"Cuando se va a hacer una denuncia a la policía, nos dicen: no podemos hacer nada", advierte José Luis Urso

Un pastor en la zona más dura de Rosario

En los barrios Vía Honda y Empalme Graneros el narcotráfico convive con la impunidad y el temor. El religioso advierte que los vecinos están resignados y descreídos con las autoridades policiales y judiciales.

"`Ellos saben dónde están todos los lugares de conflicto, cómo los bunkers, pero no sé qué problema hay con el sistema judicial que no le permite accionar aun sabiendo que ahí se está haciendo algo fuera de la ley", explicó el pastor José Luis Urso, coordinador del Consejo de pastores en Rosario y miembro del Consejo Directivo Nacional de Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República Argentina.

La ciudad de Rosario vive un crítico momento que la volvió a poner en el centro de la escena nacional. La violencia vinculada con el narcotráfico sigue en aumento, con una alta tasa de homicidios, y un ambiente social recrudecido luego del asesinato de Máximo, un nene de 11 años el pasado domingo, cuyo crimen desató una pueblada en el barrio del hecho.

En este contexto, Marcos Romero, el secretario de Seguridad Pública de Santa Fe, afirmó el último martes que en Rosario hay "150 búnkers de droga y en la provincia unos 300". Estos números surgen de los datos de los informes de calle que hace la policía, los cuales fueron elevados a la Justicia Federal. Es decir, se saben dónde están, pero no han actuado para borrarlos definitivamente.

Por otra parte, la Iglesia Evangélica junto a la Iglesia Católica han sido testigos y protagonistas del trabajo mancomunado de la sociedad civil en las últimas dos décadas para rescatar a las personas que han caído en una situación extrema de vulnerabilidad, violencia y que no cuentan con proyectos. Sus templos, clubes y puntos de encuentro se convirtieron en refugios para las personas adictas a las drogas, que no han podido obtener asistencia del Estado, y sus familias que viven una situación muy compleja.

El pastor Urso tiene su congregación en uno de los dos barrios que más violencia han registrado en los últimos años: Vía Honda. Allí los delitos están visibles a diario en los relatos de los vecinos y feligreses. Para conocer un poco más de la realidad que se vive allí, La Prensa dialogó con el líder religioso quien se mostró determinante al apuntar a la falta de respuestas por parte de las autoridades en la ciudad de Rosario.

-¿Cómo es vivir hoy en Rosario a partir de los hechos de violencia?

-La característica de Rosario es que era un pueblo grande y todos estábamos muy tranquilos. Ahora se produce un clima tenso en determinados lugares, no es en todo Rosario, pero igual no deja de ser preocupante. Porque antes todos nos conocíamos y teníamos una tranquilidad prácticamente absoluta y de un tiempo a esta parte todo eso se desvirtuó. Y aunque está focalizado los hechos violentos en un par de puntos de la ciudad, no deja de afectar a toda la ciudad.

-¿Se han resignado a vivir con la violencia?

-No. Este hecho es un proceso y hoy toma notoriedad nacional, pero esto es un proceso que viene desarrollándose ya hace muchos años, por lo menos desde el año 2000. Yo, además de pastor, fui director de escuela primaria en una de las zonas calientes. Uno fue testigo de cómo se fue degradando la familia a partir del fenómeno de la falta de empleo.

En el mismo lugar, si habláramos de lo que sucedía allí durante 1995 o 1998, la gente tenía trabajo y los chicos estudiaban. A partir del 2000 se dio el fenómeno de la falta de trabajo y comenzó a darse la aplicación de los planes. Esto agravó la situación y ya no era fácil toda esa zona, que era un área de personas que venían del interior y se proponían progresar en la ciudad. Se transformó en un lugar donde empezó a abundar el alcohol, luego la droga y, ahora, las armas.

-El tipo de violencia que están viendo hoy, ¿fue siempre así o es ahora puntualmente?

-No, fue creciendo porque ahora se da la situación que se consiguen armas algo que antes no se lograba.

-¿Cómo le impacta cuando ve a chicos de tan corta edad metidos en estos graves problemas? ¿A qué cree que se debe?

-Se debe a una falta de visión de futuro, la carencia de proyección. Cuando se viene de una cultura en que tu padre trabajó y que te impulsó a estudiar. El caso mío, por ejemplo, vengo de familia inmigrantes y que me impulsaron a estudiar y a partir del 2000 nos encontramos con un quiebre social donde ya estudiar o no da lo mismo. Entonces eso es falta de horizonte para un futuro. Antes el paradigma era tener un título secundario, universitario, tener un negocio o un oficio. Este modelo fue cambiando, lamentablemente, poco a poco y hoy no estimula al esfuerzo.

-¿Cómo se contiene a la gente que se les acerca pidiendo ayuda?

-La Iglesia Evangélica tiene una particularidad que es que está en todo lugar por la dinámica de proyección que tiene. Aquí en Rosario recién se constituyó una Multisectorial por la Paz, de la cual participamos junto con gente de la Universidad Nacional de Rosario, la Bolsa de Comercio, la Cámara Empresarial, Gremios, entre otros actores de la sociedad.

