Ocurrencias de un ingenio vivaz

Para fabricar un relámpago­

Por Fernando Raluy­

Ediciones Diotima. 54 páginas­

Hay unos versos de Octavio Paz, extraídos del poema "Fuente", que fueron elegidos con acierto como epígrafe de este poemario. Son versos que parecen hablar del arrebato que provoca la poesía y del trabajo oculto que suele haber detrás de ese efecto. Dice Paz: "¿Y el delirio de hacer saltar la muerte con el apenas golpe de las alas de una imagen/ y la larga noche pasada en esculpir el instantáneo cuerpo de un relámpago...?". Esculpir ese relámpago es el desvelo declarado de Fernando Raluy (Lanús, 1982).

Breves como el rayo, sorpresivos como el chasquido, desconcertantes a veces, son los poemas de Raluy, arraigados en el localismo de su ciudad natal que se reconoce en sus calles, en sus árboles o en la estación Remedios de Escalada. Una geografía urbana que es la más próxima a su hogar y está compuesta de imágenes y sonidos, como el silbato de los trenes o sus traqueteos, audibles desde su casa.

El ritmo de la vida cotidiana se aprecia hasta en las luces de los autos que iluminan el interior de su sala de estar.

Es cierto que "el Lanús de Raluy es atemporal", como dice en la contratapa del libro Pola Gómez Codina. Y es cierto que resuenan en estos poemas "ecos de un viejo jingle tras una persiana atravesada por el sol", tan pronto como aparecen también las "boleterías de paredes descascaradas" del barrio.

Pero detalles minuciosos como esos son a veces el punto de partida del autor para remontar hacia su frondosa imaginación. Podría decirse que, en el ejercicio puro de invención, en la escritura original, en el desafío de la lógica, está el poder de sacar al lector de sí mismo.

A veces asombra con la curiosa fantasía de mímesis del autor, que sueña convertirse en la savia de un ciprés ("Ciprés") o el aullido de un perro ("Lobuno").

A veces, lo que sorprende es el ocurrente y feliz sinsentido, como cuando se imagina "brizna" que se derrama "sobre el aroma diurno" ("De mí"), o cuando postula que "desde el espejo te mira el tiempo" ("El verano de las cosas"). Y a veces, finalmente, es la adjetivación inesperada lo que atrae con fuerza la atención, como en "ojos abuelos", "rayo joven", "hora húmeda", "cielos lentos", o "el vapor (que) anuda la noche". Los ejemplos abundan.

Dos poemas se destacan sobre los demás. "Vida" y "Mi padre escribió este poema sin saberlo", ejemplos, ambos, de esa adjetivación creativa, tan inesperada como el ángulo desde el cual se observa lo cotidiano.

Raluy publicó su primer libro de poemas titulado Ratio et cor en 2007, aunque parte de su obra poética fue recogida en antologías y en otras publicaciones digitales.