UNA MIRADA DIFERENTE

El sainete del conventillo nacional

Tras la designación de Sergio Massa en el ministerio de Economía es un grave síntoma que todavía haya quienes, de buena fe, crean que puede ofrecer alguna solución.

Bartolomé Ángel Venancio Alberto Vaccarezza, Don Alberto Vacarezza, fue el mayor biógrafo de la sociedad moderna argentina que tanto contribuyeron a plasmar aquellos que vinieron en los barcos, aunque unos se hayan quedado en el puerto y otros se hayan ido al campo. Lo que hoy se llama tal vez con cierta ampulosidad La Patria, cobró su forma definitiva a fines del siglo XIX y principios del XX, cuando el país se pobló de europeos –no precisamente aristócratas, oligarcas ni burgueses– que conformaron al ser argentino que somos todos, un raro personaje mitológico que a veces nos enorgullece, a veces nos avergüenza y a veces nos espanta. 

Don Alberto, de a ratos poeta, de a ratos columnista de radio, de a ratos autor de tangos, creó un género de teatro único en su género, el sainete, una especie de grotesco mezclado con el absurdo, una tragicomedia, un dolor con sonrisa triste, que, siempre tenía como escenario el conventillo, el auténtico símbolo del crisol de razas conque amamos definirnos. Seguía así, de un modo casi radioteatral, el perfil sicosociológico conque el oriental Florencio Sánchez definiera a los rioplatenses en su gran obra teatral M’Hijo, el Dotor. 

Por las piezas de esos conventillos vacarezzianos pasaban el caficho, el tano melancólico y llorón, el escruchante (ladrón que serruchaba tableros de puertas) el gallego ignorante, la prostituta siempre rubia y siempre “polaca”, el embaucador, el timador, el charlatán, el timbero, el malevo y el linyera, el manguero y el atorrante, el temulento, el poeta y el cantor. Después, con las nuevas generaciones, los hijos de esos arquetipos serían doctores, con diploma o sin ellos -como predijera Sánchez- frutos de una educación de excelencia. 

Los personajes de esos conventillos, sus diálogos, sus estilos, sus conductas, su catadura, que después fueron tan bien remedadas por Alberto Olmedo en algunos de sus típicos cuadros, se parecen mucho a los políticos y gobernantes actuales, o, por una perversa involución, sucede a la inversa: éstos se parecen a aquellos. Con la diferencia que los originales estaban intentando sobrevivir ganando mendrugos en un mundo desconocido y al que habían caído sin salvavidas ni esperanzas, y los de ahora están enriqueciéndose en ese gigantesco sainete que han montado, dejando a la gente sin salvavidas ni esperanzas, ganando mendrugos.  Sainete. Nombre que tan bien define, junto con el de conventillo, la situación general. 

Triste puesta en escena

La sociedad, como aquel espectador de teatro de Vacarezza, asiste casi con complicidad a la triste puesta en escena, sin comprender que en este caso es en serio, que está siendo timado y que al salir del teatro serán los actores los que se estarán riendo de ella. Aún más grave, una gran parte de la sociedad no quiere admitir que está escribiendo el libreto de su desaparición, cegada por las palabras y las promesas de felicidad y justicia social instantánea de cuanta necesidad se le ocurra. 

No es nada nuevo, pero la imagen del video de la señora de elaboradas rastas decoloridas defendiendo su condición de planera y divorciando al Estado de aquellos que lo costean por la fuerza como si fuera un Dios al que sólo hay que rezarle u ofrendarle algún sacrificio (como el de ir a una marcha piquetera por ejemplo) debería haber servido para mostrar a los pocos que aún tenían alguna esperanza que lo que se llama el problema argentino no tiene una solución clara ni rápida, suponiendo que tuviera alguna solución. 

El episodio de la designación de Sergio Massa en Economía no es exactamente un sainete, aunque la definición surja espontáneamente, sino más bien una obra de otro estilo: el circo de los hermanos Podestá, otros orientales que popularizaron la figura de grandes payasos. Aunque para quienes analizan el momento con crudeza, el payaso más apropiado para esta instancia y esta situación sería el siniestro It de Stephen King. 

