Ecos de los setenta

Las 7 inconsistencias de una condena

El salteño Julio Flores lleva más de siete años en prisión proclamando su inocencia por un caso de lesa humanidad. Pide esperar en su domicilio una revisión honesta de su caso. Está en huelga de hambre desde hace ocho días.

Como sucedió durante los siete años y siete meses que el salteño Julio Narciso Flores lleva proclamando su inocencia desde la cárcel sin ser oído, a nadie parece importarle tampoco que lleve ocho días sin probar bocado en una huelga de hambre silenciosa. Flores anhela una revisión honesta de su caso y que le concedan, hasta entonces, la prisión domiciliaria. Pero parece que no hay en la Argentina quien se haga preguntas.

A partir de un diálogo mantenido con Flores desde el Complejo Penitenciario Federal III de Salta y de un cotejo con el fallo judicial, surge que en su condena hay al menos siete inconsistencias que merecen una respuesta.

Flores fue condenado en 2019 por el Tribunal Federal Oral No 5 de San Martín por delitos de los llamados "de lesa humanidad", lo que para muchos es un asunto terminado. La Cámara Federal de Casación Penal, por ejemplo, desestimó "in límine" un recurso de la defensa. Sin embargo, el fallo fue luego apelado ante la Corte Suprema, que debe ahora decidir.

Se le imputa haber sido "jefe de guardia" en el centro de detención conocido como Mansión Seré, en la I Brigada Aérea de El Palomar, en el año 1977. El tenía entonces 19 años, era cabo de la Fuerza Aérea, recibido hacía ocho meses en la Escuela de Aviación de Córdoba. Había ingresado para ser mecánico de aviones. Hoy tiene 64 años. La condena a 25 años de prisión por "privación ilegal de la libertad" es, en la práctica, una condena a morir en prisión. ¿Y si fuera inocente como proclama? Veamos algunas inconsistencias del caso:

1. Testimonios dudosos: La imputación inicial era por 76 casos de secuestro, tortura y muerte. Se lo acusaba incluso de haber sido jefe de patrulla de secuestradores. Pero los cargos se fueron cayendo uno a uno. Quedó el de privación ilegal de la libertad, "agravada por el uso de violencia o amenazas", sobre 31 víctimas. Sin embargo, los testimonios que parecen aludir a Flores no son tampoco 31, sino 5. Y la cosa no queda allí. Si se examina estos últimos testimonios, uno manifiesta que los guardias tenían unos 40 años (él tenía 19). Otros mencionan a un guardia de origen correntino, un tucumano, un chaqueño o uno con cicatriz en la cara (evidentemente, hablan de otras personas). Algunos sí hablan de un guardia "salteño", pero uno dice que era alto y más adelante dice que era "bajito", algo que Flores no es. Otro dice que era gordinflón, algo que Flores tampoco fue. ¿Están hablando de Flores? La mayor fuerza probatoria se le adjudica a un testigo de apellido Fernández, actor de profesión, que en la primera fase de indagatorias dijo que la foto del imputado que se le presentaba (foto tomada a los 17 años) "se parecía" a uno de los "jefes de guardia", aunque admitía desconfiar de su propio recuerdo pues solo tenía un grado de certeza del 50%. De ese guardia, Fernández "recuerda" que tenía acento porteño (recordemos que Flores es salteño), pelo largo y vestía a la moda (¿en las Fuerzas Armadas?). Trece años después de sus dudas, misteriosamente, ya se mostraba plenamente seguro de que ese jefe de guardia había sido Flores. La mera lógica interna de sus aseveraciones fue puesta en entredicho durante el juicio, pero los jueces desestimaron las objeciones porque entendieron que de todos modos su testimonio coincidía en líneas generales con el de otras víctimas (un raro intento de enderezar las declaraciones contra el imputado, situación que se repetiría). Esto que dicen los jueces sobre la coincidencia, por otra parte, no es lo que surge de los fundamentos del fallo, donde salta a la vista que los testimonios son inconciliables. En una oportunidad los jueces quieren salvar un testimonio diciendo que el declarante "individualizó una imagen con cierto parecido" al imputado (¡cierto parecido!). Queda, todavía, una última cuestión: si este reconocimiento "por aproximación" deja anonadado, ¿por qué la falta total de reconocimiento de todos los otros testigos no tiene valor de inocencia para los jueces? La respuesta: para ellos, puede deberse a un olvido atribuible al paso del tiempo (con lo que se deduce que, entonces, no hay prueba de inocencia que valga: ¿si están seguros es una prueba, y si no están seguros es un olvido?). ¿El olvido, no pesa sobre todos? ¿Los que creen recordar, no pueden también estar equivocados? ¿Estaba Flores condenado por anticipado?

