ALGUNOS APUNTES SOBRE LA ‘ANTOLOGIA PERSONAL (1974-2022)’

Magisterio poético y originalidad ensayística: en Santiago Sylvester

Con la pericia en el tema de quien ha dado a conocer anteriores antologías como: Poesía del Noroeste Argentino y Los que se fueron (sobre poetas argentinos en el exterior), aunque para el caso presente le cabe el agregado de la dificultad que resulta constituirse en antólogo de la propia obra, tarea para la que debió afilar al máximo la sagacidad que implica la autocrítica, Santiago Sylvester (Salta, 1942) acaba de presentar al público su Antología Personal (1974-2022), sumando otro título a la Colección El Aura dirigida por Eduardo Álvarez Tuñón y Mario Sampaolesi.

Consta su trabajo de una selección en 172 páginas, tanto de poesía en la primera parte del libro, como de prosa ensayística en la segunda y última. De esta sección resultan aleccionadores y originales sus enfoques: “El hipo de Aristófanes”, “Shakespeare, poeta laico”, “Las inexistencias en el Quijote”, “El padre de Kafka”, “La muerte borgeana de Borges”, “Insistencia de la poesía” o sus relecturas de Elliot y de Stefan Zweig, destacando en ésta última los riesgos de haber idealizado el escritor vienés el irracionalismo en Hölderlin, Von Kleist y Nietzsche para terminar él mismo y su esposa víctimas de la irracionalidad nacionalsocialista en 1942.

En lo que hace a la labor de Santiago Sylvester en el campo poético, da cuenta la lista de los catorce libros publicados y el inédito: Tal vez llegue caminando, de todos los cuales extrajo segmentos que debió entender como los más representativos en su itinerario lírico, trayectoria tan valorada por la crítica nacional e internacional debido a sus categorías de forma, fondo, mensaje, y que no en vano fue merecedora su obra de premios en el país y en España, donde residió durante dos décadas.

Al respecto cabe señalar que la madurez de su voz poética y la calidad de la misma puede percibirse ya en el primero de los poemas incluidos: “Caminamos por la ciudad”, fechado en el año 1972 y nutrido con elementos que serán luego una constante suya, así las referencias a lugares convocados por el afecto, implicándolos ajeno a lo meramente descriptivo, con los vínculos espirituales entablados con ellos y aquí y allá contextualizados con quien o con quienes lo acompañaron al transitarlos.

Muchas de sus composiciones están al borde de lo coloquial y en no pocas aparece el uso frecuente del pronombre personal “usted”, como un intento de acercarse al lector con cierto protocolo provinciano, que no obstante admite empatías. Por otra parte ese trato, parece marcar a fuego la inevitable distancia propia del “no estamos solos sino aislados” de Camus. Así: “¿Ve usted a ese hombre? Duerme en la calle y colecciona postales”. O bien: “Ya no cumpla más años. Esto/ sin discusión; quédese donde está”. O bien: “Media hora no es mucho, sin embargo/ piense en todo lo que puede hacer.”

REHUMANIZACION

Como Santiago Sylvester no se ha refugiado en ninguna torre de marfil y en cambio ha recorrido mundo interactuando con gentes de otras latitudes, culturas e idiomas, conmoviéndose ante paisajes, obras de arte y situaciones humanas varias, ha experimentado –y lo recalca- que el mundo está hecho de conexiones y cruzamientos en los que sin diluirse el “yo” personal éste se apega y desapega dialécticamente a espacios, tiempos idos o futuros: “y en cuanto al porvenir, hay atajos, pero ninguna/ prisa por llegar al final”; y se acopla a almas en pena por haber caído de la eternidad al decir de León Bloy. La síntesis puede ser ya descorazonadora: “el fracaso/ circula entre nosotros, se aprende de su perseverancia/ y no está mal en un mundo a la deriva.” O ya de tono positivo: “Quédese en su estaca: sano, ágil, suelto, concupiscente”.

Sin constituir una poesía visual, en las alusiones a ciudades o hitos culturales del Viejo y el Nuevo Mundo cuando no o a pueblos y accidentes geográficos de su terruño salteño: la Cuesta del Obispo, La Poma, Tacuil, el río Lesser, el río Castellanos, esos paisajes exteriores se engarzan con naturalidad al sentimiento que le despiertan y resultan disparadores de reflexiones que suelen conducir a ámbitos propicios para rehumanizarse entre lo que es, está, hay, y “pastorear el ser” con denuedo existencial. Entonces el Foro Romano, el Cementerio Judío de Praga, la prusiana Königsberg de Kant, la Torre Eiffel, las islas Azores, tienden a tomar color de recuentos mejor y más propiamente que de recuerdos para devenir al cabo en: “Fotos, fotos, fotos” y preguntar a renglón seguido, tenso el arco de la expresión: “palabra fundadora ¿estás ahí.”

Como una constante se advierte en las páginas de esta Antología personal un buscar –y lograr- la palabra primordial en su fibra y filo poético, como culminación y elevación del adánico nombrar las cosas hasta sus últimas resonancias. Santiago Sylvester enumera, imagina, razona sin vanidad de hacerlo, ejemplifica, desconfía, apela a cierto humor por momentos o crea bellas analogías: “Esta ventana tiende a las leyes generales, aquí/ es fácil decir: la vida…,el verano”. Y todo para ensayar otras posibilidades a la poesía que no es sólo nostalgia neorromántica, automatismo surrealista, marca de la hegeliana conciencia desgraciada y desdoblada o siempre desigual lucha con el demonio –o el Daimon- a lo Friedrich Hölderlin.

Sus versos libres escandidos con verdadero arte del versolibrismo, no son prosa poética sino poesía esencial, con ritmo y naturaleza de tal y quizá sin proponérselo su creador, con un algo de vuelo sapiencial. Es una poesía que no desdeña ningún antecedente ilustre dando la idea que el autor, quien por el empleo de un lenguaje claro y directo podría emparentarse con el invencionismo de Pound y su postulación de “mantener el lenguaje en estado de eficacia”, con corazón abierto y feliz inspiración no trepida en desplazarse entre la tradición y la originalidad. En sumergirse bajo las aguas de la milenaria continuidad de la belleza al ejercitar el arte de Erato, Polimnia y Calíope, para lo cual no le hace falta a este atento lector de Gonzalo de Berceo contar o no las sílabas, es decir refugiarse en canónicas medidas y consonancias: “de Pavese, la parsimonia con que se mira el valle con las manos/ cruzadas en la espalda;/ de Santa Teresa la llaga, fragante como toda cosa/ inmortal;/ si insisto con Vallejo es por las ingredientes: un/caldo de la zona andina; y con Darío hay que callarse porque/ toca aprender.”

Vale proclamar ese reverente silencio frente a Nuestro Señor de Nicaragua. Aunque por fortuna para los lectores de Santiago Sylvester, siguen hablando las composiciones de esta Antología personal 1974-2022, así como lo harán las que continúen brotando de su pluma.