Oreiro se prueba como conductora. Guillermo Coria fue el primer eliminado.
No es ninguna novedad que la televisión abierta está virando hacia los
El estreno de '¿Quién es la máscara?' (Telefe) parece ser un claro ejemplo de eso. El primer programa midió bien y alcanzó picos de audiencia de 16 puntos, pero ya en su segundo envío -emitido el martes- el rating bajó estrepitosamente y hay razones para eso.
Mientras ciclos como 'Los ocho escalones del millón' (El Trece) o 'Pasapalabra' (Telefe) intentan ejercitar las neuronas de la audiencia con sus consignas de cultura general, `¿Quién es la máscara?' es de esas opciones que subestiman la inteligencia del público.
A JUGAR CON NATI
Con tono de fiesta infantil, la siempre simpática Natalia Oreiro comanda este ciclo en el que cuatro investigadores -Roberto Moldavsky, Lizi Tagliani, Wanda Nara y Karina- tienen que descubrir qué famoso está debajo de cada disfraz. Para eso cuentan con pistas y con una performance de canto en vivo.
El problema es que el abanico de participantes no está claro para el público, con lo cual se dificulta -salvo que se tenga un oído superdotado- adivinar quién podría ser. Las pistas tampoco ayudan mucho y para colmo, cuando los investigadores arriesgan nombres, tampoco se devela quién es la celebridad debajo de la máscara sino que hay que esperar hasta el final el envío. Allí, el concursante que cante peor es eliminado por el público del estudio y finalmente revela su identidad. El primero en hacerlo fue el ex tenista Guillermo Coria y la segunda, la artista plástica Marta Minujín.
No obstante, es notoria la gran producción del ciclo, no sólo por el estudio fabuloso que montaron sino también por el lujo de tener a una figura como Oreiro como presentadora y a la mediática Wanda Nara en el panel. Los looks de ambas son un espectáculo aparte, visualmente le suman muchísimos puntos al programa, brindándole un brillo que si no lo tuviera terminaría de
Chile, Uruguay, España y Estados Unidos son algunos de los países en los que se replica el formato de origen surcoreano, que forma parte de la nueva ola de propuestas que apuntan más al entretenimiento pasajero -y hasta bizarro- que al contenido.
Calificación: