Una jornada muy movilizante

Nunca en la historia de nuestro país se vio algo así. Nunca. El pueblo salió a la calle un día antes de que arrancara la caravana infinita. Incluso, algunos siguieron de largo desde el domingo, una vez terminada la épica final. Lo que pasó este 20 de diciembre de 2022 es otro hito en la vida de la Argentina. Fue inédito porque jamás hubo una movilización de tamaña magnitud. Por dos sencillas razones, no la hubo. La primera: acá no existieron ni grietas ni bandos ni rivales de toda la vida. La segunda: en otras gestas futboleras (Argentina 78, México 86.) no éramos 47 los millones de hinchas. Una cuestión demográfica.­

Pero más allá de las conmovedoras imágenes, impactantes, inolvidables, alucinantes, algunas tenebrosas, tendríamos que sacar provecho de esta alegría genuina, merecida, postergada durante 36 años. Deberíamos tener la lucidez, una vez superada la euforia, de reflexionar. Como pidió aquella vez Marcelo Gallardo (y que nadie tome esto como una chicana, por favor) podríamos cerrar los ojos por unos segundos y pensar qué hubiera pasado si Dibu Martínez no paraba los penales frente a Países Bajos, si lo mismo sucedía contra Francia. Si Messi no destrababa el recorrido del Seleccionado en el Mundial con el golazo en la victoria sobre México. Por suerte todo eso sucedió, la Scaloneta aceleró y el fútbol nos regaló esta locura. Ahora debería ser nuestra obligación devolver cordura.­

No seamos locos del todo. Es decir, desatemos la risa y el llanto de felicidad. Nos lo merecemos, claro que sí. Pero aprendamos del ejemplo. Parece trillado, banal, repetido. Sin embargo, es cierto. Real y posible. Estos chicos de la Selección, más su cuerpo técnico, deben ser un ejemplo. Son un ejemplo en serio. Una pintura para mirar y admirar. Un cuadro del que podamos copiar valores. Esos que los llevaron a la gloria en Qatar y los que nos deberían guiar como la sociedad extraviada que solemos ser. La ecuación es perfecta para mostrárselas a los más chicos, a los pibes. Al cabo, los más entusiasmados con la Copa y los que la disfrutaron por primera vez en sus vidas. Si te esforzas nene, si haces las cosas bien, si sos respetuoso del trabajo, si fomentas la unión, si entendes que tus derechos terminan donde comienzan los del otro, si podemos confiar en nuestros pares, si aceptamos que no todos piensen como nosotros, si nos cuidamos.­

Entonces seremos una Nación. Según el diccionario, nación es un conjunto de personas de un mismo origen étnico que comparten vínculos históricos, culturales, religiosos, etc. Tienen conciencia de pertenecer a un mismo pueblo o comunidad y generalmente hablan el mismo idioma y comparten un territorio. Y parece mentira pero, muchas veces, en grandes lapsos de nuestra historia, en Argentina no parecemos una Nación. Parecemos otra cosa, cualquier cosa, menos una Nación. Vamos, por lo general, a la deriva. Cambiamos de rumbo cada cuatro años porque nunca funciona.­

Y esta celebración pagana nos unió. Nos convirtió en Nación por estas dichosas horas. El abrazo compartido en cada gol, en cada triunfo, en cada himno cantado en la previa de los partidos, nos hermanó. Fuimos todos para uno en el Mundial. El campeonato más lindo logró sacarnos a muchos y por un rato de la opresión que sufrimos en los últimos años, víctimas de las siete plagas que nos cruzaron feo y dejaron muchos caídos, más de la cuenta, más de los necesarios. Tenemos suerte en algún sentido los que estamos vivos y gritamos los goles.­

Hoy somos felices. Mañana los problemas de siempre van a seguir estando. Pasado mañana, tendremos que mirar para atrás, hacer memoria y sopesar. Dar gracias por haber sido contemporáneos de esta alegría, de haber disfrutado a Messi y a sus secuaces. De ser los mejores del mundo en algo. Y de tener una oportunidad más de aprender de los buenos ejemplos. De estos chicos del Seleccionado que nos dieron una lección gratis, divertida y emocionante por amor a la camiseta.­