Durante el encuentro se me acerca un funcionario y me dice estuvimos donde ocurrió todo este conflicto y vimos un montón de Iglesias. Sí, es cierto, sencillamente, es un efecto de la misión que tenemos: ir adonde está la necesidad. La situación es que desde la Iglesia estamos conteniendo, ayudando, hay centros de rehabilitación, hay contención a la mujer, a los chicos y a la persona que quiere salir de adicciones. Hay diferentes actividades, sí, pero nos encontramos que cuando estamos guiando o ayudando a la gente para poder hacer que reciba del Estado lo que tiene que recibir, se encuentra que este está ausente.

-¿A qué se refiere específicamente?

-Cuando digo Estado me refiero a la policía de la provincia porque cuando se va a hacer una denuncia nos dicen: ``no podemos hacer nada''. Y al suceder, esto provoca resignación y descreimiento en la gente.

-Ver a los vecinos destruyendo un búnker narco remite a hacer justicia por mano propia porque no consiguen respuestas, ¿no?

-Sí, pero además ese búnker ya lo habían allanado dos veces y seguía estando como si nunca hubiera pasado nada. Eso también a la gente le indigna. Se ha cruzado un límite que nosotros, especialmente como Iglesia evangélica, no queremos que la gente tome el camino de violencia. Pero sí, no hay una acción del Estado que marque un cuidado por esta situación que entendemos se fue de las manos. La zona donde yo tengo la congregación está cerca de Vía Honda. Para poner en contexto, acá en Rosario hay dos puntos álgidos: Vía Honda y Empalme Graneros. En estas dos áreas hubo una concentración habitacional de gente, son lugares que no están urbanizados y tienen ciertos problemas sociales. El otro día hubo un acto muy importante aquí en Rosario, donde vino el ministro Aníbal Fernández y una cantidad de gendarmes. Nosotros cuando tenemos una reunión y dejamos a alguien en la puerta que cuide los autos. Pero el día que llegaron los gendarmes me hizo acordar el 20 de junio por la cantidad de efectivos que pasaron por las calles de alrededor, por el frente de la iglesia, por las avenidas y a la noche fue un impacto porque, obviamente, no hubo demasiado problema.

-¿Hasta qué punto podría ser efectivo?

-Los vecinos están muy cansados porque, aunque pongan más cámaras, nosotros ya tenemos filmaciones de todos los delitos que se puedan imaginar, por más que muestren los delincuentes la cara, no sirve para nada ante la policía. No hay esa seguridad que si esta persona delinquió y contás con la prueba en video termine recibiendo su merecido. Este es un problema que tenemos también con el sistema judicial.

CONNIVENCIA

-¿Esta situación genera la suspicacia de la connivencia entre las autoridades y el delito?

-Sí, llama la atención cómo recién ahora empieza a movilizarse en torno a esto. Al estar las iglesias en los lugares, como quien dice de necesidad, fuimos casi de los primeros en anunciar a las autoridades que se venía esto. La respuesta fue atribuir a la legislación y a otras causas no poder avanzar. Ellos saben dónde están todos los lugares de conflicto, cómo los bunkers, pero no sé qué problema hay con el sistema judicial que no le permite accionar aun sabiendo que ahí se está haciendo algo fuera de la Ley.

-Ustedes tienen que trabajar en una zona muy peligrosa ayudando a la gente y la posibilidad de recibir represalias, ¿cómo se trabaja con un temor así?

-Es un tema difícil de explicar, pero es la fe que tenemos. Creemos que hay recuperación y que no se va a solucionar esto solamente con tener más policía o más prisiones, o que se active más el sistema judicial. Profesamos la restauración, la transformación de la persona. Hay en juego mucha fe y por eso en los barrios somos respetados, es decir, son muy pocas iglesias las que han sido afectadas directamente por un hecho de violencia, más allá de vandalización común de espacios o el robo de objetos como manijas de bronce. Esto ya no tiene que ver con la droga, sino malvivientes de poca monta que al ver la ciudad liberada salen a delinquir también.

-¿Ven que no van a tener consecuencias y salen al poco tiempo?

-Exacto y tampoco tienen tiempo con ellos para procesarlos. Nuestra misión es estar con la gente más allá de lo que pueda sentir. El otro día la gente reaccionó, rompió, pegó, se enfrentó con la policía. El pueblo evangélico va de frente, no con esos métodos, sino con una postura de conciliación y de mostrar un camino de salida y eso ha hecho la diferencia para que muchos hayan sido rescatados de esas situaciones. Pero también nos encontramos con casos donde amedrentan a la gente para que no vaya a la iglesia. Esos casos se dieron en las zonas de Vía Honda y Empalme Graneros.

ALGUIEN QUE ESCUCHE

-¿Cuán preparada puede estar una Iglesia para suplantar cuestiones que deberían ser desarrolladas por las políticas públicas?

