EL HOMBRE ABUSA HOY DEL DESARROLLO QUE DESHUMANIZA

La hora del progreso sin vida

POR ISABEL SARAVIA­

­Fue noticia de estos días que la IA (inteligencia artificial) logró escribir un breve poema explicando la teoría de la relatividad de Albert Einstein, tras darle dicha consigna. El ser humano puede, pues, al día de hoy, hablar con la IA cual si ésta fuese un ser humano. Noticia dada a conocer como un avance pero que no deja de ser preocupante y torna inevitable una reflexión.

La poesía es netamente humana, brota como manantial vivencial que conjuga razón, alma, corazón y es una experiencia que nos despierta a la vida. Implica la manifestación de la unicidad de cada ser humano, es esa voz que canta y enciende el corazón de otros. Por supuesto, esto dentro de la diversidad, a algunos conmueven versos que a otros no. Muchas veces no entendemos un poema ni nos llega mientras que a otros les parece incuestionablemente brillante. Y he ahí el encanto que abraza a la poesía, ese misterio que hace que para algunos ya no sean palabras escritas en un papel sino ecos de canciones dormidas que convocan a la vida si al lector le dicen algo.

Provoca tristeza que se pueda simular esta belleza humana a través de una máquina creada por el hombre. ¿Qué sentido tiene? Distinto es que la IA logre ser herramienta para investigación, para evolucionar en medicina por ejemplo, a que se la coloque en el lugar de quien la creó. ¿Qué visión y sentido de progreso se siembra así en los jóvenes?

El esfuerzo creador que surge de realizar una obra de arte, por ejemplo una escultura, conlleva aparejada una realización, una plenitud y un encuentro consigo mismo y los demás, al que no se debe renunciar y que es intransferible a una máquina. La obra de arte refugia la belleza de la voz interior, de su contexto cultural, de tantos factores que nos humanizan y que la IA podría llevar a cabo tal vez, pero sin ese brillo.

­SALIRSE DE SI­

­En apariencia nos encontraremos con una poesía técnicamente correcta pero sin vida. Hoy el enfoque está puesto demasiado en este tipo de avances en desmedro del desarrollo que humaniza. El hombre busca salirse de sí mismo pero no para crear realmente sino para deconstruirse. La lucha podría enfocarse a crecer en las capacidades que nos hacen mejores personas y no para despersonalizarnos.

Tenemos una belleza exquisita por sacar a la luz pero nos empecinamos en taparla, en huir de ella, creyendo que embarcarnos en dicho esfuerzo no nos hará felices cuando es todo lo contrario. El despliegue de nuestros dones nos realiza, nos hace sentir vivos, almacena en nuestros corazones un lenguaje inédito, nos responsabiliza en nuestra existencia.

Un algoritmo, una consigna dada a un ordenador, es eso y nada más, en cambio la comunicación entre dos seres humanos nos invita a estar presentes, a abrirnos a aprender, a escuchar, a crecer, a dar y recibir apelando a contraseñas que involucran nuestro interior.

Por otro lado, la calidez del error humano como engranaje para el aprendizaje del hombre es fundamental y piedra angular para el crecimiento.