Apropiaciones del Martín Fierro

Como dijo Martín Fierro
Por Matías Emiliano Casas
Prometeo. 262 páginas

La literatura gauchesca viene concitando la atención del doctor en Historia Matías Emiliano Casas desde hace doce años, tiempo en el cual se dedicó a reflexionar sobre el tema para sus estudios de posgrado y doctorado. Esas investigaciones se tradujeron luego en dos libros, Las metamorfosis del guacho y La tradición en disputa. Ahora, con motivo de los 150 años de la publicación de El gaucho Martín Fierro (1872), volvió sobre el gran poema nacional con una idea en mente: revisar las interpretaciones, usos políticos y apropiaciones que se hicieron de la obra a lo largo del siglo XX. Su tesis es que el papel protagónico que alcanzó este libro en la cultura nacional se debe, en parte, a ese tironeo sobre el texto.

Casas (Buenos Aires, 1983), investigador del Conicet y docente en la Universidad de Tres de Febrero, eludió transitar las intervenciones más conocidas sobre la obra de José Hernández, para en cambio dedicarse a las menos conocidas en Como dijo Martín Fierro.

Por eso sobrevuela apenas la primera recepción del libro, la consagración que tuvo a partir de los comentarios de Lugones, el descubrimiento temprano de Unamuno y Menéndez Pelayo, y los análisis de Ricardo Rojas, Martínez Estrada o Borges. Esto le permite internarse rápidamente en las primeras apropiaciones del poema que se ensayaron desde la izquierda, con el objeto de convertir al Martín Fierro en herramienta para la revolución, y en los posteriores tironeos de la obra desde sectores de centro y de derecha.

Ese primer tramo del libro, el más interesante, va desgranando las lecturas y usos ideológicos antagónicos que ensayaron anarquistas, socialistas y trotskistas, y más tarde radicales, peronistas clásicos y antiperonistas. El recorrido que ofrece, casi cronológico, muestra un intento de apoderamiento encadenado. De hecho, según Casas, la atención que le prodigaron Lugones y los conservadores hay que entenderla como una respuesta al anarquismo.

Sin ser la primera revisión de este tipo -el propio autor reconoce que antecedentes hay muchos, entre ellos el más reciente de Pablo Gramuglia Lecturas del Martín Fierro- el ensayo de Casas tiene su originalidad por la amplitud y diversidad de las operaciones descritas. No falta, por ejemplo, el uso que se le dio desde Estados Unidos al libro de Hernández, en el marco del panamericanismo y anticomunismo.

Una de las claves del libro es la atractiva exposición que ofrece de los mecanismos que se pusieron en práctica en cada caso para ese aprovechamiento político, mediante olvidos, recortes, tergiversaciones y reescrituras.

Se adivina, en el autor, una intención velada de ironizar al respecto. Particular efecto logra Casas, en ese sentido, al mostrar los extremos a los que se llegó. Como el contraste entre el Martín Fierro rebelde y el intento de apropiación desde el Estado, o los versos que Perón atribuía falsamente al poema, o el empeño del trotskismo por ver un Martín Fierro abonando la lucha contra el imperialismo financiero o, en fin, el hecho de que Fierro fuera invocado por distintos sectores militares pese a su problemático tránsito por el fortín, o fuera convocado también por una sociedad elitista como el Rotary.

La argumentación se debilita, en cambio, cuando el profesor habla de "una larga trayectoria de apropiaciones" por parte, también, del catolicismo, siendo que José Hernández fue criado en esa fe, el gaucho por él retratado vivía esa misma fe y, más importante aún, del propio poema se desprenden numerosas alusiones religiosas. Tanto más curioso resulta cuando el propio Casas reconoce que esas referencias están en el poema. El las llamará fragmentarias, pero admite con honestidad que están allí, poniendo en duda la lógica de argumentar una tal apropiación.

Es posible que las citas que trae a colación de prominentes intelectuales como Lugones, Martínez Estrada o Carlos Astrada, quienes objetaron la relación entre Fierro y el catolicismo, sea la base de su razonamiento. Siguiendo esa lógica cuestiona, entre otros casos, la recuperación católica del poema que realizó el padre Guillermo Furlong. Pero también va más allá para poner en tela de juicio la gestión de Martínez Zuviría, no sólo por querer extender el alcance del Día de la Tradición, sino ya incluso como responsable de implementar la educación católica y "una persecución ideológica de docentes".

El último tramo del libro, en cambio, está dedicado a la circulación del Martín Fierro en diferentes asociaciones, incluso alejadas de las temáticas folklóricas.

La revisión crítica que ofrece Casas sobre todos los esfuerzos hermenéuticos que se sucedieron sobre la obra entraña un peligro adicional, que fue advertido por el propio autor en una entrevista con este diario. Ese peligro es que, por dejar en evidencia los usos políticos e institucionales, por cuestionar los empeños para hacer del poema un emblema de la tradición y la argentinidad, quede relegado el inmenso mérito artístico del Martín Fierro.