George Catlin, viajero y pintor

El nombre de George Catlin permanece en el olvido y sus obras jamás fueron expuestas en Buenos Aires. Conoció Corrientes, pasó por Candelaria y cruzó Entre Ríos hacia Concepción sobre el río Uruguay en una piragua. Recorrió la Banda Oriental, en barco llegó a Tierra del Fuego y escribió un libro titulado Last Rambles Amomgst the Indians of the Rochy Mountains and the Andes publicado en 1867 en el que dedicó tres capítulos a sus andanzas por nuestro país.

Había nacido el 26 de julio de 1796 en Wilkes-Barre, Pensilvania, en el hogar de un reconocido abogado, cuya carrera siguió, pero abandonó los códigos por las telas, los cartones y las cajas con témperas y pinceles. Dedicado a los retratos y miniaturas entre 1823 y 1829, fue tal su éxito que la Academia de Bellas Artes de Pennsylvania lo eligió en 1824 para integrarla.

Se especializó en retratar a los nativos americanos en el Viejo Oeste, y por 1830 fue el primer hombre blanco en representar a los indios en su territorio en la zona de San Luis, cuando participó en las expediciones del general William Clark (a quien retrató) a zonas totalmente inexploradas. Su fascinación por el tema fue avivada por los relatos de su madre, quien le contó historias de la frontera y como había sido capturada por una tribu cuando era niña. Tiempo después, pasaron un grupo de nativos americanos por Filadelfia, cuyos coloridos atuendos le causaron una viva impresión.

Poseía una admirable memoria, y observó la vida de los indios, sus ceremonias, rituales, fiestas, artesanías, instrumentos musicales, armas, además de retratar a algunos caciques y capitanejos, formando una colección privada muy importante.

Además de la memoria poseía una gran resistencia física, en 86 días recorrió 2.408 kilómetros (un promedio de 28 diarios) pero lo más sorprendente es que en ese tiempo pintó 135 acuarelas y dibujos. Intentó que el gobierno de su país comprara su colección, lo mismo que formar un museo dedicado a esta temática pero fracasó; así llevó su colección a París y a Londres, donde despertaron el interés de Charles Baudelaire y Eugéne Delacroix. ­

La falta de ingresos lo llevaron a contraer deudas, que no pudo pagar y terminó alojado unos días en la cárcel. Para hacerse de dinero vendió su colección Indian Gallery al empresario norteamericano Joseph Harrison, que la guardó en un almacén y hoy se encuentra en la Smithsonian Institution de Washington. A ello sucedió la muerte de su esposa y de su hijo varón y la distancia con sus hijas mujeres, lo que lo sumió en un estado depresivo. Viajó dos veces a América entre 1852 y 1857; llegó a Brasil de incógnito con pasaporte inglés y recorrió ese país en barco, a caballo, a pie o en canoa, en compañía de un esclavo. Cruzó el Amazonas, para alcanzar el Perú y como dijimos arribar a nuestro país.­

Dejó relatos sobre su tema preferido las costumbres de los indios, y su reunión con una tribu a orillas del río Salado; la pampa desierta y escenas como la caza del ñandú Ostrich Chase, Buenos Aires, pero el paisano tiene más aspecto de cowboy y dispara con una escopeta, u otro cazando flamencos, no faltan indios boleando. También Cuatro indias fueguinas, Jefe Patagón, su hermano y su hija.

Al finalizar este viaje Catlin se estableció en Bruselas, de donde regresó años después a su tierra natal. Sabemos que la colección de imágenes argentinas y uruguayas que pertenecen a la colección Paul Mellon, se encuentran actualmente en la National Gallery of Art de Washington.­

Hoy 23 de diciembre se cumplen 150 años de la muerte de George Catlin. Buen homenaje a la memoria de Catlin sería una muestra de las acuarelas y dibujos que dejó cuando nos visitó, para incorporar definitivamente su nombre en la lista que recuerda a otros destacados artistas y viajeros.

No dudamos que la Embajada de los Estados Unidos habría de propiciar y allanar todos los medios para rescatar el nombre de un compatriota cuyo nombre es olvidado entre nosotros.­