Gracias por el fútbol

El baúl de los recuerdos. Francia y Brasil le dieron vida a un partidazo por los cuartos de final de México ´86. Igualaron 1-1 al cabo de dos horas de notable calidad y los galos se impusieron desde los doce pasos.

En España ´82, Brasil y Francia habían hecho una decidida apuesta por el fútbol estéticamente delicioso. Brindaron excelentes partidos con la simple receta de reunir a los mejores jugadores dentro de la cancha. Con matices, la fórmula se repitió en México ´86. Y el destino los puso frente a frente en un duelo correspondiente a los cuartos de final. Deleitaron al público con un encuentro extraordinario y, al cabo de dos horas, no lograron sacarse ventajas. Empataron 1-1 y el pasaporte a las semifinales quedó en poder de los galos, que se impusieron en la definición desde los doce pasos.

Michel Hidalgo era el padre de la criatura en Francia. En el Mundial celebrado en suelo español se atrevió a juntar a cuatro talentosos mediocampistas como Michel Platini -un fenómeno absoluto-, Alain Giresse, Jean Tigana y Bernard Genghini. El técnico se despidió tras conseguir el título en la Eurocopa de 1984. Lo sucedió Henri Michel, quien compartía su gusto por la pelota bien tratada.

Michel respetó un leve retoque que su predecesor le había hecho a esa comunidad de exquisitos para obtener el cetro continental. Ya no era titular Genghini y actuaba Luis Fernández, español de nacimiento, pero afincado en suelo galo desde muy pequeño. Él se sacrificaba para que sus compañeros crearan. Y se sacrificaba tanto que la lúcida pluma de Juvenal -seudónimo de Julio César Pasquato- en las páginas de El Gráfico alumbró una definición perfecta para el rudo estilo del único que marcaba en ese lujoso mediocampo. “Reparte leña en bolsa y a domicilio”, apuntó ese maestro de un periodismo del que lamentablemente quedan pocos exponentes.

Telé Santana era el entrenador de Brasil. Su propuesta tenía reminiscencias de la que revolucionaria formula de Mario Zagallo en México ´70: los mejores al poder. Así como el DT del maravilloso equipo campeón del mundo que dejó para el recuerdo la magia de Pelé, Gerson, Tostao, Jairzinho y Rivelino, en 1982 aparecieron Falcao, Toninho Cerezo, Zico y Sócrates, apuntalados por un marcador de punta con pleno espíritu ofensivo como Junior. Los verdiamarillos brindaron funciones de gala en España hasta que la despiadada efectividad del italiano Paolo Rossi los mandó a casa.

Santana intentó mantener la estructura, pero una lesión de Toninho Cerezo conspiró contra sus planes. Tuvo que barajar y dar de nuevo. Y en el mazo perdió talento y encontró equilibrio. Aparecieron Alemao y Elzo, dos especialistas en la recuperación. Cedió un poco de protagonismo Zico, quien a los 33 años mantenía intacta su jerarquía, pero perdía ante las lesiones. La otra gran diferencia respecto del gran equipo que se quedó con las manos vacías en España ´82 estaba en la ofensiva. En lugar del empeñoso pero torpe Serginho, la delantera se enriqueció con la presencia de Careca, el socio ideal de Diego Maradona en el Napoli que hacía historia en la Liga italiana.

LA BELLEZA AL PODER

En 1986 tanto Francia como Brasil avanzaban a paso firme, pero ninguna de las dos selecciones había alcanzado un nivel tan elevado como el que los había distinguido cuatro años antes. El arte emergía esporádicamente. Como si se lo estuviesen reservando para una ocasión especial.

Esa ocasión se dio el 21 de junio en Guadalajara, la tierra que había quedado impregnada por el maravilloso legado de Pelé y su corte de genios en 1970. Estaba en juego una plaza en las semifinales de la Copa del Mundo. Pero, en realidad, esa tarde los dos equipos parecieron decididos a disputarse el honor de ser el poseedor del fútbol más bello del torneo.

Brasil, que venía de aplastar 4-0 a Polonia y acumulaba cuatro presentaciones sin goles en contra, tomó la iniciativa. Con Zico sentado en el banco de suplentes, Sócrates -un inmenso jugador, un luchador social al que no le tembló el pulso para enfrentar a la dictadura de su país- y Junior eran los encargados de la creación. Y creaban mucho.

Los verdiamarillos no eran inocentes y sabían que debían impedir que Platini sacara la varita mágica para conducir a los suyos. Elzo y Alemao se encargaron de esa tarea. Así, los de Telé Santana se podían dar el lujo de cederles la pelota a sus rivales y lanzarse hacia la valla francesa cuando se les presentaba la oportunidad.

Cargaban contra la última línea francesa. Llegaban una y otra vez. Joel Bats -¡por fin los galos contaban con un gran arquero!- se encargaba de negarle el final feliz a las incursiones ofensivas de los sudamericanos. Sócrates, un gigante de 1,93 metro y diminutos pies cubiertos por botines número 37, y Careca tuvieron dos oportunidades conjuradas por el guardavalla.

