El futuro es hoy

Ned Ludd y el Dr. Frankenstein

En 1950 Alan Turing (1912-1954), el creador de la máquina que permitió quebrar el Código Enigma de los alemanes y así acortar el curso de la guerra - nadie le dio el crédito pero sí fue perseguido por su homosexualidad-, desarrolló un test para medir la "inteligencia" de una computadora.­

La máquina que pueda engañar a un individuo creyendo que está hablando con otro ser humano, aprueba el examen. En diciembre de 2022 la Chat GPT fue la segunda computadora en pasar el test de Turing. Y aunque el test no sea perfecto y todavía les falta mucho para estar a la altura de las expectativas, todo parece indicar que estamos en el camino para perfeccionar la inteligencia artificial. ¿Pero es este el camino correcto? En menos de un siglo fabricamos computadoras que pretendemos que piensen casi como nosotros, o acaso mejor que nosotros.­

En cien años progresamos lo que no hicimos en milenios, eso nos permite vivir mejor, liberarnos de trabajos esclavizantes, monótonos, de autómatas remplazados por máquinas ultrarrápidas (pero estúpidas) que ahora queremos que piensen mejor que los humanos. En ellas depositamos nuestra confianza y nuestras existencias ¿Cuántas tareas vitales les confiamos a estás máquinas o mejor dicho a los programadores de estás máquinas que son personas tan falibles como los demás? Nos enamoramos de nuestra obra como lo hizo Pigmalion o quedamos seducidos por su criatura como el personaje creado por Mary Shelly.­

¿No es lo que hizo el Dr. Frankenstein cuando descargó electricidad sobre la criatura hecha de retazos de humanos? ¿Estaba el Dr. Frankenstein preparado para las conductas impredecibles de su criatura? Y entonces surge la pregunta inevitable: ¿Estamos nosotros preparados para la inteligencia artificial?­

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EL MITICO NED­

Las máquinas evolucionaron en menos de doscientos años, aun ante los miedos de un mítico Ned Ludd, un personaje que nadie sabe si realmente existió pero que dió nombre a una revolución que proponía la destrucción de las máquinas que venían a quitarle el trabajo a su coetáneos.­

Los luditas se alzaron contra las máquinas, el neoludismo contra las ordenadoras y esta nueva moda de someternos a los dictámenes de máquinas que quieren ser humanas o más que humanas, como nos advirtió Mary Shelly al describir al autómata suturado que toma vida propia antes de perderse en los hielos del Artico.­

El ser humano sigue siendo esencialmente el mismo desde hace miles de años. Amamos y odiamos, somos títeres de nuestras hormonas, esclavos de nuestros neurotransmisores. Nos gobiernan la abulia ,los celos, las envidias y la codicia. ¿Hemos evolucionado en estos miles de años? ¿Qué ha mejorado de los seres humanos? ¿Somos más inteligentes que Newton, mejores personas que Santo Tomás de Aquino, o más sensibles que Rafael de Sanzio? ¿Nuestra corteza cerebral está más desarrollada? O lo que es más importante: ¿somos personas con una ética superior o miembros de una sociedad más moral?­

Quizás somos menos crueles que nuestros ancestros pero no sé si los bosnios, los tutsis o los ucranianos opinan lo mismo.­

Somos más conscientes de la igualdad, pero las diferencias son cada día mayores.­

Hablamos de libertad, pero no todos la gozan porque la mutilan con decretos y restricciones ¿En pos de un 'bien común'? ­

Ahora queremos ceder a un algoritmo la parte más íntima de nuestra condición humana: que las máquinas piensen, que manejen nuestro lenguaje, que pinten, que crean. Ya hay obras de arte producidas por computadoras que han ganado premios por su estética.­

¿A qué nos conduce todo esto? ¿Que mundo queremos? El de máquinas que gobiernen nuestras vidas, que nos digan que hacer o dejar de hacer, que trámite debemos llenar, que otra clave debemos inventar ( mundo terriblemente inseguro al que nos conducen).­

El manejo de la genética humana llevó a un debate profundo para saber que se podía hacer y dejar de hacer. Con eso se evitó clonar humanos como pequeños Frankenstein o cochinillos de indias ...Ahora queremos hacer que nuevos ciber Prometeos gobiernen nuestras vidas.­

No quiero parecer anticuado ni ingrato, hemos mejorado nuestra forma de vida pero este progreso no debe ni puede ser infinito porque creo que además de preocuparnos del progreso de la inteligencia artificial, deberíamos ocuparnos del deterioro de nuestra inteligencia natural.­

Lo más probable es que un mundo gobernado por empresarios de emporios cibernéticos este clamor esté destinado al fracaso, pero es una obligación moral señalar las discrepancias y los miedos de un futuro que no es como el de los Supersónicos y más se parece al planteado en '2001 Odisea del espacio', cuando el hueso arrojado al aire por un simio se convierte en una nave espacial al compás de un vals.­