Teoría y práctica del "amague y recule"

En su discurso del último martes, en Avellaneda, la señora de Kirchner se refirió con sorna a "la agrupación política a la que yo llamo amague y recule". Muchos analistas interpretaron la frase como un alfierazo a Alberto Fernández quien, tras una declaración áspera (pero ambigua) en la que parecía rechazar el cumplimiento del fallo cautelar de la Corte que ordena al gobierno nacional liquidar diariamente 2,9 por ciento de los fondos de coparticipación a la ciudad de Buenos Aires, pasó en pocas horas a asegurar que aceptaría pagar, pero que lo haría en bonos.­

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Mirá quién habla­

Que Fernández está habituado a usar casi simultáneamente el acelerador y el freno no es novedad: el Presidente se deja seducir al mismo tiempo por el ying y por el yang; como dijo Arturo Jauretche de cierto personaje, aplica "una dialéctica a la vaselina". Por eso, la censura de la señora, si bien certera, era tardía o, si se prefiere, redundante.­

La ironía que encierra aquella frase se potencia, sin embargo, si por un momento se la aplica a la propia vicepresidenta. Porque ella, que apenas unos días antes había asegurado ante un micrófono y ante su público que el año próximo no sería "candidata a nada" y había alentado así (sin desmentirlo) a que se hablara de su renunciamiento, en Avellaneda reescribió el relato y culpó a los intérpretes: "Desde un lado empezaron a hablar del renunciamiento de Cristina y después veo en otros diarios que hablan de la autoexclusión. Miren -afirmó-, el único renunciamiento que tuvo el peronismo fue el de Eva Perón y acá tampoco hay autoexclusión. Ni renunciamiento, ni autoexclusión: proscripción". Ella también: del amague al recule. La señora borra con el codo de la denuncia lo que había expresado espontáneamente con su enojo, al reaccionar ante la condena judicial que la encontró culpable en el "caso Vialidad".­

Pero, si es cierto que el Tribunal Oral que la juzgó dictaminó su "inhabilitación especial perpetua para ejercer cargos públicos", esa sentencia no está todavía en vigencia y no tendrá aplicación efectiva hasta que no se encuentre firme, es decir, hasta que no se pronuncien las dos instancias de alzada (la última, la Corte Suprema) que la señora tiene a su disposición. Si no se presentara sería, pues, por decisión propia que, como suele ocurrir, está determinada no sólo por su voluntad sino por la de su fuerza política, sus aliados y, por cierto, por la mayor o menor aceptación que su nombre ejerza entre los votantes y en los sectores que influyen sobre la marcha de los gobiernos. La señora no está proscripta, pero sin duda es resistida por una amplia porción de la opinión pública y también por una proporción significativa de los llamados "poderes fácticos". Muy probablemente ella lee -inadecuadamente- esa resistencia como una proscripción.­

Al hacerlo, levanta ambiguamente su promesa de no figurar en ninguna lista y, aunque al final termine efectivamente no estando como lo sugiere aquella gran reticencia social, reasegura un papel determinante en su propia fuerza durante el proceso electoral, para evitarle a su influencia el efecto "pato rengo". Segunda curiosidad: su recule la iguala a Fernández que, aunque ya convertido en ánade cojo, tampoco abandona su improbable candidatura para no agravar el mal.­

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"Paralizo juicios"­

Que el Presidente haya resuelto (¿en definitiva?) ofrecer bonos como medio de pago a la ciudad de Buenos Aires de la suma diaria que le impuso la Corte es una astucia procesal que sólo le permitirá ganar algún tiempo. Era obvio que el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta rechazaría esa forma de pago y recurriría a la Corte para que haga cumplir su unánime decisión cautelar. Y parece obvio que el alto tribunal le dará la razón. El mayor mérito de la jugada de Fernández fue otro: con su amague y recule consiguió contener la presión que se ejercía sobre él desde algunas provincias y desde el cristinismo para que chocara brutalmente con la Corte. Fernández endureció el lenguaje pero mantuvo las divergencias "en el expediente", es decir, sin romper las reglas del juego. Actuó como un deudor pícaro empeñado en defender sus intereses estirando los plazos dentro de las normas (así sea en el borde). Hay escuela de esos procedimientos: años atrás, en algunas estaciones de tren suburbanas había estudios de abogados que anunciaban en grandes cartelones: "Paralizamos juicios". El gobierno cuenta con juristas experimentados.­

El mismo Presidente ha demostrado ser un especialista en estiramientos. Uno de los sectores que padece esa cualidad del mandatario es el militar. La Casa Rosada carga con la responsabilidad de que dos centenares de oficiales superiores que debieron haber ascendido en diciembre de 2021 no lo hayan podido hacer aún por falta del decreto que el Presidente debe firmar (y que normalmente revisa con parsimonia la Secretaría Legal y Técnica). A esa demora hay que sumar la del envío al Senado de la nómina de ascensos de oficiales superiores y oficiales subalternos correspondientes al año que ya termina.­

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Fernández, el ying y el yang­

Fernández generó también perplejidad en aquel ámbito cuando hace unas semanas declaró al Financial Times que "Argentina tiene que destinar recursos a cosas más importantes que a la compra de aviones militares". Sucede que en septiembre, en ocasión de la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas, el Presidente había respaldado enfáticamente los planes de reequipamiento de las Fuerzas que coordina el ministro de Defensa Jorge Taiana. Ying y yang.­

Para colmo, el Presidente incurrió la última semana en una seria gaffe protocolar al abandonar antes de su conclusión la ceremonia en la que los cadetes que egresan del Colegio Militar de la Nación reciben sus atributos de mando. El jefe de Estado es comandante supremo de las fuerzas y, naturalmente, su presencia hasta el fin de la ceremonia es de rigor.­

En el tema coparticipación-Corte Suprema con el recurso del estiramiento y la procrastinación Fernández consiguió evitar el peligrosísimo camino al que lo invitaban los aliados más enfocados en la confrontación salvaje con la Justicia. Escuchó los llamados de atención de ministros, como Sergio Massa, que le advirtieron las consecuencias perniciosas que ocasionaría ese curso de acción.­

Pero el vacío de poder no ayuda a superar las amenazas. Y el estiramiento y los cambios de dirección ("amague y recule") no solucionan los problemas. Más bien los agravan.­

En términos políticos, la disputa por los fondos de la Ciudad de Buenos Aires ha contribuido a fortalecer la figura de Horacio Rodríguez Larreta, que aparece como un opositor que ejerce la moderación discursiva y al mismo tiempo demuestra capacidad para proteger eficazmente su distrito a través de medios institucionales. El oficialismo lo ha ayudado a conseguir ese triunfo, tanto vía el estilo irritado del cristinismo como de los caprichosos zigzagueos del Presidente.­

El jefe porteño aprovecha las oportunidades y, entretanto, come piezas de sus opositores internos y procura integrar en su equipo de "palomas" algunas plumas de halcones.­