De la simpatía al miedo

"Nunca tuve tanto miedo desde que estoy acá". Acá es Boss en Lommer, un barrio característico situado al Oeste de Amsterdam, lleno de restaurantes marroquíes, calles pintorescas, gente amable. Suele ser tranquilo, ordenado, pulcro. Pero el sábado, cuando caía la tarde, todo cambió. "Lo que más me asustó es cómo manejaban. El descontrol era absoluto. Los autos pasaban volando, a contramano, por los carriles de los buses. Los hinchas de Marruecos gritaban colgados de las ventanillas de los autos y tiraban bombas de estruendo. Hombres, mujeres y chicos celebraban, pero ponían en peligro a los que pasábamos por allí", cuenta la argentina Giselle Scardilli, quien vive en Países Bajos desde hace más de dos años y no se suele asustar con facilidad.

Scardilli no se achica así nomás. Participó de muchas manifestaciones en nuestro país, hasta hace pocos años. Viaja sola por el mundo buscando su rumbo, habla varios idiomas y ahora trabaja en un sexshop, en Amsterdam. Es una mujer con coraje y mundo. Pero esta vez le ganó el miedo. ´´Fue tremendo e inesperado. Acá todos respetan el tránsito. El transporte público funciona a la perfección. Pero ese día la policía tuvo que cortar las calles... Y los autos aparecían desde todos lados, a grandes velocidades. Estaban como locos´´, recuerda. 

Lo que vivió Scardilli ocurre en todos los puntos del planeta y parece mentira: a la hora de los festejos, muchos supuestos hinchas de fútbol terminan mal. ¡Terminan mal cuando pierden o cuando ganan! Cuando se lamentan o cuando festejan. No pasa solo por estos pagos. Los resultados que arrojaron el fin de semana los cuartos de final del Mundial de Qatar, fueron la excusa para los nuevos disturbios, que no hicieron más que ratificar que la violencia en el fútbol existe de igual manera en Morón, Isidro Casanova, Florencio Varela, París, La Haya o Bruselas. 

Cuando el árbitro argentino Facundo Tello dio por terminado el partido que le ganó bien Marruecos, la gran sorpresa del Mundial,  a la Portugal de Cristiano Ronaldo y compañía (1-0), para meterse en las semifinales por primera vez en la historia (nunca un equipo africano había llegado a esa instancia decisiva), los marroquíes desperdigados por Europa enloquecieron. 

Lo que le pasó a Scardilli mientras caminaba cada vez más apurada y asustada, a las 6 de la tarde, por la avenida Bosenlommerweg en busca de un grupo de amigos a la salida del trabajo, se replicó en otros puntos de los Países Bajos. Incluso, en La Haya (ciudad que alberga la sede del parlamento neerlandés), habían detenido al menos a seis personas el 27 de noviembre cuando, por la segunda fecha de la zona de grupos de la Copa del Mundo, Marruecos derrotó a Bélgica 2-0. Ese día también hubo líos.

Otra de la ciudades europeas en la que se registraron incidentes el sábado fue Bruselas, en Bélgica, donde decenas de jóvenes encapuchados lanzaron objetos contra agentes de policía, quienes respondieron arrojando gases lacrimógenos. Según el diario Le Soir, la portavoz de la Policía, Ilse Van de Keere, anunció que "no hubo daños significativos´´. En tanto, en la italiana ciudad de Milán, un hombre murió apuñalado durante los festejos de la comunidad marroquí, pero la policía aún intenta determinar el hecho, ya que el agresor sería una persona de Europa del Este.

Nadie quiere estigmatizar a los hinchas de Marruecos. Incluso, el equipo de Walid Ragregui se ganó la simpatía que siempre contagian los seleccionados más chicos, en gestas tan grandes, frente a rivales más poderosos. Si no lo gana Argentina, acá no pocos desearían que el Mundial sea para los africanos. Y es posible que en los demás países que quedan en carrera (Croacia y Francia) se piense de la misma manera, si es que no se consagran los suyos.

Pero lo que más preocupa por estas horas a la policía francesa, es lo que ocurrió en París. La glamorosa capital europea se salpicó con severos enfrentamientos que se vieron por TV, también protagonizados por los festejos de los ciudadanos marroquíes que la habitan, tras el triunfo sobre los lusos. Hubo serios choques con la policía y, desde entonces, en Europa están en estado de alerta. El miércoles, una de las simifinales, la disputarán Francia y Marruecos. Nadie se anima a predecir qué puede suceder cuando termine el partido y uno de los dos se consagre finalista, más allá del resultado que les depare el destino.