Los apurados y los pesimistas se perdieron una noche histórica en Dallas

Con el partido sentenciado, son muchas las personas que se van faltando pocos segundos para llegar primeros a sus autos y evitar el colapso de la salida… mal hecho.

Aquellos que no esperan la chicharra que indica el final del encuentro pueden perderse momentos históricos.

Ocurrió el en Mundial de Qatar cuando, contra Países Bajos, a la Argentina le empataron el partido en el minuto 11 del adicionado (cuando debían jugarse 10). Pero en el básquet, se cree que el cálculo da más margen… mal hecho.

Los New York Knicks vencían a los Dallas Mavericks por 9 puntos, a falta de 33,2 segundos para finalizar el partido.

La gente comenzó a retirarse para evitar el tráfico de la poblada ciudad texana con la frustración de una derrota a cuestas. Ese fue el primer error. El segundo fue descontar que entre los jugadores del equipo local está Luka Doncic, el joven esloveno capaz de hacer casi cualquier cosa en un partido de básquet.

Cuando el alero local Christian Wood encestó un triple y los Mavs se colocaron a 6, algún que otro incrédulo comenzó a ver una pequeña luz de esperanza. Pero los neoyorquinos tenían la pelota y faltaban 26 segundos. Y los Knicks fallaron. Con 19 segundos Tim Hardaway Jr. Lanzó un triple como quien ofrece una plegaria. La pelota no entró y eso fue lo mejor que le pudo pasar a los locales porque ahí comenzó el show de Doncic. El base esloveno tomó el rebote y, en suspensión, soltó la pelota mientras recibía un empujón. Foul y vale.

Con el punto extra de Doncic, Dallas estaba a tres puntos y su estrella comenzó a privar a quienes se marcharon antes para evitar un retraso en el camino a casa de una jornada histórica.

En la jugada siguiente, Miles McBride fue a la línea y metió uno de sus tiros libres para estirar la ventada de los visitantes a dos posesiones.

Con 11,5 segundos por jugar y minuto de por medio, Dallas comenzó a darle forma a una figura terrorífica para los neoyorquinos con otro triple, esta vez del base Spencer Dinwiddie.

Otra vez los Kincks a la línea, otra vez Mc Bride que ahora sí convirtió los dos libres.

Faltaban  8 segundos y el balón volvió a los texanos. Había que evitar otro triple, otra daga en el corazón de una victoria que ya no se veía tan clara en la Gran Manzana.

Por eso es que el entrenador de los de Nueva York mandó a cortar con foul. Pero para su desgracia, la pelota estaba en manos de Doncic.

El esloveno anotó el primer libre y abrió una incógnita: convertir o tirar a fallar e intentar tomar el rebote ofensivo. Cuatro segundos y tres puntos de diferencia. Tiró a errar. La pelota dio en el aro (como dice el reglamento) y comenzaron los manotazos en lucha por esa pelota mientras en el reloj la cuenta descendente hacía más dramático el cuadro.

Doncic leyó como lo hacen los cracks y captiró el rebote ofensivo. Una vez más durante el salto, armó el tiro y empató el juego a un segundo del final.

La reacción del astro esloveno pintó el cuadro con maravillosa exactitud. Parecía un niño pleno de felicidad. Uno que recibe el regalo que deseó todo el año y lo encuentra en el árbol de Navidad. Uno que se divierte.

No hay dudas que se divierte. Doncic la pasa bomba en la cancha mientras despedaza a sus rivales. Porque ante los Knicks convirtió 60 puntos, capturó 21 rebotes y repartió 10 asistencias. Pero lo más importante es cuándo y cómo alimenta esas estadísticas. Lo Mavs perdían por 9 a falta de 33 segundos y ganaron en tiempo extra 126 a 121. .

Los apurados, los impacientes, los pesimistas no pudieron ver una remontada histórica con un Doncic que no para de sorprender al mundo entero, que ya es una megaestrella de la NBA y que solo tiene 23 años.