A UN SIGLO DEL FALLECIMIENTO DE EMILIO LAMARCA

Valiente guerrero católico

­"He llegado a una edad en que no se necesitan los ojos para ver más claro -afirmó Emilio Lamarca, el fundador de la Liga Social Argentina-, a esa edad en que las ilusiones se desvanecen y en que uno se ve forzado a contemplar con serenidad el fin de las cosas que más se aman y aun el de la propia existencia".

Nacido el 21 de agosto de 1844 en Valparaíso (Chile) debido al exilio de sus padres en tiempos del segundo gobierno de don Juan Manuel de Rosas, Lamarca contaba casi con 75 años de vida. La diabetes había afectado su vista. "El caer en el camino no debe preocupar a un cristiano; el católico cree firmemente que su vida es milicia y sus días como días de jornalero; sabe que es un soldado para quien no hay toque de retirada por cuanto su consigna es la de no retroceder, permanecer a todo trance en su puesto hasta sucumbir". Las palabras transcriptas de Lamarca tienen ecos de la espiritualidad inspirada en las enseñanzas de San Pablo, el Apóstol. "Fluye de aquí la consecuencia de que no hay malestar, no hay contrariedad, no hay desgracia, que por débil que resultara mi cooperación, pueda excusarse de luchar en compañía de vosotros, en defensa de nuestra causa. (...). Nada debe pues retraerme, nada insinuarme siquiera la idea de salir de nuestras filas, en las cuales, si no puedo mandar, podré obedecer; nada podrá impedirme cumplir la promesa que públicamente hice de morir en la brecha". Morir en la brecha, sin bajar los brazos en medio de las tribulaciones mediante las cuales es necesario ingresar en el Reino de los Cielos (cf. Hechos 14, 22).

El texto completo y glosado brevemente lo pronunció Emilio Lamarca poco antes de la clausura de la Liga Social Argentina. El texto íntegro de su discurso de despedida fue publicado el 13 de julio de 1919 en Semana Social, la hoja de la institución fundada por él en julio de 1909. Las consigna Néstor Tomás Auza, el ilustre y valiente historiador argentino, en Aciertos y fracasos sociales del catolicismo argentino (tomo II, Editorial Docencia-Ediciones Don Bosco-Editorial Guadalupe, Buenos Aires).

CATOLICISMO SOCIAL

Emilio Lamarca, a quien recordarmos a 100 años de su fallecimiento -5 de julio de 1922 en Buenos Aires-, fue uno de los principales católicos sociales que cuenta la historia patria argentina. En Los católicos argentinos, su experiencia política y social (Buenos Aires, Editorial Claretiana, 1984), el antecedente del libro arriba mencionado, el mismo Auza, entre otros como Santiago O'Farrell, Alejo de Nevares, Apolinario Casabal, Rómulo Ayerza, Pedro Alcácer, Bernardino Bilbao, que prolongaron la acción política en el campo social a fines del siglo XIX, destaca a Emilio Lamarca, debido "al celo, la abnegación y la dedicación con que se entregó a todos los ensayos de tipo social que se efectuaron hasta su muerte en 1922".

Lamarca había sido, también, uno de los miembros eminentes de la Generación del Ochenta relacionada, usual e injustamente, solamente con la facción liberal laicista del momento. Como consecuencia de su defensa de la educación religiosa en las escuelas primarias nacionales, dado que la conocida ley 1420 la ubicaba fuera del horario escolar, fue expulsado de la cátedra de Economía Política en la Universidad de Buenos Aires.
 

La principal empresa apostólica a la que Lamarca dedicó su vida fue la Liga Social Argentina. Como el Volksverein, la institución católica alemana en la que se inspiró, ella sería una institución seglar o laical y de propósitos sociales y económicos. En diciembre de 1911 comenzó a publicarse Semana Social, el órgano de la institución. Apareció sin interrupciones hasta 1920.

Por señalar algunos resultados concretos, como apunta Auza, la Liga Social Argentina logró que se pronunciaran más de 4.000 conferencias sobre temas de su competencia, dictó el primer curso de propagandistas rurales católicos; participó en la fundación de cooperativas de consumo y sindicatos; colaboró en diversas actividades sociales católicas "y, entre sus obras más fecundas, puede recordarse la fundación de la biblioteca social más completa hasta entonces de los católicos argentinos, perfectamente catalogada y clasificada, que luego pasó a depender de los Cursos de Cultura Católica y hoy está en manos de la Universidad Católica Argentina". Resultado de prácticas clericalistas, cuyos agentes con nombre y apellido menciona Auza en sus libros, la Liga fue clausurada en 1919.

Consignemos un dato de actualidad que destaca la presencia del pensamiento y del espíritu de nuestro homenajeado. Un establecimiento educativo que recuerda a este ilustre argentino y católico social es el Instituto Emilio Lamarca ubicado en Congreso 364, en Villa Ballester (Provincia de Buenos Aires). Su actual Director General es el profesor Santiago Daniel Fazzini. Una acertada síntesis del ideario y misión del mismo instituto de enseñanza es el que sigue y figura en el Cuaderno de Comunicaciones de los alumnos: "Queremos formar mujeres y hombres buenos, intelectualmente sólidos, humanamente sensibles y nacionalmente comprometidos con Dios y con la Patria".

Debo esta información a Daniel del Cerro, actual secretario de la Federación de Círculos Católicos de Obreros (FCCO), otra pionera institución argentina vinculada a la Doctrina Social de la Iglesia y fundada por el sacerdote redentorista alemán Federico Grote el 2 de febrero de 1892 -inicialmente llamados Círculos de obreros-. Solamente recordemos un dato sobre la estrecha relación entre Lamarca y los Círculos. Como también escribe Auza, la Liga Social Argentina publicó una primera edición de 10.000 ejemplares de la carta encíclica Rerum novarum de León XIII comentada por el P. Grote.

Por último, una breve reflexión. Si los miembros del laicado católico argentino no recordamos a los nuestros, ¿quién lo hará? ¿Acaso los que militan en la configuración de un (des)orden social contrario al derecho natural y cristiano? ¿Acaso los que, de acuerdo al viento de moda que corre, adaptan cuando no desnaturalizan la auténtica Doctrina Social de la Iglesia? ¿No deberíamos examinar seriamente nuestra conciencia por el olvido de los propios? ¿O por no dar a conocer su vida y su obra a las jóvenes generaciones?