Emparchando la salud mental

Todos los que tenemos ya algunos años usando computadoras tenemos muy presente el uso de los sucesivos sistemas operativos, en particular el más usado en el mundo y sus famosos parches. Estos parches decían que evitarían que, por ejemplo, se apagara el sistema súbitamente perdiendo todo lo escrito. Una leyenda urbana de hace unos años contaba que en una conferencia Bill Gates había sugerido a la industria de automóviles que, si usaran su metodología de trabajo, la evolución de ese sector sería paralelo, en cuanto a adelantos, a la de la informática. 
A partir de esto se creó un contenido que se hizo viral de una supuesta respuesta de un directivo de una de las empresas que le habría contestado con una larga cadena de desastres que hubiera pasado a los autos en caso de usar la misma lógica de parches. La leyenda sirvió para mostrar lo que todos padecían con esa política de parches que no solucionaban mucho y, en particular, que no se puede aplicar una metodología de un área a otra sin al menos adaptarla a su realidad especifica, pero especialmente que los arreglos parciales y descontextualizados suelen terminar mal.
En los últimos tiempos y en base a casos de impacto mediático se cuestiona fuertemente la ley 26.657de salud mental. Hemos escrito y hablado varias veces sobre las dificultades que implicaba al menos su implementación en la práctica, movidos por la misma dificultad del ejemplo de la industria automotriz, la prueba de campo, la realidad de la práctica clínica, en particular en la emergencia. Hace unos días un periodista preguntaba antes de comenzar una nota si estaba en contra o a favor de la ley, y la pregunta ilustraba cómo la polémica, el relato, supera a la realidad y así como se establece en la actualidad el "vacunas o antivacunas", se está "a favor o en contra de" algo, cuando lo único importante es si sirve a los fines para los cuales está destinado, y particularmente si esos resultados son comprobables, no opinables. De hecho, en el caso concreto de la Ley 26.657, más allá de estas opiniones las cuales son todas atendibles, el centro no es la ley sino la salud mental y en particular la posibilidad de actuar en la emergencia. Así puede ser algo en la ley, la ley misma, o en particular su implementación. Lo que le interesa al paciente, a su familia, a los profesionales, es si aporta los medios idóneos de ayuda al necesitado. El problema es que en lugar de generar un real cambio de concepto se circunscribe a generar una polémica que consecuentemente, en su superficialidad, solo permite el ir emparchando, reduciendo el concepto a "la Ley" cuando la realidad la supera ampliamente. 
No es necesario extenderse sobre los inconvenientes que suscita esa metodología de mirada parcial y reduccionista en cualquier situación de cierta importancia. Cuando en la expresión popular usamos la idea de "atar con alambre" no invalidamos esa técnica para algo momentáneo, pero sí para algo de cierta importancia, que supone previamente haberlo evaluado o en las escrituras el famoso "vino nuevo en odres viejos", o el mismo fabricante de sistemas operativos que luego de innumerables parches, debía generar finalmente un nuevo sistema. Por oposición, la ciencia ha avanzado por mutaciones conceptuales que conocemos como cambios de paradigma.
Hay un concepto que expresara Overton y es el de ventana de opinión pública. Los políticos conscientes de ese espacio conceptual de opinión, que muestra esa "ventana" (de Overton), ajustan así su discurso a los emergentes para que su gestión genere aprobación. Si no cae en ese espacio de la ventana, no será percibido. En el caso actual que los medios movilizan por la salud mental, obviamente la ventana está localizada allí y por ende se proclaman grandes planes, tal cual ha habido en el pasado, prometiendo "políticas estructurales", que a la vista del pasado y de lo que ocurre en otras áreas, permítasenos cierto escepticismo. Sin embargo, el actuar por necesidad política o mediática, es una nueva forma de ignorar al paciente que padece de una enfermedad mental que en algunos casos impide de manera dramática su vida.
El problema es mucho más amplio que una ley o las diferentes opiniones que, en temas de ciencia, salud, y su impacto en la sociedad, solo la aplicación en la realidad diaria y concreta será la que importe. Un médico puede haber cursado estudios en las mejores universidades del mundo y tener un gran CV, pero lo que lo convertirá en buen o mal médico son los resultados de su práctica diaria, no mostrarles ese CV a sus pacientes, ya que ellos acuden en busca de ayuda, consuelo, asistencia. En otras áreas como la seguridad o la justicia, pasa algo similar, qué decir sobre la pobreza o el hambre, tan llenos de ideología y política, en los cuales los resultados en la realidad son imposibles de ignorar. Lo mismo ocurre con el bienestar de la población, dentro del cual está inmersa e interconectada de manera indisoluble la salud mental. He aquí la necesidad y en la medida que no sea escuchada y atendida, su carencia ocasionará mucho sufrimiento y si se piensa en términos utilitarios siquiera, costos. Necesitamos un real cambio de paradigma, no un parche basado en ideas viejas sobre un sociedad que no es la misma que cuando esas ideas fueron gestadas. Esto no es relativo solo a la última ley, sino al concepto de salud. El elemento indispensable para ello es la aceptación de la realidad y para ello estudiar la especifica de cada sociedad. Ya que no solo los cambios sociales son muy importantes, sino que cada sociedad y dentro de ella los diferentes espacios geográficos y sociales, manifiestan demandas particulares y únicas. Podemos citar a los mejores autores y teóricos, inclusive actuales, pero si no se contrastan con la realidad de esa necesidad, no cumplen un primer precepto que es adecuar la asistencia a la demanda. Y esa demanda no puede ser impuesta desde aquel que pretende saber la realidad que aquel que la padece ignorándolo, sino por el contrario, escuchada y aceptada con la mayor humildad y respeto. Un ejemplo de esto es algo que hemos hablado en estas columnas y es la política en adicciones en los cuales también se impulsa un debate, y a veces para validarlo se plantea como única argumentación, "pero en Europa" o "en Estados Unidos se hace tal cosa". Este ejemplo sirve para ver la diferencia entre la retórica que sugiere un "como si", un parche esperando que dé la impresión de estar haciendo algo por un lado y la real necesidad y el deseo de abordar el bienestar de cada población. Más allá del absurdo de plantear "Europa o Estados Unidos hacen tal cosa", un pensamiento que demuestra la ignorancia de quien lo esgrime, aun en casos concretos (por ejemplo, a veces se usa Holanda en el tema adicciones), el inconveniente que invalida ese tipo de planteos es tan básico que dificulta siquiera la propuesta de la polémica: son modelos creados para otras sociedades, otros contextos, con recursos administrados y disponibles de otra manera.
Esta metodología de seguir sumando ideas que en realidad son proclamas, de pintar con diferente color las mismas estructuras conceptuales, es lo contrario al necesario cambio de paradigma, si se quiere de metanoia.
Hasta que este no se produzca, es muy posible que sigamos interminablemente corriendo a la realidad detrás de ella, sin alcanzarla y padeciendo sus consecuencias.
Por el contrario, eso asegurara más notas de impacto periodístico y posibilidad de discursos políticos. Quizás en realidad necesitamos un sinceramiento previo y es si queremos esas noticias y discursos o una sociedad a la que se le garantice el derecho a la salud.
Quizás solo si amamos o no al prójimo.