Políticos o estadistas: una cuestión de tiempos

El agobio de la situación económica ha desplazado en los medios a las conjeturas sobre el fallido atentado contra la vicepresidenta y hasta al seguimiento de los juicios que la tienen a ella como figura central.­

Esta semana robó el protagonismo un conflicto incubado durante meses entre las tres principales fábricas de neumáticos del país (Fiat, Pirelli, Bridgestone) y el pequeño sindicato que agrupa a sus trabajadores (Sutna, poco más de 3.000 afiliados), conducido desde hace seis años por sectores de la izquierda radicalizada hegemonizados por el Partido Obrero, del que forma parte el secretario general, Alejandro Crespo.­

Después de más de 30 reuniones paritarias en que empresarios y sindicatos no llegaron a ningún acuerdo, el Sutna tomó una semana atrás instalaciones del Ministerio de Trabajo y lanzó un paro por tiempo indeterminado que acompañó con un bloqueo a las plantas de las tres firmas.­

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PINCHAZOS­

La producción de neumáticos, que ya se desarrollaba morosamente en virtud de anteriores medidas de fuerza, quedó totalmente detenida y, por reflejo, indujo a la parálisis a las terminales automotrices, que se vieron privadas de ese insumo esencial. Así, una pequeña organización gremial mostraba su capacidad de daño inmovilizando a un amplio y estratégico sector industrial que es el centro de un denso tejido que incluye empresas pequeñas y medianas y que, por vía directa e indirecta, ocupa a decenas de miles de personas.­

El ministro de Economía, Sergio Massa, subrayó esa circunstancia y advirtió que no admitiría que "una intransigencia caprichosa" pusiera en peligro "150.000 puestos de trabajo". Dijo que si la situación no se resolvía permitiría a los fabricantes que importaran neumáticos para poder satisfacer adecuadamente la demanda de las automotrices y mantener en pie la actividad productiva. Massa aclaró que su alusión a la intransigencia caprichosa incluía al sector patronal, que ha reunido interesantes utilidades el último año.­

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¿DONDE ESTA EL PILOTO?­

Los observadores han apuntado que la larga e infructuosa paritaria (más de 30 reuniones de negociación) que llevó a este dramático clímax no fue acertadamente conducida por el Ministerio de Trabajo. Posiblemente el ministro Claudio Moroni, un íntimo acólito de Alberto Fernández y, como éste, tributario de la conducción cegetista, no se empeñó en sacarle las castañas del fuego a un gremio manejado por la ultraizquierda, pero la consecuencia de ese desapego ha sido dañina para el gobierno y para sus amigos.­

La importación de neumáticos que anunció Massa puede ser buena como señal de decisión política, pero es una solución lenta (ponerla en funcionamiento requiere tiempo) e ineficaz para garantizar el suministro a las fábricas de autos, que preferirían seguir atendidas por sus proveedores habituales.­

Por su parte, los gremios más importantes de la CGT -que esta semana, sin la presencia de Pablo Moyano, se reunieron en Olivos con Moroni y con el Presidente- no verían con buenos ojos que la conducción trotskista del Sutna emerja victoriosa de una pulseada en la que apeló a procedimientos muy irregulares ("tomaron el Ministerio y no hubo sanciones", se quejó un dirigente) y reclaman que el gobierno intervenga con energía para resolver el conflicto. Esperan discretamente que Moroni obligue al Sutna a disciplinarse.­

En esa reunión en Olivos la CGT insistió en que la iniciativa del kirchnerismo (recogida por Massa) de una mejora salarial significativa antes de las fiestas de fin de año bajo la forma de un bono por una suma igual para todas las categorías no debe eliminar la vigencia de las paritarias.­

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TIEMPISMO Y POLITICA­

Todo indica que la pugna distributiva se acelera y ese ritmo conspira contra el objetivo de Massa de poner en caja la inflación: el ministro presentó un presupuesto que prevé ("con seriedad y siendo conservadores") un 60 por ciento para 2023, una meta que -dijo-, "si lo hacemos entre todos juntos y bien, podemos bajarla aún más. Y que en tal caso todos tenemos que cumplir nuestra parte". Esta apelación a que todos cumplan su parte es una expresión de deseos, claro: los movimientos sociales reclaman incrementos, el kirchnerismo y el moyanismo gremial piden un bono sustancioso, los gremios grandes apuran sus reclamos en las negociaciones colectivas para incrementos que superen no la inflación que promete Massa para dentro de un año, sino la que rueda actualmente y roza las tres cifras para el año en curso. En cuanto a las empresas, el número 2 de Economía, Gabriel Rubinstein, fue claro en el Congreso: "Hay algo que sí está adelantado a nivel macro que son los márgenes brutos empresariales. Hay que buscar la manera de ser más eficientes y que los márgenes empresariales vuelvan a lo que eran un par de años atrás". Rubinstein admitió que "hasta que no logremos la unificación cambiaria, habrá cierto desorden y márgenes empresariales más altos que los normales" pero que esa convergencia no es posible en estos momentos: "Unificar el mercado de cambios, sin robusto superávit fiscal primario, y casi sin reservas, luce demasiado riesgoso". Consideró que ese es un objetivo razonable a tres años. "El norte debería ser ese. Es nuestra responsabilidad que todo esto mejore".­

Massa y Rubinstein hablan de una perspectiva extendida que va más allá de los plazos del actual gobierno. Esa temporalidad, intrínsecamente razonable, colisiona con la de otros actores de importancia que se mueven con metas de más corto plazo: sean las que fijan las elecciones agendadas para 2023 o las más dramáticas y urgentes de quienes ven encogerse sus ingresos y sus expectativas y se sienten en caída libre al mundo de la pobreza o la indigencia. Compaginar esas temporalidades y transformarlas en esperanza social activa es tarea de estadistas, más que de simples políticos. ¿Dónde hay?