-Hasta lo que se pueda. La idea no es la cantidad. El problema mayor no es la falta de comida o asistencia médica, que por supuesto son relevantes. Lo que más urge es el tema de tener a alguien que escuche, anime y de una palabra diferente. Cuando vos tenés personas que te quitan toda esperanza, entonces haces medidas extremas, que es lo que les pasa a muchos de estas personas.

-¿Qué les pasa a las familias disgregadas a partir de este tipo de violencia?

-Cuando pasa eso, la gente queda como shockeada, te escuchan, pero no toman decisiones, están muy quebrados, muy dolidos. Al tiempo pueden llegar a acercarse a alguna iglesia evangélica, católica. Lo que tratamos es estar cerca, más allá de la decisión de integrarse o no a una congregación. Hay una cuestión solidaria que va más allá de lo que pueda ser un determinado pastor o sacerdote. La gente víctima de la violencia se termina de acercar a su vecino o a sus familiares tratando de tener una palabra de contención.

-En este momento complejo para Rosario, ¿qué prioridades y acciones necesitarían que se realicen en el corto plazo?

- Mucho, pero lo más importante es reforzar el vínculo familiar. La familia es fundamental y desde el 2000 para acá se ha disgregado desde lo laboral a todas las áreas de la vida humana. La concepción ideológica de que cada uno es libre de hacer lo que quiere no cuenta con un sentido de pertenencia para manejar esa libertad en el bien común. Toda la persona necesita el apoyo de este gran fenómeno social que se llama familia. Ese creo que va a ser nuestro mayor aporte de aquí en adelante. Y obviamente la integración a todo movimiento que inste a construir una sociedad mejor.

-¿Hay que volver a educar para prosperar en comunidad?

-Hablo con conocimiento de causa por tantos años que fui maestro de primaria y en un afán de actualización de la educación. Sí, quitaron algunos principios, valores y algunos contenidos fundamentales. Porque no se trata solo de lectoescritura, sino que se trata de integrar valores y puntos seguros de apoyo.

-El rol de la educación es clave.

-Así es. En el último tiempo la educación fue muy desvalorizada ideológicamente y respecto a esto me refiero a que hay una gama de cosas que entraron en esa área vital. Por ejemplo, tantos conflictos gremiales me hacen reflexionar sobre cómo no se puede lograr que haya clases la cantidad de días que tiene que haber y siempre hay un enfrentamiento. Yo me desempeñé 35 años en la escuela primaria y vi que solamente es una lucha de poder. La pregunta es, ¿no merecen ganar mejor los docentes, que la educación este mejor? Respondería que sí, lo merecen, pero me parece que hay que empezar a construir desde las dos miradas y fundamentalmente los contenidos que se están dando, que deberían ayudar a construir valores.

 

Datos oficiales confirman que los asesinatos aumentaron de 18,5 a 22 casos cada 100.000 habitantes

La tasa de homicidios no para de subir

­Según los registros oficiales del Ministerio de Seguridad de la Provincia, la ciudad de Rosario dejó de tener una tasa de 18,5 homicidios cada 100 mil habitantes, e incrementó en 2022 casi 4 puntos: 22 asesinatos cada 100 mil habitantes, lo cual ya quintuplica al promedio nacional, que oscila en los 4 casos por esa cantidad de población.

La comparación surge de los últimos informes que el Observatorio de Seguridad Pública, del Ministerio de Seguridad provincial, publicó en enero y en febrero. Como balance del año, midió que en el departamento Rosario la tasa ha sido de 22,01 homicidios cada 100 mil habitantes. El doble que en el departamento La Capital, que alcanzó 11,58 / 100.000.

GENERO

Por otra parte, la situación en territorio rosarino es más grave aún si se la desagrega por género: la tasa de homicidios en varones es la más alta de la provincia, al superar las 30 víctimas por cada 100 mil varones, a la vez que destaca también en Rosario el máximo nivel de violencia letal sobre población femenina: 9,51 casos cada 100 mil mujeres.

Las víctimas, en su mayoría, siguen siendo las mismas de siempre: varones jóvenes y pobres. Tres de cada 10 tenían entre 15 y 29 años. En el caso de Máximo Jerez, de sólo 11 años, fue una víctima inocente que había ido a comprar a un kiosco. Su muerte generó una pueblada que arrasó con un búnker que funcionaba frente a todos.

PLANIFICACION

Por otra parte, desde el 2020 a lo que va de este año, se registró un aumento en los homicidios donde hubo planificación previa, entre los cuales se inscriben aquellos que son por encargo que se han visto en los últimos meses producto de la disputa de bandas del narcotráfico.

En 2020, el 74,3% de los homicidios fueron planificados y el año pasado superó el 75,8 por ciento del total: sólo en enero de éste año en Rosario el porcentaje superó el 73%, o sea en la mayoría se comprobó existió un componente mínimo de planificación y no fue espontáneo como puede serlo en una pelea o discusión.

Tres de cada cuatro homicidios en el departamento de Rosario fueron planificados según esas estadísticas.