Este largo introito tiene por objeto confirmarle al lector que la columna no toma en serio lo que haga o diga Sergio Massa, mucho menos si lo hace con la anuencia, el permiso, la orden tragando saliva o no, de Cristina Kirchner. La idea de que un nuevo peronismo bueno, representado por quién venga, unido a un viejo Juntos por el Cambio más pragmático, capitaneado por Rodríguez Larreta, Santilli y elenco, se pondrán de acuerdo para salvar al país, es simplemente una trampa más del peronismo, consentida por el resto de la política, a esta altura un coro secundario de la ópera puesta en escena desde hace tres cuartos de siglo. 

Aquí podría terminar esta entrega. Pero por respeto al lector, habrá que hacer el esfuerzo de tomar en serio la supuesta nueva propuesta y de analizarla también en serio. 

Nada nuevo bajo el sol

Habrá que comenzar explicando que hasta ahora no existe ninguna propuesta nueva. El único lineamiento claro que rige es la posición del FMI, que contra la impunidad de su silencio su tolerancia y su falso justificativo genérico de que la inflación y el déficit se deben a la guerra, exige ciertas metas monetarias, ciertas metas fiscales, ciertos aumentos impositivos para bajar el déficit, una reforma jubilatoria y una baja del gasto inmediata. A la dramática instancia económica de hoy se llega luego de diversas variantes, aplicadas durante varios años y sostenidas aún desde la oposición del mismo concepto proteccionista, precario y de barrio vacarezziano, de vivir con lo nuestro, de confiscar los dólares y la propiedad ajena, de ignorar la acción humana, de querer redistribuir los patrimonios privados para ganar elecciones en un formato de coima barato, o sea populista, de inflado del gasto público y político con amigos, testaferros, empresarios coimeros retorneros, amantes y sobre todo incapaces amanuenses militantes, y tras una emisión de pesos descontrolada propia de orates, que respondieron a la seudo concepción cristinista de poner platita en el bolsillo de la gente, y luego a la supuesta aplicación de un ancla cambiaria para no provocar la correspondiente inflación que ha llevado a todo el país a la parálisis y la desesperación y ha aporreado cruel e injustamente a los trabajadores, a las Pyme, al campo y a todo el sector productivo nacional.

De modo que ninguna política que pueda proponer el gobierno a partir de ahora es fruto de la racionalidad y la recapacitación, sino que es un parche obligado para zafar de esta situación, un remedio que tomará con asco y que dejará de aplicar cuando se vuelva a sentir con armas para seguir aplastando al sector productivo, su plan central. Por ejemplo, uno de los rumores – sólo rumores de amigos pagos – dice que se permitirá por un mes la liquidación de dólares de los exportadores a un valor similar al Contado con Liquidación y sin aplicar retención alguna. Suponiendo que tal sueño fuera cierto, en principio, (habrá que ver lo que queda entre hoy y el miércoles luego de pasar por los mil filtros de los intereses, negocios y psicopatías peronistas) durará un mes. Apenas un “pido”, una tregua. Para juntar aire, o dólares, y seguir con el plan original confiscatorio. Los dólares, como se saben, son de la señora de Kirchner. En lo simbólico y en la práctica. Imagínese ahora la confianza que puede generar en el productor un sistema que le permite tomar una bocanada de aire por un mes para luego volver al cepo y la confiscación de la retención. O en cualquier inversor o prestamista. Sólo un tonto o un ladrón podría invertir en esas condiciones, como aquí se ha dicho siempre. Por eso aquellos que están siendo tentados por los emisarios sergistas para ser la supuesta pata liberal del cristinismo, deberían abstenerse. 

Hablando de ladrones, el jueves y viernes aparecieron los amigos del círculo de cuadernos rojos comprando bonos y acciones y vendiendo dólares en el mercado paralelo. ¿Cómo cobrarán esos favores? ¿Massa va a aumentar o a disminuir el poder de sus amigos prebendarios de la UIA?  Creer que los cambios y los nombres que se arrojan ahora desesperadamente van a producir confianza, elemento vital para que el país respire, es haber dejado de pensar. 

