Claves de la política

El mensaje de una sociedad movilizada

Proyectando los resultados provisorios del censo de este año, la población de la región metropolitana (la ciudad de Buenos Aires y el amplio cordón del conurbano, con Campana y La Plata como extremos) rondaría los 17 millones de personas. El último martes, entre una cuarta parte y un tercio de ese número (o, si se quiere, una vez y media los habitantes de la Capital) se congregó en unos pocos kilómetros de avenidas, autopistas y calles ubicadas entre el Aeropuerto de Ezeiza y el Obelisco, en un flujo que se inició a la medianoche, con miles de personas marchando por la Avenida Richieri hacia el predio de la Asociación del Fútbol Argentina.­

El triunfo sobre Francia y la conquista de la tercera copa mundial ya se habían celebrado el domingo (apenas un millón de personas en la Avenida Nueve de Julio, aunque decenas de miles en plazas locales del AMBA y, por cierto, en cada rincón del país: hasta en la Antártida), de modo que para un profano la enorme demostración del martes podía verse como una redundancia, un exceso: un desborde, para nombrar la palabra de la que muchos abusarían desde el atardecer de ese día agitado.

Cuando la sociedad -la gente, el pueblo- se manifiesta con semejante elocuencia, no atomizada ni reducida al verbalismo o la pasividad, sino masivamente y poniendo el cuerpo, conviene prestar atención y tratar de descifrar el sentido (los sentidos) del mensaje. No viene en Código Morse.

Hay uno obvio, que surge de inmediato: la gratitud  a un equipo que, atravesando obstáculos  y superando contrariedades, volvía a la patria con el testimonio de la tarea cumplida.

Pero tal vez el agradecimiento va más allá, porque la Selección le ofreció a los argentinos la posibilidad de sostener sobre una base indiscutible su orgullo y así hizo a todos copartícipes de ese logro. La Selección mostró que Argentina puede competir -con su estilo propio, colectiva, organizada y eficazmente- en una actividad donde concurren los países más poderosos y con ese sólido fundamento empoderó a los argentinos (¿no es una buena ocasión para emplear ese horrible verbo?).­

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LOS HEROES­

­Entre los cantos de la impresionante manifestación, empezando por el Muchachos, hubo uno que volvía con insistencia: ``El que no salta es un inglés''. Aunque ``francés'' tiene la misma métrica y la misma acentuación, este canto no aludía al último rival futbolístico, sino que establecía una diagonal subterránea con Malvinas, con los chicos que volvieron de las Islas cuatro décadas atrás casi clandestinamente, sin recepciones ni saludos ni agradecimientos. En la recepción al Seleccionado había también una reivindicación de ellos. La memoria histórica se nutre de esos encuentros pasionales.­

Se puede seguir rastreando motivos para la exuberante demostración del martes. Algunos interpretan, probablemente con razón, que el equipo de Scaloni y Messi, con su sobria contención (que, sin embargo no excluyó ni las famosas réplicas del capitán tras el partido con Holanda ni las picardías del Dibu Martínez), su planificación, su técnica, su organización aparece como un modelo alternativo a un sistema político que evidentemente necesita cambiar en esos sentidos.­

Dicho esto, vale la pena reflexionar sobre algunas críticas que se han lanzado por la ``falta de organización'' y la ``ausencia de orden'', con cuestionamientos a las autoridades (nacionales, porteñas, bonaerenses), incluyendo la censura porque ``los jugadores no pudieron llegar al obelisco''.­

Con cuatro millones de personas en la calle, es imposible pensar en ``un doble cordón de seguridad por la Richieri'', como soltó algún locutor precipitado. ¿Por qué no un muro a lo Trump? La idea de la caravana, que entraba dentro de lo plausible con el millón de personas que se reunieron el domingo, se volvía impracticable con esa cifra cuadruplicada. El espacio se vuelve impenetrable.­

La idea de la vuelta olímpica aérea no fue mala. El equipo puso el cuerpo a una marcha a paso de hombre de varias horas, mostró su voluntad de estar y pudo ver, finalmente, la amplitud de la demostración popular. En cuanto a la gente, unos pudieron acercarse al micro y saludar a los héroes, otros vieron los helicópteros y, a diferencia de ciertos cronistas incrédulos, hasta llegaron a ver -la fe agudiza los sentidos- a los jugadores allá arriba.

