Un panorama esclarecedor de cómo funciona el capitalismo en el mundo

15 lecciones básicas de economía

Ciencia social, tironeada de uno y otro lado por quienes prefieren verla más ciencia que social, y viceversa, la economía tiene la biblioteca divida. No hay una sola forma de abordar esta materia vital y resbalosa vinculada a la administración de los recursos escasos, aunque existen principios básicos incuestionables.

El abogado chileno Axel Kaiser ha elegido transitar por la senda del liberalismo. Doctor en filosofía por la Universidad de Heidelberg, director de la cátedra Friedrich von Hayek de la Universidad Aldolfo Ibáñez de Chile y senior fellow del Atlas Center para América Latina con sede en Miami, desgranó en su último libro, El economista callejero (Ariel), 15 lecciones de economía “para sobrevivir a políticos y demagogos”.

Confiesa el autor que este libro es el fruto de muchos años de lectura siguiendo la huella de economistas como Hayek, Ludwig von Mises, Joseph Schumpeter, Deirdrie McCloskey, Milton Friedman, Frederic Bastiat, James Buchanan, Henry Hazlitt, Jean-Baptiste Say, Jesús Huerta de Soto, Adam Smith e Israel Kirzner. Luego leyó a Karl Marx y John Maynard Keynes, sólo para corroborar, asegura, que los anteriores tenían razón.

El afán es claro: dejar atrás la superstición que rodea a la economía, la ciencia que hace de eje a nuestra vida y que, sin embargo, termina por ser la menos estudiada por la mayoría de las personas. Algo hay que produce espanto, y Kaiser está dispuesto a demostrar que la materia es asequible, que se puede comprender su esencia yendo, poco a poco, de menor a mayor.

Las 15 lecciones de Economía son las siguientes:­

­1- Trabajar es vivir. El autor hace foco aquí en la noción básica de la escasez de recursos y la necesidad urgente de conseguirlos para tener una existencia digna. Hay, pues, que ponerse en acción. Sólo el trabajo, en todas sus formas, permitirá resolver esta ecuación primigenia. Solucionada esta situación material primaria, como obtener techo y comida, la humanidad pudo entonces sí desplegar otras virtudes tales como las artes, la espiritualidad o los deportes. “Un buen economista callejero debe tener en cuenta que siempre se debe trabajar, y no en cualquier cosa, sino en labores productivas. Se trata de realizar trabajos que creen o sirvan para crear bienes o servicios que otros demanden, pues sólo eso le permitirá, a quien produce, adquirir parte de lo que otros producen para poder vivir”, señala.

­2- Sólo se puede vivir del trabajo propio o del ajeno. Comienza a perfilarse en el texto la noción de capital e inversión versus la estructura de un Estado parasitario. Surge el concepto de “derechos sociales”, la obligación de que el aparato estatal responda a las necesidades insatisfechas de parte de la sociedad. Y, en este contexto, aparecen los impuestos, esquema al que el autor considera un mecanismo confiscatorio de la riqueza privada. De manera tácita asoma la mentada frase de Friedman: “No hay tal cosa como un almuerzo gratis”. La presión tributaria, en su intención por financiar estos derechos, termina por asfixiar los incentivos a la producción. Dice Kaiser: “Si cada vez hay más personas que prefieren vivir de lo que otros producen sin que ello requiera ningún esfuerzo, entonces el incentivo será no trabajar, sino esperar que otro trabaje para ellos”. Y añade: “El economista callejero sabe que los impuestos deben ser moderados; de lo contrario, disminuirá la producción y se empobrecerá la sociedad”.

­3- La oferta es demanda y la demanda es oferta. Los primeros palotes ya fueron trazados. Hay una vaga idea sobrevolando el libro. Debe aterrizar, necesariamente, en un espacio adonde se produzca el intercambio de bienes y servicios. Entonces surge el concepto de mercado. “Demanda y oferta son dos caras de una misma moneda: todo oferente es a la vez un demandante y todo demandante es a la vez un oferente”, recalca el autor. En los lubricados engranajes del sistema capitalista, recalca Kaiser, el esquema de subsidios distorsiona la economía, afectando a la sociedad en general. Incorpora también la problemática de la inflación desde el punto de vista monetario, y aclara: “Un buen economista callejero entiende que el alza de precios después de un incremento de la masa monetaria es inevitable, pues habrá más dinero persiguiendo una misma cantidad de bienes”.

­4- El que intercambia lucra. Kaiser aborda el tema del lucro destacando desde el inicio su carácter subjetivo y rechaza la connotación negativa que se le brinda a la palabra desde el campo socialista. Tras este concepto, irrumpe la idea de precio, un precioso mecanismo de relojería que mantiene en armonía a toda la economía. Enfatiza, también, que quienes se benefician de los derechos sociales también lucran, aunque reciben algo pero no dan nada a cambio. “Exigir educación gratis implica reclamar lucro unilateral porque se obtiene un beneficio (algo valorado) pero sin dar nada a cambio. De ahí que la gratuidad sólo pueda ocurrir mediante la confiscación que el Estado hace a través de impuestos”, enfatiza.