Por el lado de la baja del gasto, tampoco hay que esperar que el Gobierno apruebe una baja en el gasto político, que debería ser el primero en cortarse, por dos razones: primero por una cuestión de ejemplo ético y luego porque el ahorro posible en este rubro es el 100% en cada gasto, no un pequeño porcentaje. Llama la atención no sólo que se hayan seguido oficializando nombramientos pese a las promesas de Batakis al FMI y la sociedad, pero más informativo como pista es el hecho de que todos los desplazados por la barrida sicótica no se vayan a sus casas, sino que sean trasladados a otros cargos, y los que están en esos cargos a otros cargos, y así sucesivamente, en un juego infinito de espejos y de nuevos gastos. No hay modo de pensar que el gigantesco conventillo de la política decrete la reducción del costo político, ni el cese del latrocinio. Eso es una prerrogativa del poder, como enseñó Machiavelo. Sí se bajará el gasto total, como ordenó el FMI, pero será el que afecte derechos verdaderos de jubilados legítimos, trabajadores, Pymes, productores, cuentapropistas, comerciantes y similares, vía decretos, controles, amenazas o vía impuestos. Habrá que ver cómo sienten estos seudocambios los diversos sectores que ahora están esperanzados en un milagro, sin razón ni argumento alguno, aferrados a un hierro caliente. 


El prontuario


Es bueno recordar que Sergio Massa ha sido funcionario, y lo ha sido su esposa, súbita experta en cloro, de todos los gobiernos kirchneristas y peronistas de esta larga etapa, salvo en la derrota.  Defendió hasta la inmolación las políticas que supuestamente se espera que ahora cambie. Claro que jura ahora que estuvo siete años estudiando economía. Esta columna no abrirá opinión sobre la credulidad de sus lectores. La presencia o la cercanía activa de Midlin, Manzano y Eskenazi en el entorno massista y sus operaciones reservadas no parece dar pie a ninguna eclosión de entusiasmo. 

Con relación al FMI, los márgenes de negociación prácticamente no existen. De nuevo, aún con la tolerancia ejercida por la reseteadora 2030 Georgieva, que seguramente no se pasó 7 años estudiando economía. Como no hay manera posible de cumplir lo que está exigiendo, que es apenas un mínimo de lo que pide la lógica, no ya las reglas económicas, no hay que elaborar mucho para comprender que tanto los aumentos de impuestos, que el ente reclama casi obsesiva y estólidamente hasta para luchar contra la inflación, (el objetivo es empobrecer) como la reducción del gasto, caerán sobre los mismos que hasta ahora, golpeando, paralizando y saqueando aún más a los sectores en quienes más debería apoyarse y en quienes más debería creer. ¿O es que alguien piensa que los ajustes afectarán a los gobernadores, que tienen un fenomenal negocio político y económico personal montado y que son la “columna vertebral del movimiento”? ¿O acaso se esperan grandes cambios si en Industria se ha designado a quien sonaba desde el principio, el inefable no industrial Ignacio de Mendiguren? Difícil compatibilizar su proteccionismo a ultranza con un cambio creíble hacia una política de apertura, o al menos seria que le sirva al país. 

¿O se piensa que bajará el gasto o el formato de regalarles plata a los piqueteros, dueños de la calle apañados en todos los distritos en especial en CABA, que ahora adoptan disfraces diferentes de enojados y descontrolados opositores como pasó tantas veces en las mil etapas y diez mil facetas peronistas? 

Ni siquiera haría falta mencionar que la sociedad nacional, con escasísimas excepciones, que son los que se llamarían sectores meritocráticos, es decir los que trabajan estudian, producen, crean, invierten y arriesgan, piensa como la señora de las rastas, o piensa con las rastas, da lo mismo. Entonces, cualquier ajuste que la afecte no solamente crearía un caos incontrolable que además se viene fogoneando, sino que pegaría todavía más en las chances electorales del gobierno, en cualquiera de sus versiones, golems o Chirolitas que fuere. Inimaginable ver a Sergio Massa transformado en un moderno Churchill ofreciendo solamente sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas. Tal vez no leyó esa parte de la historia en estos siete años. 

