TRES HISTORIAS BREVES DEL URUGUAYO ERCOLE LISSARDI

Literatura erótica del siglo XXI

En 1965, George Steiner escribió Palabras de la noche, Pornografía sería e intimidad. El pequeño ensayo podría considerarse -hasta el día de hoy- la crítica definitiva a los textos sexuales. Destaca el rabí su ineludible monotonía, pues "la cantidad real de los gestos, de las consumaciones y de las fabulaciones es tremendamente pequeña".

Sostiene que la literatura erótica sólo nos ha dado en nuestro tiempo una sola obra memorable: Lolita, donde encuentra "un auténtico enriquecimiento de nuestro habitual bagaje de tentaciones". Y denuncia un paralelismo grave:

"Las novelas producidas con el nuevo código de decirlo todo tratan a gritos a sus personajes: desnúdate, fornica, ejecuta tal cual perversión. Así lo hacían los S.S. con filas de hombres y mujeres de carne y hueso. La actividad no es, creo, enteramente distinta. Es posible que haya afinidades más profundas de las que hayamos percibido entre la libertad total de la imaginación erótica sin trabas y la libertad total de sádico. La aparición de estas dos libertades en momento histórico más o menos idéntico puede no ser coincidencia. Ambas se ejercen a costa de la humanidad de otra persona, del derecho más precioso que tienen los demás; el derecho a una sensibilidad privada".

Para Steiner, pues, la ficción puerca tiene escasísimo mérito literario e interés para una mentalidad adulta. "Tolstoi es infinitamente más libre, incluso más excitante que los nuevos erotólogos", postula en uno de nuestros libros de cabecera (1).

En el Río de la Plata, no obstante, ha surgido un polígrafo que ha decidido desafiar el dictum del mejor crítico del siglo XX. Su nombre es Ercole Lissardi (Montevideo, 1951). Escribió cuentos, ensayos y más de veinte novelas sobre la cuestión de Eros; incluso creó la editorial Los libros del inquisidor, junto a su esposa Ana Grynbaum (2), para que el filisteísmo y la cobardía no interfieran con su libertad creativa, a la que considera básicamente como un asunto de coraje: el creador "debe estar estar dispuesto a perder el Mundo para ganar el Cielo"..., pero con la convicción triste de que "el producto de esa labor secreta a la que llamamos arte sólo puede esperar el fracaso o la estima de audiencias minúsculas".

Ha llegado a nuestra redacción un volumen de Los libros del inquisidor, impreso hace unos meses en Buenos Aires. El ápice y otras historias encierra tres escritos de "pornografía seria" que compuso el señor Lissardi. Podría definirse como la puerta de entrada ideal a su propuesta literaria.

AMBICIONES SINCERAS

Antes de comentar las tres nouvelles o cuentos alargados, es menester hacer una aclaración. Lissardi es un escritor de verdad con pretensiones y ambiciones sinceras, que ha buscado cultivar el jardín de la originalidad, experimentando con un género difícil y limitado (Steiner tiene razón), pues una cosa es que el sexo sea una hebra más en la trama -aunque de subidísimo tono-, y otra muy distinta es afrontar cada cinco páginas una detallada descripción de una cópula salvaje, incluso homosexual. No es para todos los estómagos, queremos decir. Como Osvaldo Lamborghini.

En la primera historia (El ápice), un artista evoca las maratones carnales que mantuvo con Martina, estudiante flacucha e intelectualoide; y con Jairo, el chico que atiende el ciber. Dos jovencitos sin prejuicios ni inhibiciones. Acaso discípulo de Wilhem Reich, el sinvergüenza que lleva la batuta dice que encuentra en las esencias del deseo consumado las fuerzas para completar su obra. ¿La famosa energía orgónica?

En El bien supremo encontramos a un gerente apuesto y con auto de lujo, cazador fantasmal de mujeres proclives a las tiroteos clandestinos, pero en vías de "sanación" espiritual, aunque ello implique utilizar sin escrúpulos a una auxiliar contable de su empresa (la casquivana Malena). Lissardi despliega aquí un finísimo sentido del humor. Oímos los retorcidos pensamientos de un loco.

La tercera parte se titula El inconveniente. El narrador omnisciente plantea la siguiente antinomia: claustro matrimonial vs. la bestia del deseo. En viaje de negocios, dos prolijos burócratas acuerdan en el hotel donde se alojan una aventura sexual, no sin peripecias, como una "metaerección". Hombre y mujer se mueren de ganas de transgredir, de salirse del redil un poco, de encontrar en un coito diferente al que habitualmente practican con sus cónyuges "la revelación que parte en dos el mundo de la experiencia".

Del estilo, siempre hay algo que decir. Lissardi escribe con facilidad pero sin desaliño. Exhibe riqueza de vocabulario y dominio de la metáfora, sobre todo para describir órganos sexuales. Hay párrafos con fulgor poético, como la oda al pezón de la página once. Entre orgasmo y orgasmo, medita sobre los misterios del tiempo, el sentido de vida, la vida matrimonial, la sensualidad y el morbo.

Plantea la idea de que sólo los artistas pueden intentar "la representación de lo sexual en su verdad". La dorada medianía de la vida burguesa no quiere ver cara a cara esa verdad que, justamente, no se encontraría en el sexo doméstico, "pautado y previsible, rutinario e higiénico, dulzón e inocuo".

El señor Lissardi propone actuar como esponjas marinas, convertirnos en seres porosos, abiertos, para dejarnos llevar donde nos lleve el deseo. Gozar como gozan los dioses, sin límites, es la premisa.

Una especie de locura, parece. El problema en literatura no es solamente que los procedimientos oblicuos sean más eficaces (la sentencia es de Borges). Como dicen en Portugal, "las maneras de tener sexo son menos que las de cómo cocinar el bacalao".

(1) "Lenguaje y silencio. Ensayos sobre la literatura, el lenguaje y lo inhumano", Gedisa, edición 1990.

(2) https://http://www.laprensa.com.ar/523691-El-intenso-color-del-erotismo.note.aspx