Paciencia oriental

Antes de convertirse en leyenda como DT de River, Ramón Díaz fue un futbolista excepcional. Su idolatría en el club Millonario no solo se la debe a su notable campaña como entrenador. Los más chicos no lo vieron jugar, ya tiene 63. Pero el Pelado, mucho antes de dirigir al equipo, era amado por los hinchas en Núñez por los goles que había marcado y los títulos que había conseguido. Y porque, tras brillar en la Primera riverplatense y construir una enorme carreara en Europa (jugó en Napoli, Fiorentina, Inter, en Italia y Mónaco, en Francia), regresó con toda la gloria y ya veterano para retirarse en River. Cumplió el sueño de muchos. Brilló en sus últimos años con la banda roja y fue campeón. Pero no se retiró. Corría el año 1993 y decidió quemar sus últimos cartuchos jugando en… Yokohama Marinos, de Japón.

Eran tiempos en que no existía internet y los vuelos no son lo que ahora, por ejemplo. La idea de ir a jugar al lejano Oriente significaba una aventura tremenda. Pero más allá del valor de Ramón (y de sus ganas de seguir facturando), por aquellos pagos empezaban a armar un plan meticuloso. Los japoneses comenzaron a contratar viejas estrellas del fútbol de occidente para potenciar su liga local e ir desarrollando mejor el juego demasiado chato que tenían los nipones. Después los chinos y otros países como Estados Unidos intentaron lo mismo: eso de nutrirse y copiar a los que más saben de cada tema.

Tardó la idea de Japón en consolidarse. A esa primera gran contratación del Pelado Díaz la sucedieron otras de notable importancia. Zico, Michael Laudrup, Medina Bello, Gary Lineker, Totó Schilaci. Japón apostó fuerte pero fiel su sabiduría milenaria. Tuvo paciencia. Paciencia oriental. Su liga creció muy lentamente. Y su selección llegó a clasificarse al Mundial de Francia 1998. Luego organizó, junto con Corea del Sur, el Mundial 2002. Desde entonces nunca faltó a una Copa del Mundo.

Ojo, tampoco, jamás, pudo superar los octavos de final. En Rusia 2018 fue eliminado por Bélgica, que tenía un equipazo y terminó tercerca, en esa instancia. Y ahora, tras empatar 1-1 y superar el tiempo suplementario cayó de pie, por penales, frente a Croacia, nada menos que el subcampeón del mundo en la actualidad. Es decir: en Rusia le ganó el tercero y, en Qatar, el que fue segundo en esa última Copa del Mundo.

Japón hizo un gran Mundial ahora. Quizá, el mejor de todos los que haya disputado. ¡Le ganó a Alemania y a España (2-1 a las dos potencias)! y perdió con Costa Rica (1-0), pero ya se había asegurado su clasificación en la fase de grupos. Jugó cuatro partidos emocionantes. Corrió y metió como siempre, pero pensó más que nunca, de la mano de su entrenador Hajime Moriyasu, quien planificó cada partido de manera especial. Supo administrar sus tiempos, hacer los cambios justos. Ceder la pelota cuando le convenía. Atacar con sus aviones por los costados cuando el ritmo del partido se lo pedía. En definitiva, dejó de ser inocente.

Frente a Croacia mordió el polvo recién en la tanda de los penales, en la que el arquero croata Dominik Livakovic atajó tres. Quizá ahora se obsesionen con practicar envíos desde los doce pasos y en la próxima Copa del Mundo (2026, que se jugará en México, Estados Unidos y Canadá) no erren ninguno. Y puedan dar un paso más. No sería raro.