"RAUL ALFONSIN. EL PLANISFERIO INVERTIDO", UNO DE LOS LIBROS DEL AÑO

El caudillo que vino a cambiarlo todo, salvo el populismo económico

"Alfonsín era la encarnación de la pasión política en todas las acepciones que se quiera dar a este concepto, virtuosas o no".
P. Gerchunoff

Un libro para ser memorable debe dar con un símbolo que se apodere de la imaginación de la gente, escribió Borges en su prólogo a Francisco de Quevedo. Homero tiene a Príamo que besa las homicidas manos de Aquiles; Dante, los nueve ciclos del infierno y la Rosa; Kafka, sus crecientes y sórdidos laberintos, ilustró el maestro. El último libro del historiador Pablo Gerchunoff (Buenos Aires, 1944) trae una imagen que se apropia de nuestra mente y pincha nuestra memoria: en la Pascua de 1987, Raúl Alfonsín reza en la capilla de la Quinta de Olivos (¿arrodillado?) antes de volar hacia Campo de Mayo para negociar con los sediciosos carapintadas. El Presidente de la Nación pidiéndole al Omnipotente fortaleza y sabiduría para que la sangre no vuelva a correr en la Argentina.

Cuando en unas semanas, los críticos elijan los libros del año es muy probable que incluyan Raúl Alfonsín. El planisferio invertido (Edhasa, 460 páginas), biografía del primer presidente de la democracia, recuperada en 1983 y consolidada gracias a su acción en el poder y en el llano, según propone Gerchunoff. "La de 1976 fue la última dictadura de la historia argentina y fue la última, en buena medida, gracias a Raúl Alfonsín", es, en efecto, una de las conclusiones de este ensayo esclarecedor, polémico e interesante. ¡Ah!, y bien escrito.

Este es, pues, el rasgo feliz de Don Raúl Alfonsín que Gerchunoff ofrece a la posteridad: El arquitecto institucional. El caudillo demócrata que soñó con ambiciosos programas reformistas con base obrera y republicana y sabor socialdemócrata. El político de raza, apasionado (nada se hace en la Historia sin pasión, escribió Hegel), quien, aunque conservador de costumbres, desafió y dio vuelta algunos aspectos de la Argentina tradicional. Su inspiración política alcanzó dos cimas: 1983, cuando alcanzó el poder tras derrotar al peronismo; y 1994, cuando gobernó la Convención Constituyente. La obra de un orfebre.

Digamos que el autor, además de culto y experimentado, es un hombre honesto. Luces y sombras son parejamente señaladas en el libro, con la apropiada distancia afectiva, pues Gerchunoff fue funcionario del Ministerio de Economía con Alfonsín y De la Rúa. Al fin y al cabo, el sujeto de estudio llevó a la venerable Unión Cívica Radical a uno de sus momentos más gloriosos de su Historia, y poco después casi selló su extinción.

AL LIMITE DE LO IMPOSIBLE

La biografía se organiza en cuatro partes: "La muerte de Alfonsín (31 de marzo de 2009)"; "La construcción de una personalidad política (marzo de 1927-octubre de 1983)"; "¿Qué podía salir bien? (10 de diciembre de 1983-8 de julio de 1989)"; Gobernar desde el llano" (9 de julio de 1989-28 de octubre de 2007). 

Naturalmente, la tercera parte constituye el núcleo incadescente del texto. Las otras tres van con prisa; da la impresión de que al libro le faltan unas doscientas páginas; pasa el investigador por el año crucial de 1983 y por este siglo con botas de siete leguas.

El título alude a un regalo encantador que recibió el Presidente de manos de su edecán naval. Era un planisferio en que el norte estaba el sur; es decir, la Argentina era el centro del mapa. "Yo lo que puedo decir es que ese planisferio invertido suscitaba en Alfonsín, un efecto extraordinario", explicó Gerchunoff en un reportaje reciente. Era un símbolo de su voluntad política, infatigable, quue se sentía capaz de transformar el estado de las cosas, conmovedora incluso, pero peligrosa -a la sazón- para sus conciudadanos.

"El suyo fue un gobierno al límite de lo imposible", escribió Susana Lumi en el prólogo. El poder persuasivo de la épica quiso predominar a menudo sobre los grises del realismo político, con penosos resultadios. Como si fuese un tahur de pulpería de Chascomus, Don Raúl cultivó, por ejemplo, "el juego de la imaginación, jugando sin dinero, apostando sólo capital político". El libro concluye así aceptando el dictum de Tulio Halperín Donghi: La imaginación de Alfonsín lo llevó demasiado lejos.

