El mundo no es lo que parece


Hipocresía
Por Slavoj Zizek
Ediciones Godot. 87 páginas

El mundo no es lo que parece. Nunca lo ha sido. Debajo de la pátina de libertad que cubre a la cultura occidental se esconde un discurso dominante y rector que lleva las riendas, desde lo económico y lo político. Ha fraguado con el devenir del tiempo la idea de que existe un único escenario de vida posible. Que todos los cambios son dentro del sistema. Que no hay un afuera.

La mirada del filósofo esloveno Slavoj Zizek se ha posado sobre este fenómeno de tal manera que sus columnas, publicadas en diversos medios gráficos de Europa, terminan por operar como la piqueta que va resquebrajando el hielo de un lago congelado.

Sus artículos periódicos, al menos un puñado de ellos, conformaron Hipocresía, el último libro que lleva la firma del pensador de Ljubljana. Están allí las relaciones de poder, las más visibles, aunque también aquellas que actúan de manera soterrada para moldear la conducta de la sociedad.

Zizek arroja munición gruesa. Asegura que nos ha tocado vivir en una época extraordinaria en la cual no hay ninguna tradición en la que podamos basar nuestra identidad. En este vacío no existen grises. Al total libre albedrío, al que el autor llama Nuevo Desorden Mundial, sólo se contrapone el radicalismo religioso.

En esto de pensar el escenario dado, Zizek se propone encontrar una salida desde su obra. Al menos, hacer algún aporte. Puesto a contarle las costillas al sistema, lo describe como la "ilusión democrática", remarcando que se trata de "la aceptación de los mecanismos democráticos como único marco para todo cambio posible lo que impide cualquier transformación radical de las relaciones capitalistas".

Las fuerzas dominantes nos entretienen, nos distraen mientras entretejen sus relaciones de poder. Zizek hace mención a las obras que encargaban los faraones en el antiguo Egipto con el fin de mantener ocupado al pueblo y compara la estrategia con el ruido que generan hoy los viajes espaciales y, valdría preguntarse, ¿las pandemias?

En la parálisis mental y la pereza que significan no poder imaginar un orden social distinto, el autor confiesa no creer que ""a democracia liberal sea necesariamente la manera definitiva en que se organizará la sociedad en la nueva era". ¿Qué lugar podría tener en el futuro la religión, la fe, lo místico?

Con ironía, carga sobre todas las disciplinas, mayormente de origen oriental, que nos invitan a conocernos a nosotros mismos, a meternos para adentro en la búsqueda de nuestra esencia, desdeñando el afuera, el cuerpo social. "Ni siquiera intentemos comprender lo que sucede, sólo resignémonos. Se trata de una espiritualidad vacía en el sentido de que no nos exhorta a cambiar nada". Y, aunque ateo, clava su bandera: "En la tradición cristiana lo que nos hace humanos no es un viaje de autodescubrimiento" sino que "la verdad está ahí afuera".

El libro está repleto de preguntas punzantes. ¿Hay chances de salir del capitalismo global? Analiza entonces a China, esa monstruosa combinación de comunismo con capitalismo salvaje, y desafía el postulado liberal económico que pugna por mantener al margen la influencia estatal, destacando cómo en los Estados Unidos el Estado no sólo rescató a la banca en la crisis de 2008 sino que hoy, además, interviene en alrededor del 50% de la producción, mientras que hace un siglo lo hacía en un 10%.

Hay en Hipocresía grageas para todos los gustos. Algunas más difíciles de tragar que otras. Podría leerse esta obra en clave kirchnerista cuando el autor remarca que el populismo prospera únicamente en un estado de emergencia, tras lo cual declina y, naturalmente, se ve obligado a inventar la figura de un enemigo externo.

En la lógica invertida en la que se desempeña el mundo, dice Zizek, las izquierdas son conservadoras y las derechas extremas, transformadoras, casi revolucionarias. Pero ninguna, ninguna, se atreve a romper el molde.