Una definición tan pura como demencial

Pasó de todo. El que estuvo a punto de salir campeón se quedó sin nada. Y el que lideró gran parte del torneo, y parecía arruinar el esfuerzo en pocos minutos, se hizo con el título. 

La definición pareció planificada. Boca y Racing luchando por la gloria contra Independiente y River, respectivamente. Sospechas de arreglos en las sombras, de jugadores que podían ir a menos, arbitrajes digitados... La opinión popular le dio vida a versiones en la semana, pero todas murieron el domingo a manos del fútbol.

Es que Racing lo tuvo, ahí nomás. Pero esto no es el guión de una película y nadie pensó que Franco Armani iba a atajarle el penal a Jonathan Galván, justo en el momento que, en La Bombonera, el partido se ponía 2 a 2. Y mucho menos se podía imaginar que Miguel Borja iba a marcar el 2 a 1 con el que River deshaució a La Academia.

Pero lo que realmente pareció un acto de ciencia ficción fue ver las imágenes de Marcos Rojo festejando un gol de River. Sí, el hoy caudillo de Boca, confeso hincha del club, celebrando la victoria de su clásico rival. Increíble… pero cierto.

Tan verídico como que el fútbol es un juego hermoso y apasionante cuando se dejan afuera las especulaciones.

Es verdad: a Racing le dieron dos penales a favor, cuyas faltas –bien cobradas por el árbitro Pablo Echavarría- se vieron infantiles. Ahí resurgieron las sospechas de que River haría lo posible para perder en Avellaneda para que el Xeneize no se consagrara campeón. Pero en solo 5 minutos ese miserable argumento se pulverizó. El arquero millonario evitó la caída de su valla y en el cierre del pleito el delantero colombiano, que Marcelo Gallardo pidió con tanta insistencia, selló la historia.

Algunos hinchas de Boca festejaron y hasta gritaron, aunque con cierta vergüenza, el gol de Borja.

Y el equipo de Hugo Ibarra, que brilló muy poco en el torneo, terminó siendo indiscutiblemente el que más puntos sumó, pero cuestionablemente el que mejor jugó.

Lo que no se puede debatir es que la jerarquía de las individualiudades de Boca hicieron una gran diferencia. Agustín Rossi mantuvo el cero en su arco por más de 500 minutos y eso le permitió a su equipo subir tímidamente en la tabla de posiciones.

Sebastián Villa, que se perdió varios partidos por lesión, fue determinante en los que jugó, incluso en este último en el que anotó un golazo de tiro libre.

Boca tiene el plantel con más brillo, aunque haya que pulirlo para que se vea en su desempeño.

Si hasta a Ibarra le falta experiencia. El DT llegó para reemplazar a Sebastián Battaglia con el campeonato empezado y se fue acomodando. Cometió errores, como el ocurrido en la continuación del partido suspendido ante Gimnasia cuando realizó dos cambios con un tiro libre en la puerta de su propia área. Nunca se hacen cambios con una pelota parada en contra. Se pierden marcas, se reacomoda el área y se modifica la estrategia. Y fue gol del Lobo. Y el campeonato se escapaba. Pero el juvenil Luca Langoni le dio la victoria a Boca. Y este chico es, tal vez, el mayor acierto del técnico. Confió en él y el jugador no lo defraudó. Marcó 6 goles, todos ellos clave, en 18 partidos. Sin dudas la revelación del torneo.

Por su parte, Independiente también animó la definición y desterró la especulación. Quién iba a pensar que le haría fuerza a Boca y de esa forma posibilitar la vuelta olímpica de Racing. Nadie en su insano juicio. Porque la pasión futbolera vuelve loco a cualquiera. Hinchas del Rojo alentaron para que su equipo le ganara al Xeneize al mismo tiempo que desearon ver cómo su equipo perdía.

Pero los diablos metieron la cola, le empataron a Boca y dejaron la definición en manos de Racing, que sucumbió ante la presión.

En esta última fecha se vio de todo, como si fuesen varios partidos de chicos a los que no les importa la matemática, ni el VAR, ni la continuidad de los técnicos, ni clasificación a las copas.

El fútbol es hermoso cuando es puro y es puro cuando se juega como en el potrero.