El latido de la cultura

El gran titiritero

­Una pandemia obliga al mundo a vivir encerrado durante largos meses; el nuevo Papa es argentino e hincha por San Lorenzo; la selección Argentina, campeona mundial...No importa de qué lado esté cada quien. Hay hechos que ni el mejor guionista de ficción científica podría escribir. ``¿Te imaginás lo que va a ser el país si salimos campeones del mundo?'', fantaseaba un compañero de trabajo antes de comenzada la competencia. Mi amigo Juan Semenzato, en tanto, fue el único en pronosticar un año antes de Qatar que Messi levantaría la Copa.

Los argentinos somos contradictorios. De cero a cien en minutos. Va Montiel, gol, campeones y cinco millones a la calle. ¿Por qué, entonces, tengo la sensación de que el trencito de la alegría ya pasó hace rato? Por mi parte, desde hace un mes hablo campeón mundial, una extraña lengua que hace que mi voz interior vuelva al golazo de Di María o a la apilada de Messi contra Holanda. Eso ha logrado este equipo: que quienes, como yo, estábamos muertos como fanáticos hayamos resucitado.

Ahora que la espuma bajó, es tiempo de reconocer como es debido a quien supo hacer hablar a la marioneta. Porque Leonel Scaloni no es ni el ``Rey Leónidas'', como lo bautizó un enfervorizado periodista, ni el ``León de Pujato'', en alusión al pequeño pueblo rural de la provincia de Santa Fe donde nació. Scaloni es un individuo de una humildad conmovedora que con su gesta nos ha recordado a quienes vivimos en las grandes ciudades que la cualidad que enaltece a la gente del campo es su obrar sencillo. El mismo técnico se emociona al recordar los valores inculcados por sus padres: tratar de hacer las cosas bien, manteniendo una conducta, persiguiendo un objetivo claro sin perder el tiempo en habladurías ni chimentos.

SIN RENCORES

Otra de sus grandezas es haber demostrado en sus declaraciones que no guarda rencores. Buena parte de la prensa deportiva pidió su cabeza luego de que perdiera dos partidos seguidos. Se mofaron de su parquedad al declarar. El entrenador eligió responderles con hechos, como lo hacen los verdaderos hombres. Scaloni mira poca televisión y no le da importancia a las redes sociales. Le genera pudor que reconozcan a su equipo como ``la Scaloneta''. Dedica su tiempo libre a hablar con su familia. Ha dicho que le gusta charlar con la gente. Que como el tipo de campo que es, duerme poco: apenas cuatro horas, porque pensar en todo lo que tiene que hacer al día siguiente no lo deja descansar bien.

Cuando se retiró como futbolista le recomendaron que para bajar la ansiedad y mantenerse físicamente se dedicara al ciclismo, algo que tomó al pie de la letra. ``Es mi terapia, me ayuda a despejarme'', afirmó. En 2019, cuando los resultados futbolísticos no lo acompañaban, mientras entrenaba con su bicicleta un auto lo atropelló y lo dejó maltrecho, con varias cicatrices en la cara. ``Voy a fondo, por eso me di el palo'', reconoció el DT, al tiempo que las hienas reían en los programas deportivos.

Massimo Recalcati habla de la figura del ``traspié del maestro'', una circunstancia que ayuda a reconocer a los grandes. En el gesto posterior a la trastabillada (que puede ser, por ejemplo, de frustración o de quien sabe reírse de sí mismo) se revela el verdadero semblante de un educador. Scaloni supo levantarse sin llamar la atención. Tampoco tuvo tiempo de vengarse de ``la gilada''.

Mira hacia adelante. El foco claro, sin perjudicar a nadie. Es un monje en bicicleta.