EL AUTOR SE INTERESABA POR TEMAS COMO LA PARAPSICOLOGIA
Un aspecto poco conocido de Antonio Di Benedetto
"Nada tenía ya por delante, sino una extensión lisa donde estaban abolidas las necesidades. Sólo debía avanzar y avanzar. Pero tenía miedo del final porque, presumiblemente, no había final."
("Zama", de Antonio Di Benedetto).
Tuve la oportunidad de conocer a Antonio Di Benedetto los días que estuvo en Buenos Aires, tras haber sido liberado de la cárcel a la que lo sometió la dictadura mientras se disponía a viajar a España, exiliado. La mayor parte de ese tiempo lo pasó acompañado por el criminólogo, abogado, parapsicólogo, escritor, crítico y poeta Juan-Jacobo Bajarlía, quien lo había asistido en tiempos de su prisión.
Esa reunión fue posible precisamente por que Bajarlía organizó la reunión en la confitería que estaba en la planta baja de su estudio jurídico.
Me conmoví cuando estreché su mano la primera vez. Di Benedetto -enjuto, todos sus cabellos blancos, mirada vivaz y dueño de una asombrosa serenidad- inició un diálogo hablando con voz baja y pausada. Me aclaró enseguida que conocía quien era yo y a qué me dedicaba pues "Jean-Jacques" (así llamábamos todos cariñosamente a Bajarlía) le había avisado que yo era uno de sus discípulos en Parapsicología.
"CURANDERISMO"
Y, para mi sorpresa, sin mediar pausa, inició una más que agradable conversación que se convirtió en "clase magistral" dictada sólo para quien, ahora, esto escribe sobre las características y modalidades del "curanderismo" según era practicado por aquellos días en Cuyo y, sobre todo, en su Mendoza natal.
"Antes de comenzar la ceremonia ritual -me aclaró Di Benedetto- el curandero hace beber entre uno y tres vasos de agua a la persona que lo consulta. Después inicia los trabajos que duran alrededor de quince minutos; o, tal vez, un poco más. Pero no van más allá de la media hora. Es entonces cuando envía al consultante a orinar explicándole que al hacerlo sacará los "males" del cuerpo. No lo manda al baño; tal vez donde atiende el curandero ni siquiera hay una letrina. Lo hace caminar, lejos, a donde haya un árbol o entre las rocas. Y que luego regrese. He visto que es un método muy productivo. El "paciente" se retira convencido de que ya no tiene "maleficio" alguno. Tenga en cuenta que yo no pienso que haya tales "males"; lo que estoy seguro es que lo psicosomático existe y que la influencia del "curandero" cuya autoridad se la otorga el pueblo, es lo que le hace recuperar la confianza que había perdido. La persona se retira segura, contenta."
Como el autor de Zama estaba con tiempo, propuse conversar más en detalle. Aceptó y así lo hicimos. Entonces hablamos de manera minuciosa sobre los fenómenos parapsicológicos que pueden tener lugar en las acciones que producen quienes practican esa "medicina informal" usualmente denominada "curanderismo."
"Por lo que nos hemos dicho con Bajarlía en tantos años de amistad; tengo mis fundados motivos para estar seguro que los fenómenos parapsicológicos son una realidad. Una verdad que asusta a muchos y por eso tanto descrédito, tanto desprecio y tanta necesidad de amoldar lo extrasensorial a los límites académicos."
Hoy, cuando han transcurrido muchos años de aquellos diálogos, sigo sorprendiéndome de aquel hombre que habiendo estado a punto de morir asesinado y que se encontraba en Buenos Aires esperando el breve tiempo que le quedaba para viajar al exilio, tuviera disposición y tanta generosidad para transmitirme todos sus conocimientos.
Coincidió en el día que Jean-Jacques daba, un atardecer porteño, una conferencia sobre los fenómenos objetivos en Parapsicología. Los más controvertidos: movimiento de objetos (psikinesis), bilocación, fantasmogénesis.
Yo, que era muy joven, con cierta timidez pregunté a Di Benedetto si nos acompañaría a un acto público que, por lo demás, se realizaba en un auditorio de la avenida Corrientes, muy cerca del Obelisco. "Por supuesto", me respondió de manera tajante aunque siempre amable el escritor.
FANTASMAS
Y allí fuimos los tres caminando por las veredas de la avenida que aún llevaba el mote de "la que nunca duerme". Más me sorprendió cuando, al finalizar su conferencia y con un auditorio colmado, Bajarlía ofreció la palabra al público. El primero en pedirla fue Di Benedetto. Se levantó de su asiento y comenzó una exposición de diez minutos dedicados a ejemplos de hechos de fantasmas ocurridos en la historia mendocina. Lamento no haber tomado nota en mi libreta de apuntes como sí lo hice con otros puntos aquí comentados. Pero debo reconocer que me madrugó. Ni pensaba yo que lo hiciera.
El atardecer anterior a su partida volvimos a reunirnos para tomar café en el bar del edificio donde Bajarlía tuvo -hasta su muerte- el estudio de abogacía y criminología. Hablamos poco. Era una despedida. Una fea y triste despedida como lo es siempre cuando alguien parte al exilio. Cuando nos abrazamos me deseó mucho éxito con el libro que yo estaba terminando. Lo que voy a relatar ahora vuelve a estremecerme mientras lo escribo. Aflojando el abrazo me miró directo a los ojos y me dijo:
"Usted está dedicado a temas que son esenciales para la comprensión cabal de lo humano. Lo van a molestar mucho por eso. Pero nunca modifique la dirección de su vida porque lo que esté haciendo moleste a otros. Usted continúe."
Quedé solo en el café. Bajarlía y Di Benedetto tenía asuntos que tratar. El día siguiente viajó a España. Nunca más nos vimos.
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, parapsicólogo, filósofo y escritor. e mail: alasheras@hotmail.com.