­5- La productividad determina nuestro ingreso. El aumento en el nivel de producción de bienes genera un excedente, y éstos márgenes permiten la generación de empleo. Tecnología e inversión mediante, el capitalista podrá trabajar menos y ganar más ya que otros trabajan ahora por él, sus empleados. “Un buen economista callejero jamás prefiere la igualdad a la prosperidad porque entiende que lo relevante es multiplicar los recursos para todos y no evitar que pocos tengan más que el resto”, subraya el autor.

­6- El valor es subjetivo. En este punto Kaiser retoma la idea, básica para el desarrollo del pensamiento económico liberal, acerca de la condición subjetiva del valor y la relevancia singular del sistema de precios. “Simplemente porque la fuente del valor se encuentra en la mente de las personas es subjetiva y no objetiva. En otras palabras, las cosas valen sólo porque otros las quieren tener, así de simple”, escribe el chileno. Genera luego un contraste entre la esencia de la mirada liberal y el dogma marxista, principalmente en lo que hace a la Plusvalía, y termina por desacreditar la denominada Teoría Objetiva del Valor. “El valor deriva de una combinación de utilidad y escasez”, enfatiza, descartando la idea de que el factor trabajo sea preponderante.

­7- El salario lo pagan los consumidores. Queda claro, a esta altura del libro, que el capital es la base del progreso económico. Recalca Kaiser que los sueldos, el ingreso de los trabajadores, está atado a su productividad, y espanta la noción de explotación por parte de los empresarios. Descalifica también el mecanismo de Salario Mínimo ya que “condena a la informalidad”. Carga contra la falacia del salario justo y remarca que, en el capitalismo, la eficiencia pasa por crear más con menos.

­8- El capital es ahorro e ingenio aplicado. Poco a poco el lector es llevado a aguas más profundas. Llega entonces el momento de analizar y comprender el rol de los bienes de capital y, de manera inevitable, se aborda el concepto de ahorro, entendido como subconsumo. “El capital no es trabajo acumulado como sostienen los marxistas. Es ahorro e ingenio individual aplicados”, explica. La palabra clave pasa a ser Incentivos.

­9- El dinero no es riqueza. La noción es simple: el flujo monetario es tan sólo un medio necesario para llevar adelante el mecanismo de intercambio dentro del capitalismo. Suplanta al trueque, una etapa primitiva del comercio que, por sus limitaciones, le ponía un freno al crecimiento y el desarrollo.

­10- Los precios son información. Considerados como valores subjetivos, el autor vuelve a la carga en este capítulo con la idea de que “los precios son mecanismos de transmisión de información sobre los recursos que se encuentran disponibles en la economía”. Kaiser señala que “los precios libres son la viga maestra de toda la cadena de producción”, y rechaza de plano los esquemas de control de precios, destinados a ponerle un techo a los aumentos.

­11- La competencia es colaboración y descubrimiento. El esquema de libre comercio, en el cual los actores sopesan ventajas y desventajas, termina por enriquecer a la sociedad toda. “La competencia fuerza la innovación porque los consumidores simplemente elegirán a quien los sirve de mejor manera y a un mejor precio -sostiene Kaiser-. Quien no logra competir porque es ineficiente, pierde y puede desaparecer del mercado”.

­12- El empresario es un benefactor social. Quijote contra los prejuicios que la sociedad erige frente a los hombres de negocios, el autor recalca el talento especial y el rol singular que los empresarios tienen en la economía capitalista como generadores de riqueza. La división del trabajo, advierte, ha sido clave para el progreso mundial.

­13- Innovar es destruir. En el tramo final del libro, Kaiser se adueña de un concepto ya clásico como aquel de que el capitalismo es, ni más ni menos, un proceso de destrucción creadora. Cada innovación, cada mejora, sepulta a su antecesor, sacándolo muchas veces del mercado. Lejos de ser doloroso, el movimiento garantiza el progreso de la sociedad.

­14- Comerciar nos enriquece. Se eleva y agita el estandarte del libre comercio, piedra fundamental del sistema capitalista. La protección estatal sobre sectores ineficientes terminará por ser nociva para todo el sistema. “El proteccionismo comercial es absurdo porque hace imposible beneficiarnos del talento innovador de otros”, sentencia.

­15- Los lujos de hoy son las necesidades del mañana. Debe garantizarse, para el correcto funcionamiento del sistema y para que broten los beneficios, el libre flujo productivo. Lo que en un primer momento puede ser considerado una excentricidad, en breve podría convertirse en una herramienta clave para la sociedad. Sólo la libertad comercial permitirá que el movimiento haga el viaje desde la elite a la masividad.

Terminadas las 15 lecciones básicas para economistas callejeros, Axel Kaiser concluye: “No necesitamos una autoridad ni un poder central que nos esté diciendo lo que tenemos que hacer o pretenda dirigir nuestras actividades para enriquecernos”. Y añade: “Condiciones básicas de orden que nos provean de la paz necesaria para no temer por la integridad de nuestras vidas y posesiones, y una cultura que fomente y premie el éxito, es todo lo que se requiere para crear progreso”.