Siete días de política
Fernández adelantó la entrega del poder a Massa y Cristina
Frente a una corrida del dólar imparable los presidentes de las cámaras del Congreso avanzaron sobre el control del Ejecutivo. Incertidumbre sobre el poder real del ministro de economía
La explosión del dólar obligó al oficialismo a una reconfiguración política. Se supone que de la nueva distribución del poder surgirá el plan para frenar la crisis, pero la incertidumbre persiste porque el futuro ministro de Economía pidió prórroga hasta el miércoles para presentar su plan. Fue todo tan improvisado que se tiró al agua sin tomar siquiera las primeras lecciones de natación.
La tumultuosa semana que pasó dejó, sin embargo, una certeza: el presidente adelantó la entrega del poder. Cristina Kirchner y Sergio Massa, se hicieron “de facto” cargo de la gestión después de sus inacabables desaciertos y dilaciones. Es llamativo como la historia se repite. En un mes de julio, pero 14 años atrás, Cristina Kirchner convocó a Massa para que reemplazara como jefe de gabinete a Alberto Fernández.
En aquel momento el kirchnerismo había sido derrotado en el conflicto con el campo y Fernández pagó los platos rotos. Hoy Cristina Kirchner repite la jugada, porque aun cuando Fernández haya asumido la Presidencia de la Nación, la que tiene el poder real es ella. Massa vuelve a reemplazarlo en la gestión diaria, más allá de que en lo formal Fernández siga siendo presidente y él asuma como un ministro de Economía con anabólicos.
Pero las certezas disponibles llegan hasta ahí. El poder real de Massa continua siendo una incógnita y la manera más exacta de medirlo es el manejo del área de energía y del Banco Central. En ninguna de las dos, claves para el control de la crisis, pudo instalar a su gente.
Otra manera de evaluarlo será la de las medidas de ajuste que deban pasar por el Congreso. ¿Cristina Kirchner que mandó a votar contra el acuerdo del FMI y que nunca avaló de manera pública el efímero plan de Batakis, aprobará cualquier forma de reducción del gasto que eventualmente promueva el nuevo ministro?
El comportamiento de los mercados el viernes mostró que los cambios de gabinete le dieron un respiro al oficialismo. Pero será naturalmente breve (ver Visto y Oído).
La ecuación de lo ocurrido la semana última tuvo tres términos: integración del gabinete, poder y liderazgo. Al margen del nuevo loteo de ministerios, el poder sigue en manos de Cristina Kirchner que apartó a Fernández porque se convenció que no sólo era incapaz de mitigar el caos económico, sino de garantizar la llegada a las elecciones del año próximo en un clima que no la condene a un fracaso inevitable.
Ese apartamiento la pone al frente del gobierno, aunque el encargado directo operar sea Massa. Ergo, si a Massa le va mal, no podrá evitar el costo político y, si le va bien, tendrá un adversario fortalecido en la interna peronista. Así de compleja es la situación que debe enfrentar por el fracaso aplastante del candidato que eligió en 2019.
Por eso no se trata sólo de un cambio de gabinete, sino de la definición del liderazgo peronista que hasta el momento era indiscutiblemente de la vice. Los gobernadores e intendentes que reclamaron los cambios tuvieron como contrapartida el elocuente silencio de la Cámpora y de otros seguidores de CFK.
Los gobernadores jugaron un papel relevante. Terminaron de convencer a Fernández de que Batakis carecía del volumen para manejar la crisis. También frustraron el reemplazo de Juan Manzur por Jorge Capitanich, candidato de Cristina Kirchner. El desgaste que le causó Fernández con su mal desempeño a la vice en la interna oficialista es cada vez más ostensible.
En síntesis, Massa asumirá el martes en un escenario no sólo marcado por la falta de dólares, la inflación desbordada y los reclamos de gobernadores, sindicalistas y piqueteros, sino también por un notable desorden político, que los tironeos entre el presidente y la vice agravaron añadiendo volatilidad a una corrida cambiaria que se recordará por mucho tiempo.
En ese contexto la irrupción de Massa dejó heridos como Batakis que se enteró en los Estados Unidos de su defenestración después de haber puesto la cara ante el FMI y los empresarios y como Daniel Scioli que debió volverse a la embajada en Brasilia sin empezar la gestión para la que había sido convocado de urgencia por Fernández.
En este mal clima enfrenta también la desconfianza de la vice por su pasado antikirchnerista y del presidente que debió allanarse a la intervención, pero que conserva la formalidad del poder y, no menos importante, capacidad de veto.
La gran pregunta es si en estas circunstancias podrá hacer lo que ni Fernández, ni Guzmán, ni Batakis hicieron para frenar (o dejar de incentivar) la corrida: subir la tasa de interés por encima de la inflación y cambiar le ritmo de devaluación, entre otras medidas espinosas. En la suerte que corran simples decisiones de ese tipo se sabrá si la aventura de Massa conserva alguna probabilidad de éxito.