El famoso desborde, cuando se llega a los detalles, contabiliza algunos pocos destrozos deliberados, un marcado deterioro de zonas muy transitadas por la enorme multitud en las que no había acceso a lugares con baño, ni baños públicos, ni provisión de bebidas en una tarde muy calurosa. Los reducidos choques con fuerzas del orden ocurrieron  cuando la mayoría de la concurrencia volvía trabajosamente a sus hogares, en la mayoría de los casos, en zonas apartadas del AMBA.

La idea del desborde, que alguna prensa compró, es probablemente un reflejo condicionado que se activa con las movilizaciones de masas. No fue el caso. Por el contrario, al día siguiente  de ese martes inolvidable, de esa demostración histórica, todo funcionaba con la normalidad (o anormalidad): vuelta al trabajo, compras para las fiestas, etc. Como cantó Vinicius de Moraes: ``La felicidad de los pobres parece/ la gran ilusión del carnaval/  Se trabaja todo el año/ Por un momento de soñar/...Y todo termina el miércoles"''.­

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EL DILUVIO QUE VIENE­

­El reciente anuncio de la vicepresidenta en el sentido de que ella no será candidata ``a nada'' en esa competencia ha sumido en el desconcierto tanto al oficialismo como a la coalición opositora. Si bien en uno y otro ámbito hay quienes dudan -sea alimentados por la esperanza o por la incredulidad-, todos están constreñidos a actuar como si fuera auténtico.

El cristinismo se apresura a ocupar espacios y urdir alianzas para que el paso al costado de su jefa no se traduzca en un desplazamiento impulsado por los numerosos sectores que recelan de su influencia. Alberto Fernández, distanciado de ese sector pero débil para enfrentarlo, no se animó nunca (y seguramente sostendrá ese comportamiento) a privar a La Cámpora de las cajas que maneja y, del mismo modo, cobija en su gabinete al candidato a la presidencia que incuba esta organización: el ministro de Interior, Eduardo Wado De Pedro.

Los sectores que han mantenido autonomía y distancia en relación con la galaxia K -la mayoría de los gobernadores, el fragmento más determinante del sindicalismo y las principales corrientes de los movimientos sociales- también tejen y consolidan vínculos para hacer sentir su peso en la etapa de reordenamiento que se avecina, determinada también por la deprimida  imagen pública del oficialismo, asentada tanto en la vacilante autoridad del Presidente Fernández como en los rasgos hegemónicos de su vice.

Un componente de la sorda (pero a veces elocuente) resistencia interna al predominio K (ahora en crisis), es la voluntad de relativizar lo que se ha definido como la conurbanización del peronismo, la gravitación desproporcionada de la problemática del AMBA en detrimento de una mirada equilibrada e integradora de la Argentina interior.

La discusión sobre la asimétrica influencia del AMBA se combina con el creciente consenso en torno a los límites de la política de planes y subsidios, que si bien ha ayudado a cientos de miles a sobrellevar dramáticas privaciones, coexiste con un movimiento creciente de pauperización e indigencia y, por lo tanto, indica la necesidad de un giro abrupto que ponga el acento en la creación de trabajo genuino. Lo que implica impulsar prioritariamente la inversión productiva.  ­

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EJE CLAVE­

­El acuerdo con el FMI ha sido, si bien se mira, un cimiento principal del reordenamiento.