Otro de los planes-sueños que se esperan, es que una vez que se consigan en agosto 8 ó 10 mil millones de dólares, peso más, peso menos, se contará con reservas que permitirán volver al cepo y más retenciones, controlar el tipo de cambio y seguir cuerpeándole a la inflación y piloteando la emisión, en un tira y afloja de un BCRA más férreo, con otra conducción, algo que ya se vivió decenas de veces y siempre terminó en catástrofe y en tramoyas de amigos. Del palo y no del palo. Pero amigos de los palos. Verdes. Suponiendo que la oposición consintiera semejante atropello, pese a que es capaz de cualquier hipocresía, o hubiera llegado a tal grado de discapacidad mental,  para tener esperanzas políticas (Massa las tiene) se debe pasar por tener algún éxito, que nunca se tuvo, en la pulseada cambiaria-monetaria-financiera-bancaria-leliqs-tasa de interés, inecuación que puede empeorar hasta el default si se produjese el milagro de permitir la liquidación de dólares del agro a mercado libre y sin retenciones, lo que pondría en el mercado una masa de pesos que muy difícilmente produciría una inversión en esa moneda, por mucho swap o futuro que se inventase, sino sobre el paralelo, y que requeriría un manejo dictatorial del BCRA, contrario a toda inversión. El sueño llegaba ayer a imaginar que el tesoro americano prestaría una masa importante para dolarizar. Algo incompatible con la ideología y el discurso de la colección de adláteres de Cristina Kirchner, pero en la línea periodística bonachona de sostener que Zaffaroni era un jurista, ella una política y oradora de nota, y Evita era santa. ¿Braden y Perón, en vez de Braden o Perón? Anoche, en los comentarios periodísticos, Massa estaba a un paso de ser un estadista.

Cualquier concesión que se pensara hacer, como a los posibles inversores en Vaca Muerta, o a los amigos que salieron a ayudar el jueves y ayer en los mercados bursátiles y las cuevas a cambio de alguna encuadernación futura, golpearía con más emisión, más inflación y cero inversión. Y queda todavía pendiente la aplicación de los aumentos tarifarios, otro mandato del FMI que no estaba resuelto ni para Fernández, ni para Batakis ni lo está para el nuevo ministro, y que a poco que se aplique tendrá resultados y efectos impredecibles.  Para medir el problema: pese a las manos amigas vendedoras el Central tuvo que desembolsar ayer 150 millones más de los dólares de Cristina (o de los depositantes, mejor) 

Avalancha de optimistas

Si al lector le parece que la columna no colabora a una recuperación de la confianza, habría que aclararle que la confianza no se basa en silenciar los hechos, ni gratis ni rentadamente. Y es por otra parte la obligación de quien intenta analizar la realidad frente a la avalancha de optimistas que han surgido de pronto, como si no hubiera ningún antecedente del nuevo ministro de Economía y como si la solución fuera una cuestión de usar la lapicera, como diría la jefa del movimiento. (O del parate)

Es cierto que el nuevo ministro cuenta con el apoyo de algunos operadores de Wall Street, como titulaban ayer algunos medios, que obviamente pueden estar interesados en los buenos negocios con que se les retribuiría su apoyo en esta instancia. Algo parecido a las mismas manos amigas que ayer salieron a bajar el blue y a comprar bonos regalados argentinos, sobre todo en mercados muy chicos frente a la incertidumbre. No será la primera vez que algún fondo haga una apuesta a manos K, y después termine en algún juicio en Nueva York o en el CIADI contra el país, decepcionado y quejoso. Entonces, lo que hay que preguntarse es: ¿qué significa solucionar el problema?  ¿Y el problema de quién se solucionaría?   Para muchos, resolver el problema es hacer un ajuste direccionado sin que el peronismo ni la oposición ni los piqueteros ni los sindicatos reaccionen ni pataleen. Y no se pierdan votantes. 

Y existe una posibilidad adicional, que abriría la puerta a un cambio real, a un precio altísimo y gravísimo. Que la condición sine qua non de Cristina para permitir y tolerar este supuesto aperturismo massista sea la garantía de su impunidad con algún formato a discernir. Algo parecido a lo que supuestamente pactó con Alberto Fernández y éste no le cumplió.  Sería una indignidad más que pagaría toda la sociedad para siempre, que daría la razón a Perón en su célebre triste frase: “Peronistas somos todos”. 

El sainete más conocido de Don Alberto Vacarezza fue El conventillo de la Paloma. La Paloma era una de las inquilinas. Hoy lo reescribiría y le cambiaría el nombre a la protagonista en el título.