Emoción y gratitud coronaron la etapa más laureada de la historia de River

Visiblemente conmovido. Esto le cabe a cada hincha, a cada jugador, a cada dirigente y más que a nadie a Marcelo Gallardo.

El Muñeco entró por última vez –al menos en esta primera y gloriosa etapa-  como director técnico de River al estadio Más Monumental.

Desde temprano, antes del partido ante Central, el exitoso entrenador mostró un semblante difícil. Es que la decisión de dejar su cargo fue, seguramente, una de las más duras de su carrera profesional.

Las 72 mil almas que coparon el estadio le rindieron un sentido tributo, en el que reconocieron los 14 títulos obtenidos y hasta le rogaron que continuara en el club.

Un breve documental resumió la primera experiencia de Gallardo al frente del primer equipo Millonario. Aplausos, cantos y más lágrimas.

El DT le dio las gracias a la familia riverplatense por acobijarlo durante ocho años y medio, por confiar en él y por adoptarlo como referente.

Junto a sus hijos, recordó a su madre, y les mostró su gratitud a sus colaboradores, a sus jugadores y ex integrantes del plantel … No dejó a nadie fuera de su agradecimiento.

Su partida ya estaba sellada.

Los jugadores redactaron un texto y fue Juan Fernando Quinteros el encargado de leerlo. En esas líneas se destacó la presencia de Gallardo no solo como entrenador sino como guía, como persona y hasta como figura paternal.
Los futbolistas del equipo rosarino lo saludaron uno por uno al final del partido. Una fiel muestra de respeto ganado.

Es que nadie puede cuestionar la capacidad de Gallardo como DT, pero su integridad y su entendimiento de la competencia entraron a romper años de rivalidades decadentes en las que parecía más importante declarar con ironía en la semana previa a un encuentro importante, que jugar bien dentro de la cancha.

Gallardo aniquiló ese viejo e insensato estilo de “profesar el folclore del fútbol”.

El Muñeco siempre respetó a sus rivales, a las instancias y sobre todo a sus jugadores. No importó si River tenía que jugar la final de la Libertadores en Madrid ante Boca, o dar vuelta una serie contra Cruzeiro con dos goles de desventaja en Brasil o jugar contra un equipo de tercera división en la Copa Argentina. Gallardo siempre les hizo creer a sus jugadores y a sus hinchas que la victoria era posible.

A no confundirse, si tenía que salir a contestarle a un rival en conferencia de prensa lo hacía, pero siempre desde la convicción de que construir es más importante que destruir.

Así de grande fue esta primera etapa de Marcelo Gallardo en River. Así de gigante quedará su figura en la historia de un club poblado de estrellas, de copas y de triunfos.

Así de brillante fue esta “historia hermosa”, que este domingo se transformó en eterna.