Una propuesta indecente

Señor director:

Confieso que quedé estupefacto. Si lo hubiera leído me habría quedado la duda acerca de algo sacado de contexto o tergiversado o mal interpretado. Pero no, lo oí y lo vi: “Hay que controlar la natalidad de los pobres, si no, la Argentina va a ser una gran villa miseria”. 

Y el que lo dijo es un “experto” en economía y pretendió (tal vez lo siga pretendiendo) ser presidente de la Nación. Se llama José Luis Espert y yo le preguntaría cómo planea lograrlo. 

Porque inmediatamente se me vinieron a la cabeza los nombres de George Soros y Mao Tse-tung. Y casi enseguida procuré imaginar casos como el de Margaret Sanger, el apartheid, la depuración racial pero llevadas a cabo por un exponente egregio de la libertad (más allá de la de mercado) y la democracia y renombrado ortodoxo postulador del liberalismo vernáculo. 

Nunca pensé que estar en contra de las demagógicas AUH podía llevar a algo tan drástico, pero lo tajante de la afirmación no admitía una interpretación menos atroz. Porque considerar que todas las mujeres que tienen hijos siendo pobres lo hacen por interés me resulta aberrante. Me basta con conocer a muchas que los tienen con enorme esfuerzo, cuidado y devoción. Aún algunas que reciben ayuda social merecida, aunque apenas les alcance para sobrevivir. 

¿Ésto es todo lo que se puede proponer? 

Entonces, el gran interrogante es: Un sedicente experto en economía que propone el resurgimiento del país, ¿es incapaz de tener un programa suficientemente sólido como para hacerlo de otro modo? ¿Sólo ve el bienestar de unos pocos afortunados que tienen el privilegio de gozar de un pasar holgado, una educación asegurada, de una situación acomodada, eliminando a los que están fuera de ese círculo selecto? 

Es muy duro saber que muchos, incluso personas cercanas, no sólo no se escandalizan, sino que aprueban o toleran esas posturas alegando que “lo otro” es peor. Argumento que, por otra parte, se esgrime desde la vereda de enfrente. 

Pero nada debería asombrarme cuando este gobierno ha mandado hace unos pocos días una nueva carta de intención comprometiéndose a profundizar la terrible Agenda 2030 de las ONU que prácticamente obliga a estas políticas de degradación, deshumanización y perversión. 

Y mucho antes, cuando en el actual período tanto como en el de Macri, la atenta lectura de sendos compromisos con el FMI al solicitar suculentos préstamos agregaba en unos escondidos últimos renglones su decisión de acentuar las eufemísticas políticas de “género” y afines, que no son más que el suicidio asistido pero voluntario de la Nación. 

Recuerdo, sí, un caso de aquel que le pagó a su verdugo. Pero, claro, era la antítesis de nuestros políticos que a toda costa quieren salvar su cabeza. En cambio, él la perdió gustoso por servir a Dios y al reino antes de ceder ante los caprichos viciosos de su amigo el rey, cuando ostentaba un altísimo cargo a su lado. Fue ni más ni menos que el mártir Tomás Moro. 

Genuflexos sin Dios.  

Una sola causa lleva a estas consecuencias: la adoración a los bienes materiales. A izquierda y derecha ese es el primero de los mandamientos. 

En su poema a Roosevelt, Rubén Darío hablaba de los “mil cachorros sueltos del León Español” y le advertía: “Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!” 

Hoy somos nosotros los que estamos de rodillas pero no ante Dios. Sino ante los que se erigen en dioses. Y no hay cachorros de león sino apenas gatitos que, simulando rugidos para los propios, apenas maúllan afuera y huyen como si les echaran baldazos de agua fría y después se acercan reclamando las migajas con que los adiestran. 

Y guay con mentar a Dios. No lo mezclemos en estas cosas. Eso es de retrógrados. Acá estamos hablando de plata. Y si no hay suficiente, mala suerte… para los pobres. Que les den de comer los populistas, la casta; pero con la suya. Nada de Bien Común, subsidiariedad y menos Caridad cristiana. Una cosa es ir a Misa y rezar y otra la política, la economía, la educación o la cultura. ¡Qué embromar!, se dirá con sorna o a modo de imprecación. 

Por cierto, considerando una exageración anacrónica la parábola evangélica cuando dice: “'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios". 

Pero quizá la enseñanza ya no es proclamada en alta voz o desde los tejados. Apenas se la diluye en ideologismos solapadamente envuelta en consignas sociales populistas meramente terrenales o en retóricas alusiones a la concordia y la tolerancia, incluso muchas veces por parte de quien uno esperaría que por misión principal lo hicieran claramente y con oportunidad o sin ella. 

Juan Martín Devoto 

DNI 10.625.501