Convertido ahora en la figura más decisiva del gobierno, Sergio Massa, que hoy custodia el cumplimiento del acuerdo desde el Ministerio de Economía, había sido artífice relevante de su aprobación parlamentaria cuando presidía la Cámara de Diputados. En aquel momento, mientras Massa recogía el apoyo de la mayoría del peronismo y encontraba oídos receptivos en los grupos más moderados de la oposición, Máximo Kirchner renunciaba a la jefatura del bloque oficialista para no votar a favor; hoy, con La Cámpora, el hijo de la vice  masculla descontento pero parece resignado a su ejecución.

La perspectiva de que la señora de Kirchner no integre la oferta electoral también irrita la ya encrespada interna de Juntos por el Cambio. Su figura proporcionó un formidable pegamento para que la oposición mantuviera adheridas sus partes, disimulara sus diferencias y se ofreciera en el mercado electoral como su antídoto. Es comprensible que, al desdibujarse ella como amenaza electoral, palidezcan, como reflejo, sus reversos más notorios y crezcan las esperanzas de los sectores más moderados: sea Horacio Rodríguez Larreta en el Pro o los radicales de Manes, Morales y Lousteau. Larreta reunió una semana atrás en Buenos Aires una legión de candidatos y precandidatos opositores ante quienes reiteró su credo de búsqueda de consensos; mientras Mauricio Macri declaraba en Qatar su admiración por ese emirato, destacando como virtud que ``no tiene gremios''.­

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EL PODR DE LA JUSTICIA­

­Las divergencias en las coaliciones son señal de al menos dos fenómenos paralelos y eventualmente complementarios: de un lado, la tendencia a la disgregación que afecta a los partidos y al sistema político en su conjunto; de otro, la posibilidad de la reconfiguración de unos y otro.­

Con los partidos en esa situación, la autoridad presidencial anémica y el Congreso atravesado por confrontaciones que bloquean su funcionamiento, resultaron muy significativas las palabras del presidente de la Corte Suprema ante un amplio grupo de jueces y fiscales. Horacio Rosatti exhortó a magistrados y funcionarios a ``seguir construyendo un Poder Judicial fuerte'', porque -dijo- ``necesitamos que los tres poderes de la República sean fuertes''.

En rigor, lo que en el momento puede observarse es que la Justicia, aunque también contagiada por la descomposición que  afecta al Ejecutivo y al Legislativo es, de los tres poderes, el  que demuestra más fuerza relativa.

La Corte desestimó la iniciativa de la presidencia de la Cámara de Diputados de bloquear la integración de los representantes de ese cuerpo en el Consejo de la Magistratura (órgano que también encabeza Rosatti), se dispone a poner en funcionamiento esa institución que está paralizada hace meses y -con un fallo resonante- ha devuelto a la Ciudad de Buenos Aires la mayor parte de la coparticipación que Alberto Fernñandez le había rebanado en beneficio del gobierno bonaerense. Como es obvio, el oficialismo ha puesto el grito en el cielo.­

El presidente de la Corte había subrayado ante los jueces que la fortaleza del alto tribunal ``está en su independencia'', que se traduce en la ``no negociabilidad de nuestras decisiones''. Al parecer, aludía así a un intento oficial de transar con algún miembro de esa alta instancia  una sentencia más benigna.

Con todo, la Justicia carga, como la política, con el peso de una opinión pública muy negativa. Aligerar ese cuestionamiento requiere también allí un reordenamiento: necesita limpiar sus establos de Augias. La misma sociedad cuestiona los privilegios impositivos que detenta y no observa en sus filas señales elocuentes de autodepuración corporativa. El reciente, sonado y misterioso viaje de un grupo de magistrados, fiscales y funcionarios  a una lujosa residencia patagónica, así como la difusión de los mensajes que esos viajeros cruzaron para confabular su enmascaramiento son temas que interpelan y requieren más hechos que palabras.

El último martes, bajo la sombrilla del fútbol, la sociedad dio un sonoro mensaje. Sería bueno que los poderes y la política lo sepan interpretar.