Medicina y negocios: ¿aliados o enemigos?

Una interesante película de 2015, "The Big Short" (conocida como "La gran apuesta" en español), ilustra el caso de la explosión de la burbuja inmobiliaria entre 2007 y 2010 en Estados Unidos y en varias partes del mundo en razón del mismo sistema de las hipotecas "subprime", con datos y personajes reales. La historia se centra en Michael Burry, un inversor especializado en descubrir activos sobrevaluados y apostar a la baja de ellos, de allí el título en inglés de la película "The Big Short", ya que ese sistema de compra y venta a diferentes montos, menores claro, se conoce como short en la jerga bursátil.
La pregunta es ¿qué tendrán que ver Burry, Christian Bale, el actor que lo interpreta, famoso entre otras por la saga Batman, con una nota en la sección salud? 
Empecemos con algunas conexiones: un retinoblastoma es un tumor, como lo indica su nombre, de células de la retina y que necesita en algunos casos de la remoción del globo ocular. Burry tiene una prótesis ocular por haber padecido esta patología en su infancia, pero no solo eso lo acerca al campo de la salud, sino que él mismo se auto diagnosticó un síndrome de Asperger (algunos adjudican a ello en el drama-documental novelado la razón de su percepción particular en las finanzas), al estudiar la patología diagnosticada a uno de sus hijos y encontrar similitudes. Pero quizás la más notable coincidencia es que, a nivel académico, se trata de un médico neurólogo graduado en la Universidad de Vanderbilt y con licencia activa en California, a pesar de no ejercer activamente. 
Sin embargo, la real coincidencia con lo que nos ocupa, es que su especialidad financiera es encontrar activos financieros sobrevaluados con potencial pérdida de valor. Este tipo de operatoria, los activos en "short", fue extrañamente citada en las últimas semanas en revistas científicas como Nature o en especial en Science, ¿la razón? Matthew Schrag un investigador en Neurociencias de la Universidad de Vanderbilt, la misma de Burry, había publicado artículos cuestionando la validez de los datos respecto a una droga, el Aducanumab comercializado como Aduhelm (que aún está siendo cuestionada y en revisión), una anti proteína amiloide Beta. 
La acumulación de esta proteína es una fuerte hipótesis en la enfermedad de Alzheimer, pero sin ser definitivo que la acumulación de ésta sea causa o consecuencia de la patología. Por sus cuestionamientos, Schrag fue contactado por un abogado que representaba a dos inversores que sospechaban que una droga en experimentación, el Simufilam, que bloquearía los depósitos de esta proteína (AB*56), podría fracasar en caso de ser ciertas las hipótesis de Schrag. En tal caso, las acciones caerían y ellos ganarían millones según el modelo en que el Dr. Burry prevalece, el famoso "short". 
Siguiendo una trama casi de ficción, los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH) invirtieron 1.600 millones de dólares en proyectos sobre la proteína amiloide, solo en el último ejercicio fiscal. Y, finalmente, por si faltaran elementos a la trama, que los dos inversores son investigadores en neurociencias. 
Pero ¿Cuál era el trabajo de Schrag que motivó el interés de los clientes del abogado que lo llamó? El trabajo encargado era revisar las imágenes publicadas por el laboratorio para pedir la autorización del Simufilam y que sostenían la hipótesis amiloide y él ya había expresado dudas respecto a ellas. En concreto, encontró imágenes que dijo serían duplicadas y algunas inclusive construidas con diferentes imágenes. Schrag aceptó el trabajo y eso lo llevó a traccionar de un hilo que lo llevó mucho más lejos, a otros trabajos, concretamente a los trabajos que dieron impulso a esa hipótesis de la proteína amiloide, el que anunciaba Lesné en su trabajo de 2006 en, sí: Nature.
