LOS INMORTALES

Harry, el pillo

Harry Flashman nació en 1822 y participó en algunos de los acontecimientos más importantes del siglo XIX. Sirvió en el Ejército británico a lo largo y ancho del planeta, y recibió la Cruz Victoria, la más importante de su país; la Reina Victoria lo convirtió en un niño mimado. No fue la única condecoración de su distinguida y deplorable carrera. También consiguió la Medalla de Honor del Congreso de Estados Unidos, a pesar de que participó en ambos bandos de la Guerra Civil. En 1913 -dos años antes de su muerte- escribió sus memorias. Trece tomos fueron hallados en un salón de ventas de las Midlands en 1966. Su descubridor anotó: ``...constituyen un escandaloso catálogo en el cual pocos indicios podemos hallar de sentimientos decentes, y no digamos ya de altruismo...'.' En efecto, aunque Flashy se jactaba de haber sido intimidado por Bismarck, estafado por Disraeli, engatusado por Lincoln, sugestionado por Palmerston y batallado con Sherlock Holmes... la verdad es que fue un cobarde, un bribón y un libertino (en el Volumen IX se ufana de haberse acostado con 480 mujeres), un oportunista con todas las letras cuya maniobra favorita -después de la seducción de toda clase de damas- era atribuirse el mérito de triunfos en campos de batalla de los que había huido.

Estoy seguro, amigo lector, que ya se ha percatado de que Harry Flashman nunca ha existido. Es un espléndido personaje literario. Fue creado por el ex soldado y periodista inglés George MacDonald Fraser (1925-2008) que revivió la noble especie de la novela de aventuras, confirmando lo que siempre decimos aquí: no existen genéros menores; existen buenos o malos escritores.

Para superar sus dificultades económicas, Fraser presentó el primer libro de la saga en 1969 (son doce en inglés y trece en castellano). Y la fortuna lo besó en los labios. Consiguió legiones de fans en la anglósfera, pero algunos cómicamente engañados. Escribió hace cincuenta años, Alden Whitman en The New York Times: ``Hasta el momento, Flashman ha tenido 34 reseñas en Estados Unidos. Diez de ellos encontraron que el libro era una autobiografía genuina''.

EN LIQUIDACION

El propósito de esta nota es advertir a los lectores de La Prensa que en las librerías de saldo de Buenos Aires están liquidando las existencias de Las aventuras de Harry Flashman que el sello Edhasa había impreso en español hace veinte años. Vale la pena. Quien esto escribe está dispuesto a agotar la serie, pues combina el humor, el escepticismo político y el rigor histórico, en un delicioso formato de `impostura al cuadrado': es decir son las falsas memorias de un falso héroe del Imperio Británico. Tiene, además, el encanto de lo políticamente incorrecto.

Reseñamos aquí el décimo volumen de las memorias apócrifas: Flashman y el ángel del señor (Edhasa, 571 páginas). Nuestro antihéroe de imponente torso, gruesas patillas y cuidado mostacho se ve involucrado en un ataque terrorista en el estado de Virginia. Viajamos a 1859. John Brown, un fanático líder abolicionista que había ensangrentado Kansas, irrumpe en los arsenales de Harper Ferry, con el propósito de robar armas y dar un golpe de efecto para soliviantar a los esclavos negros. Dixieland quedó aterrada. Hoy se considera el ataque como uno de los detonantes de la guerra civil de Estados Unidos.

¿Cómo llegó Flashman hasta allí se preguntará usted? Bueno, es una larga historia, pero trataremos de resumirla en un párrafo. El coronel, después del motín en la India, debió huir de la noche a la mañana de Calcuta tras ser sorprendido por un juez con las manos en su esposa. Recala en Ciudad del Cabo por casualidad (debió subir al primer barco de pasajeros que partía), donde un antiguo enemigo le tiende una celada (usa a su hija como carnada) y lo envía secuestrado a Baltimore. Allí debería rendir cuentas a las autoridades estadounidenses por pecados del pasado, pero Harry se escapa y termina convirtiéndose en agente triple (temible operario del recontraespionaje) al servicio de una sociedad secreta abolicionista, de una masonería sureña predecesora del Ku Klux Klan y del servicio de inteligencia de Estados Unidos. Unos lo contratan para que favorezca los planes del violento Brown, el gobierno para que los frustre, en su carácter de asesor militar.

El libro no sólo es muy divertido, también es escrupuloso en cuanto a la reconstrucción histórica y el retrato de los personajes reales. Hay escenas libidinosas y otras de acción, muy bien urdidas. Encontramos, entre otros, al gobernador de Sudáfrica Sir George Gray; a Allan Pinkerton, el detective privado más famoso de la Unión; al senador y estadista neoyorquino, William Henry Seward; al general Robert Lee, a la postre comandante en jefe de las fuerzas confederadas.

El señor Fraser, que en 1999 recibió la Orden del Imperio Británico, hizo un trabajo formidable, hasta tuvo la delicadeza de añadir un generoso cuerpo de notas para ubicarnos en el contexto histórico. Se plantea una ucronía: ¿Era la guerra de secesión inevitable o Estados Unidos habría podido abolir la siniestra esclavitud sin pagar el precio de 750 mil muertos, como hizo Brasil?

Por su parte, el bueno de Harry Flashman deja una sugerencia a su legión de admiradores: ``Dedica todos tus esfuerzos mentales a la única cosa que verdaderamente vale la pena: sobrevivir''.