El célebre director de cine inaugura el viernes el Politeama, cumpliendo un anhelo de muchos años

Campanella y el sueño del teatro propio

Más de seis décadas después de su demolición, el realizador, junto a sus socios en la productora 100 Bares, abrirá una sala de 705 butacas en el mismo lugar donde se levantaba un mítico complejo.

­Corrientes y Paraná. Una obra en construcción. La gente pasa caminando sin pensar si quiera que, entre esa nube de polvo, escombros y alrededor de ochenta personas trabajando se encuentra Juan José Campanella, uno de los directores más reconocidos de nuestro país. El mismo que hace trece años levantó un Oscar por `El secreto de sus ojos' ahora camina con su casco amarillo entre tachos de cemento y escaleras de pintor ultimando detalles, "apagando incendios", como él mismo dirá más tarde cuando nos sentemos a conversar en una conocida confitería de Avenida Corrientes y ahí sí todos se den vuelta para mirarlo, pedirle selfies y hasta algún que otro autógrafo.

Campanella está por dar un paso trascendental en su carrera y, por qué no, dentro de la cultura porteña. El, junto a sus socios de la productora 100 Bares, el próximo viernes abrirán las puertas del Politeama, una sala que tendrá 705 butacas desde las cuales se podrá ver perfectamente el escenario. Con una extensión 2.750 metros cuadrados, el complejo teatral tendrá además un foyer apto para eventos, un sector VIP y un sistema técnico y lumínico de última generación.

HOMBRE DE TEATRO

Este nuevo espacio -que inaugurará el estreno de la obra `La verdad', con Agustín Sierra, Candela Vetrano, María del Cerro, Tomás Fonzi y producción de Gustavo Yankelevich- está ubicado en el mismo lugar donde funcionó entre 1879 y 1958 el viejo Politeama, que fue derrumbado y durante varias décadas quedó como un terreno baldío.

-¿Vamos a dejar de pensar en un Campanella ligado al mundo audiovisual para pensarlo como un hombre de teatro?

-Yo en realidad empecé con eso, pero ahora, ya desde 2013 estoy muy comprometido con el teatro. Y ocurre otra cosa en todo este tiempo, el cine empieza a perder la batalla, no sé si perderá la guerra, pero nos están cag... a tiros, estamos perdiendo las batallas. Vengo de Estados Unidos, donde estaba haciendo `La ley y el orden'; fui al estreno de `Top Gun: Maverick' y éramos 15. Quizás acá todavía va más la gente, no sé, no habrá tantos televisores grandes, o hay más sentido de comunidad. Siempre dije que no hay nada más lindo que la carcajada de un cine lleno, y hoy todo eso no está. Pero sí está en el teatro.

-¿Cómo está viviendo estos días previos a la apertura del Politeama?

-Viví esta situación al menos otras dos veces en mi vida, cuando fue el final de `Vientos de agua' y de `Metegol', que eran proyectos muy ambiciosos, muy grandes y a último momento es cuando se cierran todos los detalles juntos; parece que no se llega y de repente pum, pum y empieza a caer. Es una situación de ir cerrando cosas, apagando incendios. A lo que voy es a que no lo vivo con felicidad; con tristeza tampoco, sino con urgencia, con trabajo. Ya tendremos tiempo de relajarnos, de mirar lo que hicimos y tener algo de felicidad.

-¿Cómo tomó la decisión de abrir un teatro?

-Siempre amé el teatro. Empecé en esto junto a Fernando Castets y Eduardo Blanco, protagonistas de nuestra primera obra en el '82 que se llamó `Off Corrientes' y que se hizo en el Teatro Popular de la Ciudad. Después el cine me llevó por toda mi vida. En 2013 cuando terminamos `Metegol', que es una película muy tecnológica, dije `quiero hacer teatro, algo con actores, guion, donde haya que mover algo, colgarlo de una soga y trasladarlo con una polea', y empezamos `Parque Lezama' y me enamoré. Después de terminar una película la veo quince o veinte veces, a lo sumo, a lo largo de los años. La obra de teatro la vi trescientos y pico de las quinientas de funciones que hizo. Después seguimos con `¿Qué hacemos con Walter?' y también me gustó. Y ahí dije `tenemos que hacer un teatro, uno nuestro, donde podamos hacer lo que querramos'. Me gustaba mucho la idea de tener un lugar físico. Nuestro trabajo es abstracto, una película o una obra de teatro no están en ningún lado, y la verdad que esto es algo que queda para toda la vida.

-Y lo hizo a lo grande...

(Risas) -En 2016 estaba hablando con amigos en un cumpleaños y les conté que tenía ganas de tener un teatro y uno de ellos me cuenta que cuando tiraron el Politeama en el año '58 se armó tal escándalo que se generó una ley, que todavía está vigente, que dice que si en Buenos Aires vos tirás abajo un teatro no podés construir nada si no hay otro teatro de las mismas características. Acá lo tiraron para hacer una torre que nunca se hizo, y no se podía hacer nada que no incluyera un teatro con el 90 por ciento de las localidades del teatro original. Nadie quería el espacio. Le dije `bueno, lo voy a ver mañana lunes'. En ese momento los arquitectos del complejo Lex Tower habían diseñado un teatro más chico mirando hacia Avenida Corrientes. Lo vimos y el martes ya estábamos con mis socios de 100 Bares metidos en este proyecto. No tenemos ningún otro socio, ni inversor. Todo nosotros.

LA APUESTA

-Es una apuesta enorme...

-Pusimos todo el efectivo que teníamos y un crédito (del Banco Ciudad) en el que, como garantía, además de estar el teatro, está la productora. Así que mejor que nos salga bien.

-La construcción comenzó en 2019, ¿cómo vivieron el momento en que todo se frenó por la pandemia de covid?

-Un sentido del timing genial. La primera vez en la historia de la humanidad que se cierran todos los teatros del mundo...Pero más que nada nuestro gran problema era financiero, porque en los créditos industriales hay un período de gracia que le dan a la industria hasta que se pueda construir y empezar a pagar. A nosotros nos venció el período de gracia en medio de la pandemia. Así que estamos pagando el crédito con las producciones de televisión. Pero bueno, seguimos. Por un lado, la demora también me vino bien. Y digo que me vino bien a mí, para el switch mental y esto de cambiar toda la vida de uno: de una de las artes pasar a otra quizás hubiera sido todo demasiado rápido (risas).

DEMORAS

-¿Es difícil invertir en la Argentina?

-Sumamente difícil, pero ¿dónde querés que apueste? Yo soy argentino. Puedo trabajar como director afuera, incluso desarrollando cosas. `Los enviados', por ejemplo, se hizo en México, pero si es algo para toda la vida yo no puedo pensar en otro lado, tiene que ser acá. La apuesta es más riesgosa y parece que todo conspira para hacértela difícil. Nosotros tuvimos las butacas frenadas en el puerto un año y nos cobraban storage de 700 butacas. Una luz que sale 3 mil dólares en Estados Unidos, acá sale 7.500 dólares; obvio que son cosas que acá no se fabrican, no es que estás compitiendo. Pero cuando traés algo tenés que pagar hasta Impuesto a las Ganancias por el gasto, cosa que no entiendo ni la lógica detrás de eso. Además de todos los frenos de papelería, burocracia, etc. Tenemos la suerte de que para el estreno el Politeama no comparta el nombre con ningún esponsor, pero si viene uno lo vamos a tener que tomar (risas). Sería un gran respiro tener por lo menos una de las cuatro cuotas anuales pagas con un auspiciante.