Apenas pasado el primer cuarto de hora, Junior, otro fenómeno, habilitó a Careca, quien sacó sus credenciales de goleador despiadado y sometió a Bats. El gol incrementó la ambición de ambos. La de Francia porque aspiraba a extender al mundo su corona europea; y también la de Brasil, que perseguía con ansia un título que se le negaba justamente desde los sublimes tiempos de Pelé.

Platini se adelantó unos metros y se escapó de los celosos Alemao y Elzo. Tuvo espacios para conectarse con Giresse, un chiquito que jugaba a lo grande. El partido era de ida y vuelta. Atacaba uno, respondía el otro. El mediocampo era, más que nunca, una zona de paso y de creación. Por los laterales hacían surcos Josimar, por un lado, y Manuel Amoros, por el otro.

Cuando se aproximaba el epílogo del período inicial, le tocó a Platini establecer la igualdad. Un centro del veloz, pero a veces atolondrado Dominique Rocheteau derivó en una lucha por la pelota entre Yannick Stopyra y el zaguero Oscar. El balón cayó en poder del 10 galo. Festejó su 31° cumpleaños con un toque sutil ante la salida del hasta entonces invicto arquero Carlos. Un tanto muy parecido al que le había marcado a Italia -un campeón del mundo en opaca retirada- en los octavos de final.

Hacía un calor infernal en el estadio Jalisco. Ardía el césped. La pelota también. No por la temperatura, sino por el fuego de los protagonistas, decididos a jugar a cualquier precio. Sí, a luchar también. Porque el fútbol no es solo belleza. Sabe, además, de esfuerzo.

Las acciones de peligro se alternaban en uno y otro arco. La ambición no descansaba. Ni siquiera cuando las fuerzas comenzaban a menguar. Bats era la figura de la cancha. Su actuación se antojaba tan determinante que opacaba la labor de sus colegas especializados en jugar bien -y lindo- al fútbol.

Santana recurrió a Zico para otorgarle más variantes en la elaboración a su equipo. El emblemático volante del Flamengo salió al rescate del seleccionado verdiamarillo. Recibió un gran pase de Branco y se internó en el área, donde fue derribado por el arquero. Era su oportunidad para ser el héroe de la jornada, pero esa condición quedó en poder de Bats, quien retuvo su débil disparo. Platini se acercó para consolar a su adversario. El fútbol en estado en puro.

Esa elección por el ataque siguió intacta durante la media hora del alargue. Buscaba Brasil y le contestaba Francia. Parecía más incisivo el conjunto de Téle Santana, pero Bats estaba en una jornada mágica. Se acercaron con insistencia a los arcos. La falta de puntería era llamativa, casi tanto como el lucimiento del arquero galo.

Carlos se salvó de la expulsión por derribar al delantero Bruno Bellone. El cansancio, finalmente, dijo presente y aunque siguieron buscando el triunfo, la intensidad disminuyó. Como contrapartida, se agrandó el suspenso. La definición llegó a la instancia de los penales.

Sócrates, fino, valiente, decidido, temerario… remató débil y Bats contuvo el disparo.  Sacó ventaja Stopyra y después todos fueron acertando. Lo hizo Zico, en una suerte de redención. Le tocó el turno a Platini. Besó la pelota. Pensó en doblegar con calidad al guardavalla, pero su remate salió muy alto, altísimo. Un bochorno. Julio César, un marcador central pleno de técnica, estalló su disparo contra un poste. La tensión era máxima. Fernández, ese español que “repartía leña en bolsa y a domicilio”, venció a Carlos. Francia avanzaba a semifinales; Brasil se despedía con pena y honor. Había sido un partidazo. Solo un equipo tenía futuro. Más allá del resultado, ganó la pelota. ¡Gracias por el fútbol!

LA SÍNTESIS

Brasil 1 (3) - Francia 1 (4)

Brasil: Carlos; Josimar, Julio César, Edinho, Branco; Alemao, Elzo; Sócrates, Junior; Muller, Careca. DT: Telé Santana.

Francia: Joel Bats; Manuel Amoros, Patrick Battiston, Maxime Bossis, Thierry Tusseau; Jean Tigana, Luis Fernández, Alain Giresse; Michel Platini; Dominique Rocheteau, Yannick Stopyra. DT: Henri Michel.

Incidencias

Primer tiempo: 17m gol de Careca (B); 40m gol de Platini (F). Segundo tiempo: 26m Zico por Muller (B); 30m Bats (F) le atajó un penal a Zico (B); 39m Jean-Marc Ferreri por Giresse (F). Primer tiempo suplementario: Silas por Junior (B); 9m Bruno Bellone por Rocheteau (F).

Definición por remates desde el punto penal: Sócrates (atajado), Stopyra (convertido), Alemao (convertido), Amoros (convertido), Zico (convertido), Bellone (convertido), Branco (convertido), Platini (desviado), Julio César (desviado), Fernández (convertido).

Estadio: Jalisco (Guadalajara, México). Árbitro: Ioan Igna, de Rumania. Fecha: 21 de junio de 1986.