San Martín: de vuelta a Mendoza

El 20 de setiembre de 1822 se inauguró el primer Congreso del Perú, le fue tomado el juramento a 51 diputados en la catedral, donde habían escuchado misa y el sermón de circunstancias por el deán Francisco Javier Echagüe. De allí caminaron hasta la Universidad de San Marcos donde se reunieron en Asamblea Legislativa, donde José de San Martín se despojó de la banda bicolor, insignia de protector de ese país y abandonó en compañía de Tomás Guido el recinto, rumbo a la hacienda de la Magdalena. Al día siguiente, a las dos de la madrugada en el bergantín Belgrano abandonó el Perú rumbo a Valparaíso, adonde llegó el 12 de octubre.

Pasó a la capital trasandina, estuvo una temporada en los baños de Cauquenes y se alojó en la chacra El Conventillo que generosamente le brindó O'Higgins. Allí sufrió un vómito de sangre y contrajo tifus, tal fue la gravedad que el agente norteamericano Prevost le escribió al secretario de estado John Quincy Adams: "En cuanto llegó aquí, San Martín tuvo una recaída y estuvo a las puertas de la muerte. Se encuentra mejor, pero la cantidad de sangre que ha perdido, ha quebrantado de tal manera su organismo, que está lejos de recuperar una salud que permanece precaria''. En diciembre otro corresponsal le informaba a Zenteno que "está muy malo y de peligro, aunque dicen que hoy está muy aliviado''.­

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EL CRUCE­

­Recién el 26 de enero estuvo en condiciones de cruzar la cordillera, lo hizo en compañía del teniente Coronel Luis Pérez, con dos asistentes, dos mucamos y cuatro arrieros, con tres cargueros de equipaje y provisiones para el camino. Montaba una mula zaina, con una silla llamada húngara y encima un pellón, y los estribos cubiertos con paño por el frío de las alturas. Cubría su cabeza con un sombrero de ala grande de paja de Guayaquil llamado guarapón, un poncho chileno cubría el cuerpo que vestía un chaquetón y pantalón de paño azul, zapatones y polainas y guantes claros.­

Testigo de esa llegada fue Manuel de Olazábal, su antiguo cadete granadero que se encontraba en Mendoza y enterado que su antiguo jefe se encontraba en camino salió a recibirlo.

Así lo recordó: "Cuando se acercó, Olazábal se precipitó hacia él y lo abrazó por la cintura. El general le tendió el brazo izquierdo sobre la cabeza, y lleno de emoción, solo pudo decirle: ¡Hijo!''.­

"Un momento después, invitado a descansar y tomar un poco de té o café, aceptó, y ayudándolo a bajar de la mula, se sentó sobre una montura que le sirvió como los magníficos sofás de los palacios que había conquistado. Inter se cebaba un mate de café, que prefirió, y le preguntaba por la familia, dijo: `¡Qué diablos, me ha fatigado esta subida!' Después que tomó el café con un bizcochuelo, mirándolo exclamó: `¡Tiempo hace, hijo, que mi boca no saborea n majar tan exquisito! Bueno será, quizás, que bajemos ya de esta eminencia desde donde en otro tiempo me contempló la América'.­

Poco después comenzaron el descenso, en que el Libertador se fatigó bastante por lo posición inclinada de la mula. En El Manzano pasaron la noche, el general bajo un pabellón de ponchos que se improvisó. Al día siguiente don Juan Francisco Delgado lo recibió en su estancia en el Totoral.

En ese lugar a las pocas horas lo alcanzó un chasque de Chile, enviado por O'Higgins, con una cantidad de correspondencia, entre ellas una de Riva Agüero a quien trató de "pícaro'' e "intrigante'' y otra del general Rudecindo Alvarado, próximo a continuar las operaciones de puertos intermedios.

Olazábal nos informa que "continuaba con otras, y viendo la letra y sello de una, sin abrirla y manifestando desagrado, agregó: `Esta es de mi hermano Manuel, Matucho (así llamaba a él a los españoles), que creyéndome aún dictador en el Perú me escribe por primera vez desde que nos separamos en 1812, no habiéndome contestado a tantas que le he escrito, llamándola a mi lado'. Sin más, rompiéndola sin leerla, la tiró''.­

Siguieron el camino a Mendoza después de tres días que sirvieron para que el Libertador recuperara fuerzas, durmieron en la Estacada y el 3 de febrero a la madrugada comenzaron su marcha a la ciudad.

Iban hablando de temas generales cuando "de pronto dijo el general: "¿Ud. Recuerda que día es hoy?''. "En este momento no, señor'', contestó Olazábal. "Pues este día de 1813, poco más o menos a estas horas, Ud. sabe que el Regimiento, hacía su primer ensayo en San Lorenzo, que no habrán olvidado los Matuchos, ni yo tampoco''.­

Con la misma sencillez con que escribió el parte de ese combate, una década después entró a Mendoza, burlando la vigilia del gobierno y del pueblo que se aprestaba a recibirlo con todos los honores.

A dos siglos de su retorno a la tierra mendocina a esa "ínsula cuyana'' que tanto amó, después de dar libertad a Chile y Perú, el bronce de Luis Perlotti recuerda su llegada y ha sido y será este año motivo de conmemoración una fecha tan significativa, donde a los actos patrióticos no faltará el recuerdo académico de la última estadía del Libertador en esa tierra que siempre añoró.­

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