La hipótesis sobre la proteína amiloide es la dominante en cuanto a la enfermedad de Alzheimer. Sin embargo, a partir de un trabajo de 2006 en el que se demostraba que una proteína amiloide, la AB*56, actuaría sobre la memoria, se transformó en el referente a partir del cual se comenzaron cantidad de estudios clínicos y de investigación. El trabajo era encabezado por un brillante ex graduado de la Universidad de Caen en Francia, Sylvain Lesné, en ese momento del equipo de Karen Ashe de la Universidad de Minnesota. Esta última, referente mundial ya que había colaborado en los trabajos que llevaron a los estudios sobre los priones, proteínas relacionadas con enfermedades del sistema nervioso, como la de Jakob-Creutzfeldt y que dieron el premio Nobel a Stanley Prusiner en 1997.
El hallazgo que cuestionaba las imágenes es en alguna medida para simplificarlo y quizás banalizarlo ya que se ha escrito mucho al respecto, como si alguien encontrara evidencia científica real y comprobable (no conspirativas y delirantes) de que las imágenes del hombre en la luna han sido, como califica Science respecto a la hipótesis que Schrag cuestiona, un "elaborado espejismo".
El tema es increíblemente complejo ya que abarca a universidades e investigadores muy respetados, a infinidad de trabajos subsiguientes (se calcula que más de 20.000 con sus correspondientes subsidios), a más de 15 años de investigación científica sobre lo que podría ser un engaño orquestado o, al menos, una pista falsa en caso de probarse. 
Consecuencia de esto, las mismas publicaciones en particular la original, Nature 2006, han puesto una nota de precaución a quienes leen las referencias al día de hoy, ya que dicen, la controversia ya se está investigando, es decir no es descartada, a pesar de todo lo que implicaría su cuestionamiento. Las enormes inversiones, el esfuerzo, en tiempo y dinero, multimillonario, podrían significar un profundo replanteo. Desde el punto de vista médico, es reconsiderar una teoría que ha sido la más citada en una patología que afecta a millones de personas. De todas maneras, el tema está lejos de estar cerrado, es solo el comienzo.
Sin embargo, cualquiera sea el caso, nos obliga a replantear los paradigmas respecto a la investigación, a la medicina, a la ética de ambas, y de alguna manera aceptar que los factores económicos y los grupos de poder de todo tipo juegan un rol cada vez más importante en la salud y no puede ser ignorada esa interrelación de factores y los intereses en juego. Aferrarse a posiciones dogmáticas o ideológicas sería la peor estrategia ya que, en definitiva, por ejemplo en este caso, todo esto se trataría de la búsqueda de una solución o al menos un alivio para quienes padecen esta devastadora enfermedad y para sus familias.
Al mismo tiempo, y en una época en que la investigación médica salteó algunos límites básicos, en función de la excepcionalidad, entender que el intento de separar economía y salud, no es ya posible. No es solamente lo que el aspecto material representa para el sostenimiento del sistema de salud, sino la necesidad de incluir y observar ese parámetro, la economía, con mucho cuidado, aceptando la realidad. La investigación es necesaria y es muy costosa, pero guiadas preponderantemente por las ganancias de los "share o stock holders", los accionistas, puede no representar un interés para la salud, el equilibrio y la ética, sumado al bien común. Cualquier parcialidad, ocasionará desbalances perjudiciales. 
Las ganancias que han registrado las empresas triunfadoras en la bonanza de las vacunas han sido únicas. De manera interesante, a veces parte de la investigación en algo que se considera ajeno, como el dinero, señala el camino. 
También la evolución de las ventas en corto por parte de grupos relacionados con expertos o laboratorios mundiales, o sus CEOs, en función de la salida de algún informe en uno u otro sentido fue muy significativa.
Los medios se han llenado de personajes presentados como expertos pero que en realidad no manifiestan claramente sus intereses o a cuáles directa o indirectamente representan.
Recordemos que nuestros gobernantes decían que tenían que elegir entre salud y economía, y hasta en un lapsus, alguno dijo "elegimos la economía", y efectivamente a veces eso parece.
No se trata de rebelarse sino aceptar que la medicina y la economía son variables inseparables, pero por eso mismo un inmenso cuidado en la forma que las mismas interactúan, ese es el dilema de la medicina actual y de la salud en general. 
En la historia, pero también en los individuos, existen relaciones de inevitable conveniencia mutua. Quizás valga explorar este tema antes de llegar a la "terapia" de una pareja que a veces es disfuncional, con graves consecuencias para la familia.