a Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. . Y explicó:  “Sucedió en el momento en que Horacio Rodríguez Larreta anunció que unificaría en un mismo día las elecciones primarias capitalinas y nacionales, pero que se harán con dos urnas distintas y dos sistemas electorales diferentes (…) la resolución de Rodríguez Larreta provocó un cataclismo dentro de Pro y, por lo tanto, dentro de Juntos por el Cambio”.

Morales Solá habla de un territorio que conoce bien, y lo que fecha el lunes 10 de abril no es un entredicho pasajero  entre el expresidente y el Jefe de Gobierno porteño, sino la “ruptura definitiva de una relación política y personal”. Con análoga seguridad el reconocido periodista insinúa dónde está la responsabilidad de ese quiebre: fue la decisión de separar prácticamente (“con dos urnas distintas y dos sistemas electorales diferentes”) el comicio que escoge autoridades y legisladores de la ciudad autónoma del que, bajo supervisión nacional, elige Presidente, diputados y otras categorías de representación supradistrital.

¿Ruptura definitiva?

Al señalar situar en ese momento del anuncio la ruptura “definitiva”, la nota admite que ya existía una fisura abierta pero que Macri todavía dejaba abierta la chance de que Larreta no hiciera lo que hizo. Larreta, entonces, no es, según esta versión, el que rompe, sino el que, con su anuncio, decepciona a Macri y provoca  la ruptura de éste. Si se quiere, esa trayectoria está descrita por el propio expresidente con sus declaraciones.

El domingo 9 de abril, aunque faltaba un día para que se difundiera  el anuncio de Larreta, como el contenido del mensaje ya había trascendido, el expresidente advirtió por radio: “La verdad, a hoy, yo no creo que Horacio haga eso”. Esperó a que se produjera el anuncio, para cerrar la idea: “¡Qué profunda desilusión!”. Lo hizo cabeceando un centro de  María Eugenia Vidal, que se había adelantado a Macri para tweetear un comentario de índole moral: “El PRO y el JxC que le prometimos a los argentinos no es este. No hay ambición personal que pueda estar por encima de nuestros valores y del equipo. Somos el cambio o no somos nada”. En esas misma cuerda, Morales Solá escribe: ”La política y la ambición son capaces de destruir las relaciones humanas más largas y entrañables que se puedan imaginar”.

Frente al relato de fuente macrista, Larreta tiene algunas cosas que decir. Por ejemplo, que no fue él quien decidió que la elección porteña fuera autónoma y con una boleta diferente a la lista sábana que se sigue empleando en los comicios nacionales, sino una norma aprobada con amplísimo apoyo por la Legislatura porteña en 2018. Esa norma establecía que las elecciones porteñas se harían  con Boleta Única. “¿Querían que no cumpliera con la ley? –pregunta Larreta polémicamente- ¿Me piden que use la boleta sábana contra la que habló todo el Pro y todo Juntos por el Cambio permanentemente?” . Lo que el jefe de gobierno admite como decisión propia (“para la que tengo la atribución legal”, aclara) fue en definir que la modalidad de boleta única a emplearse sea la Boleta Única Electrónica, no de papel.

Ni Lousteau ni Quirós

Larreta no ha querido -hasta el momento- menear públicamente otros motivos por los que Macri puede sentir su “profunda desilusión”. Este espacio se refirió al asunto un mes atrás. Cuando se reunieron en Cumelén, a principios de marzo, “lo que Macri le reclamó a su sucesor es que el PRO se unifique tras la candidatura de su primo, Jorge Macri. Larreta venía obstruyendo el cumplimiento de ese deseo, alentando tres competidores internos a Jorge Macri. Después de la charla con el expresidente, Larreta le pidió a uno de esos tres que declinara su postulación. Si se trató de una concesión, fue una de consecuencias insignificantes: la persistencia de las precandidaturas de Soledad Acuña y Fernán Quirós no satisface la ansiedad de Mauricio Macri”.

Efectivamente, el expresidente reclama que Jorge Macri sea ungido como candidato único del Pro y que Larreta borre a los otros competidores. El jefe de gobierno  coincide en que el Pro defina cuando llegue el momento un único candidato (sin someterse a una interna), pero se niega a forzar esa decisión prematuramente, especialmente cuando un ministro de su propia escudería, Fernán Quirós, presenta muy buenas cifras en las encuestas (“Está uno o dos puntos por debajo de Jorge Macri, pero tiene más techo, porque tiene menos opinión negativa”).

Decíamos aquí en marzo: “Mauricio Macri y los principales halcones del Pro temen que, al priorizar su campaña presidencial, Horacio Rodríguez Larreta no ponga todo el celo necesario para impedir que la Ciudad Autónoma se deslice de un gobierno centrado en el Pro a otro, también de Juntos, pero encabezado por el radical Martín Lousteau . Partidario de una línea de ampliación de alianzas, Larreta la practica sin timidez en el seno de la coalición. Macri y los halcones que lo escoltan tienen socios en el radicalismo, pero como constante parecen privilegiar la fuerza propia, un reflejo que ha ido generando desconfianza en sus aliados.”

En rigor, el expresidente pareció en los últimos meses desconfiar del propio Larreta y garantizarse  un aparato de poder independiente de él. Por eso quiere amurallarse en la ciudad autónoma y quiere que ésta esté gobernada por un aliado seguro, un hombre de su familia, su primo.  De ahí que no solo le hayareclamado a Larreta que, al margen de la normativa porteña, hiciera votar con lista sábana para inclinarle la cancha en contra a los aliados radicales de Lousteau, sino que le reclama a Larreta que  elimine sin más trámite las precandidaturas de Acuña y del doctor Quirós.

Una personalidad de consulta

Está claro que Larreta no ha querido en este round  usar el argumento del nepotismo contra Macri, pero el propio expresidente reparó en que estaba pisando terreno pantanoso y el miércoles, cuando tuvo que explicar ante los empresarios que congregó el CICYP su malestar, eligió otra línea narrativa. No dijo que su malestar con Larreta se basaba en que su primo salía perjudicado por sus decisiones, sino que el jefe de gobierno "tendría que haberse sentado con su partido y principalmente con María Eugenia Vidal y Patricia Bullrich" antes de tomar esas decisiones. Larreta tiene la lapicera de modo “circunstancial”.

Macri confesó a los empresarios que lo escucharon en el predio de la Sociedad Rural que “me gusta competir”. Es probable que los límites objetivos que lo llevaron a desistir de la competencia presidencial se vuelvan más fastidiosos cuando encuentra que en su propia fuerza crecen personalidades y corrientes dispuestas a respetarlo como antecedente pero no ya a obedecerlo, como cuando todavía estaba en modo competitivo.  La idea de que ha comenzado el posmacrismo lo mortifica. Lee con exasperación que algunos de los empresarios que lo recibieron lo colocan en el estante de las “personalidades de consulta”

Esa irritación se trasluce. Sus posturas se endurecen y, buscando impulsar a su partido lejos de las posiciones moderadas  que adjudica a Larreta (a quien sin embargo no le falta firmeza, como él mismo lo está experimentando) , empuja temerariamente hacia el costado que hoy ocupa  Javier Milei. A diferencia de éste, Macri dice que no quiere dinamitar todo sino sólo “semidinamitar todo”. Aníbal  puede hacer escuela.