Veamos, entonces, los momentos en que la realidad testaruda se impuso durante su paso por la Casa Rosada. Gerchunoff, profesor emérito de la Universidad Di Tella, describe "el triángulo móvil de las corporaciones" que mantuvo en jaque al Presidente del primero al último día de su mandato: la cuestión militar, la cuestión sindical y la cuestión económica ("...fatigantes partidas simultáneas de ajedrez..."). Sólo la primera fue resuelta con eficacia.

Sorprende al historiador "el contraste entre el diseño meditado y complejo -aunque enormemente difícil- de la política militar y la improvisación de la política sindical".

Pero fue la cuestión económica el asunto que venció y humilló al líder radical y lo rebajó al nivel de personaje discutido (y hasta detestado) de la Historia. Es que, estrictamente hablando, las agendas modernizantes del líder radical nunca habían entrado en este campo minado y no sólo por la herencia maldita (crisis de la deuda, régimen de alta inflación), sino también por su defectuoso y decrépito sentido común.

El Alfonsín animal político adoraba a los intelectuales y siempre se empeñó en encontrar una teoría para explicar los hechos. No obstante, desde que llegó a la Casa Rosada nunca contempló como opción el reformismo económico. Entre la Declaración de Avellaneda y el final de su mandato parece no haber aprendido nada en esta asignatura compleja. Fue incapaz de percibir lo que el erudito llama las causas últimas estructurales, es decir "el agotamiento del modelo populista, con su patrón productivo mercado internista y su crisis fiscal estructural".

EL PLAN AUSTRAL

El profesor Gerchunoff explica que, en realidad, el Plan Austral nunca fue plan de estabilización y transformación económica, por eso en nueve meses estuvo liquidado (fue un mero punto de partida). Conjetura que si Cafiero hubiese ganado la interna peronista de 1988, la Patria se hubiera ahorrado la experiencia traumática de la hiperinflación. La inescrupulosidad del tándem Menem-Cavallo resultó letal para una economía agonizante y desequilibrada, pero matengamos a raya nuestra indignación. Al fin y al cabo, hicieron lo mismo que Alfonsín hizo con Frondizi.

Nos revela una ucronía: ¿qué hubiera pasado si Alfonsín hubiera aceptado que el prestigioso Roberto Alemann se hiciera cargo del Ministerio de Economía en abril de 1989 cuando se vio obligado a despedir al fracasado de Juan Sourrouille? El baluarte del liberalismo ya había aceptado, pero el prócer republicano dio marcha atrás. Si hay algo que su ego temió, siempre, fue ser considerado de derecha, un traidor al ideario progresista, un patrocinador de la marea neoconservadora que venía del Norte.

Hasta el último de los días, el caudillo radical quiso que lo encuadraran en las filas de "la socialdemocracia tradicional, enfrentando la agenda de la dependencia, una agenda alejada del reformista (económico), no muy distinta a la de los comienzos de su carrera política". Alfonsín llevó a la UCR al regazo de la Internacional Socialista, pero con una visión anticuada. Admiraba al Laborismo inglés de posguerra; nunca quiso identificarse con Tony Blair.

Entre decenas de anécdotas sabrosas y muchísimas aportaciones intelectuales, el profesor Gerchunoff nos deja en su octavo libro una justísima definición de la historia:

"Es el balance entre monedas en el aire y corrientes profundas, entre azar, voluntad y determinismo. El resultado, como se sabe, es imprevisible".

Nuestra historia de los ochenta tuvo la voluntad titánica de Raúl Alfonsín, el azar de un contexto internacional desfavorable, las corrientes profundas del populismo peronista, el determinismo de la monstruosa deuda externa. Las monedas en el aire fueron el hostigamiento corporativo y los planes económicos. Algunas chirolas salieron cara, otras seca.

Una conclusión tremenda del muy recomendable libro de Gerchunoff es que el Presidente que asuma en diciembre de 2023 (¡falta tanto!) enfrentará el mismo dilema de hierro que encontró Alfonsín en 1983: cómo salir de un maldito régimen de alta inflación, que tanto empobrece a los argentinos, sin hundir al salario real, tan deteriorado en los últimos años. Esta historia circular está matando a la Patria.