2. Involucrado por asociación: El segundo fundamento de la incriminación es que en su legajo figura una planilla de calificación anual firmada por un superior suyo, el vicecomodoro Alejandro Noel Lazo, que era segundo jefe de tropas en El Palomar, y que según Flores luego fue acusado de haber actuado en la lucha antisubversiva. Lo cierto es que ese oficial falleció y ya no puede dar testimonio a favor del imputado. Flores dice que ese hombre estaba acusado, no condenado. ¿Puede la presunción sobre una persona decidir la suerte de otra? ¿Puede esa planilla haber sido una calificación que nada tuviera que ver con la represión del terrorismo? ¿No es inconsistente acusar a alguien por asociación? Los jueces no tomaron en cuenta estas preguntas.

3. Un guardia sospechoso: Hay un suboficial, Alvaro Figueredo, que fue a declarar como testigo y se autoincriminó en la causa, diciendo que él sí había estado como guardia en la Mansión Seré. Ese suboficial involucró a Flores como guardia y como colaborador en algún interrogatorio, aunque dice que mayormente estaba afuera. Surge aquí otra duda. ¿Cómo es que Figueredo, sabiendo que puede pasar 25 años tras las rejas, igual se autoincrimina y está libre, siendo que una confesión aporta certezas sobre su propia actuación, mientras que la persona que él compromete (y eso hay que probarlo) termina en prisión? La defensa tomó esto como una prueba sospechosa que puede estar motivada por móviles espurios que le restan versomilitud. Los jueces lo desestimaron. Pero, ¿no es sospechoso?

4. ¿Estuvo en ese lugar?: Lo único que se sabe con certeza es que Julio Flores, en los escasos tres años que perteneció a la fuerza (pidió la baja a los 20 años para trabajar en la aviación civil) tuvo como primer y único destino el amplio predio de la I Brigada Aérea, que ocupa varias hectáreas. El mismo lo admite. Del mismo modo, insiste en que nunca detuvo a nadie ni estuvo en un centro de detención. ¿Cómo aparece en ese lugar? Por aquellos testimonios que son inconciliables entre sí, en muchos casos inconsistentes, y de una vaguedad tal que podrían corresponder a muchas personas. ¿Entonces?

5. Pruebas exculpatorias no presentadas: Interrogado sobre su destino efectivo en la I Brigada Aérea, Flores dice haber estado primero en el Escuadrón de Tropas, como sucedía con todos los recién llegados, y luego en el hangar. Esto último, por su especialidad como mecánico de aviones. Dice también haber cubierto la mayor parte de sus guardias en el puesto 1, donde está hoy el aeropuerto nuevo del Palomar, cuya entrada está enfrente del Colegio Militar de la Nación. ¿No hay pruebas de eso? Flores afirma que sí, que tiene que figurar en el libro de guardias. Esas pruebas exculpatorias, según dice, nunca se presentaron ante el tribunal.

6. Edad. A Flores se le atribuye haber sido jefe de guardia y, por lo tanto, responsable de privación ilegal de la libertad y hasta de tormentos sobre varias víctimas. Pero salta a la vista que tenía 19 años, se había graduado hacía apenas ocho meses y ese era su primer destino. ¿Alguien puede creer que le hayan encargado semejante tarea, como ser "jefe de guardia" de un centro de detención?

7. ¿Y la presunción de inocencia? Los jueces dicen haber llegado a una certeza en su fallo. Pero, como sucede con el testigo que ayer dudaba de sí mismo y ahora repentinamente recuerda a Flores, con la firma del vicecomodoro ya fallecido, con los testimonios vagos, con el arrepentido que inculpa a otros pero no es imputado, con las pruebas de que estaba en otro lugar y no se tomaron en cuenta y, sobre todo, con la corta edad del imputado, la pregunta sobre si se lo encontró culpable más allá de toda duda razonable parece exigir todavía una respuesta honesta. Flores, mientras tanto, continúa con su huelga de hambre, clamando desde el silencio.