Fuego sagrado

El baúl de los recuerdos. Juan María Traverso ganó una carrera de TC 2000 en un auto en llamas. Fue el 3 de abril de 1998 en General Roca con una cupé Renault Fuego, la máquina que hasta le daba nombre a un éxito inolvidable.

La bandera a cuadros parece cercana. Lo está. Pero las llamas se propagan con velocidad y asoman por debajo de la cupé Renault Fuego blanca. El humo aumenta el dramatismo de la escena. Allá va Juan María Traverso rumbo a la victoria. Acelera el Flaco, rogando que el motor aguante ese último esfuerzo. Silvio Oltra lo persigue infructuosamente. Como tantas otras veces, el piloto de Ramallo llega primero. Como nunca, con tanta carga de suspenso y tensión. El Flaco gana en General Roca. Levanta los brazos y desata una ovación. Lo llevan en andas, lo aplauden… admiran su inextinguible fuego sagrado.

El Turismo Competición 2000 (TC 2000 a secas, para los fierreros) vivió una jornada muy difícil de olvidar el 3 de abril de 1988. Era la segunda carrera de una temporada que había puesto primera en Mar del Plata con el triunfo del campeón Oltra, escoltado por Osvaldo Cocho López y Miguel Ángel Guerra. Traverso, que había resignado su título en 1987 por apenas seis puntos de diferencia con el piloto porteño, estaba dispuesto a recuperar el número 1 pintado en las puertas de su auto. El 2 no lo sentaba bien.

Había conseguido el tercer puesto en la pruebas de clasificación para la competencia en General Roca. La pole position había quedado en poder de Cocho López, quien también conducía una cupé Fuego, el auto inspirado en el Renault 18 y que en la década del ´80 enamoró a los argentinos con ese perfil aerodinámico que le confería un porte deportivo digno de esos vehículos nacidos para andar rápido.

La cupé con el número 2 soporta el asedio de Silvio Oltra.

El Flaco perdió dos puestos muy rápidamente. Tenía que correr de atrás. Tenía que correr de atrás a Oltra, que se había apoderado de la primera posición y aceleraba en busca del segundo éxito de la temporada. Traverso se recuperó de su mal comienzo y logró ubicarse a espaldas del campeón. Lo tenía en la mira. Lo persiguió durante 36 vueltas, esperando la oportunidad propicia para arrebatarle el liderazgo.

La última victoria del piloto de Ramallo en la categoría había sido el 15 de noviembre del ´87 en Río Cuarto. En ese momento peleaba por el título mano a mano con Oltra, que se lo terminó llevando gracias a su triunfo en la última fecha en el Autódromo de la ciudad de Buenos Aires, una prueba en la que Traverso no había podido subirse al podio y no tuvo otra alternativa que despedirse del cetro de campeón logrado en 1986.

UN FINAL DRAMÁTICO

Faltando cuatro giros para la bandera a cuadros, Traverso divisó a un rezagado. Era la cupé Ford Sierra de Carlos Crocco, quien circulaba delante del puntero. Oltra se alistaba para sacarle una vuelta al hombre de Caseros. Intuía que este lo había visto y que le iba a dejar lugar para pasar. Se equivocó. En cambio, quien sí encontró un resquicio para superar a dos autos en la misma maniobra fue el Flaco, quien en la entrada de la horquilla del autódromo rionegrino dejó en el camino al campeón y al que marchaba en las últimas posiciones del pelotón.

Se adueñó de la punta y empezó a pensar en las cuatro veces que debía recorrer el trazado de 2.600 metros de extensión para volver a lo más alto del podio. Sabía que Oltra no iba a bajar los brazos. No tuvo tiempo de detenerse demasiado en la estrategia para esos giros finales: no bien superó al porteño afincado en Olivos, su motor empezó a darle malas señales. Se había cortado la manguera de aceite y el lubricante se escapaba hacia los escapes de la cupé Fuego.

Asoma el fuego debajo del auto del Flaco.

El humo se hacía presente con intensidad. Se podría decir que avanzaba más rápido que Traverso, quien comenzaba a perder rendimiento. No tenía más remedio que disminuir la velocidad para intentar aguantar hasta el final. Oltra lo seguía. El humo le dificultaba la visión al campeón. Igual pisaba el acelerador, apostando a recuperar la primera posición. En su mente tal vez anidaba la idea de que la máquina del de Ramallo no estaba en condiciones de sobrevivir a esa contingencia mecánica.

Se asfixiaba el Flaco en el interior de su auto. Abrió las ventanillas y se quitó el cinturón de seguridad. El humo le impedía ver el camino y, por las dudas, debía estar listo para abandonar con rapidez el habitáculo si las llamas se hacían más intensas. Tenía una ventaja Traverso: sabía que el problema estaba del lado derecho, es decir del contrario al de la circulación del combustible. Eso lo tranquilizaba.

Perdía terreno y tenía a Oltra cada vez más cerca. Cuidaba la punta como podía. La tensión era inmensa. El humo le proporcionaba al tramo final de la carrera un manto de suspenso. Las llamas asomaban debajo de la cupé Fuego. Pero el motor preparado por el Mago Oreste Berta aguantó hasta la bandera a cuadros. El Flaco llegó con una pequeña luz de ventaja sobre su más inmediato perseguidor. Ganó Traverso, como tantas otras veces. La planta impulsora de la Renault con el 2 en la puerta explotó pocos metros después de cruzar la línea de sentencia. Se había quedado sin aceite.

Traverso levanta los brazos en el podio. Su triunfo en General Roca quedó en la memoria colectiva.

El Flaco se bajó del auto y levantó los brazos. Esa pose triunfal que tan acostumbrados tenía a los fierreros en esa ocasión estaba dominada por las llamas y el humo. Una multitud entró en la pista y llevó en andas a Traverso. Se antojaba el homenaje más adecuado para un piloto que había demostrado una vez más que el fuego sagrado de los grandes no se apaga jamás.