Neurofisiología Clínica: ¿qué estudian los “electricistas” del cuerpo?

Existen diagnósticos que parecen propios de las series de hospitales, entre ellos el dolor no asociado a estímulos. Pero con exámenes neurofisiológicos complementarios realizados por estos especialistas y el interrogatorio al paciente o a su entorno se puede llegar a una detección certera y a un tratamiento adecuado.

Por el Dr. Diego Vega Laiun (*)

¿Quién no “maratoneó” alguna vez con series de hospitales, en las que el protagonista descifra un diagnóstico “imposible”? Un caso típico para los galenos de la televisión podría ser el del dolor que no se relaciona con ningún estímulo externo. Lo que no muchos saben es que este dolor, que en ocasiones se acompaña con falta de sensibilidad o debilidad, puede deberse a una comunicación deficiente entre el cerebro y los miembros de nuestro cuerpo por un problema en el sistema nervioso. Fuera de la ficción, quienes llegan a “dar en el clavo” frente a este y a otros cuadros asociados son los neurofisiólogos clínicos, especialistas que podrían compararse a los “electricistas del cuerpo”. 

La Neurofisiología Clínica es una especialidad de la medicina que analiza, mediante estudios complementarios, los fenómenos bioeléctricos del sistema nervioso central y periférico. Se denomina “neurofisiología” por su parte técnica y clínica, porque no sólo quienes la ejercen tienen que saber interpretar esos estudios, sino también examinar al paciente, revisarlo, escucharlo y, de ese modo, extraer una conclusión como un todo.

Si bien en Argentina este tipo de estudios suelen ser realizados por los neurólogos, en Europa y otros países del hemisferio norte, la Neurofisiología Clínica existe como una especialidad en sí misma, con su propia escuela en la que se estudia la neurología ya aplicada a realizar estos estudios neurofisiológicos diagnósticos.

Un examen que requiere la sapiencia de un neurofisiólogo clínico es la electromiografía (EMG),  que se compone de los vocablos “electro”, por actividad eléctrica, “mio”, por la actividad de los músculos y “grafía” porque se registra la actividad eléctrica de los músculos en un papel. Aunque, para ser justos, a esa palabra le falta una porción, ya que en realidad se trata de una “electroneuromiografía”, porque describe la actividad eléctrica de los músculos y de los nervios.

En la EMG analizamos cómo una orden que emite nuestro cerebro pasa por diferentes partes del cuerpo hasta llegar al músculo, y de manera inversa también podemos ver como los estímulos sensitivos o táctiles viajan por diferentes partes de nuestros miembros hasta llegar al sistema nervioso central.

Aunque este estudio no suele conocerse de manera masiva por fuera de la comunidad médica, el  concepto es el mismo que el de un electrocardiograma, aunque aplicado a los nervios y a los músculos. Con todo, este estudio sí implica algunas molestias, ya que se inserta un microelectrodo (del tamaño de un cabello o aguja de acupuntura) en un músculo mediante una aguja con el fin de medir la actividad eléctrica. En caso de que el problema se encuentre en un nervio periférico (como en el síndrome del túnel carpiano), estamos frente a una neuropatía; si se halla en la raíz de dicho nervio (como en la columna vertebral en el caso de una ciatalgia), lo denominamos radiculopatía. En cambio, si el problema se encuentra en el músculo ejecutor (como en la artritis reumatoidea y otras enfermedades reumáticas), estamos frente a una miopatía.

Estos problemas se registran ante la desmielización. La mielina es una capa que envuelve a los nervios periféricos y nuestras fibras nerviosas y determina la velocidad con la que viajan los estímulos sensitivos y motores. Un ejemplo es que por el roce, las hernias discales pueden llevar a la desmielización del nervio. En estos casos, una electromiografía puede ser complementaria a una resonancia magnética, que muestra “la foto” de la lesión, mientras la EMG ve si esa lesión afectó ese nervio o “cable”.

Otro estudio muy extendido, ya que casi nunca es invasivo, es la electroencefalografía o (EEG), una evaluación neurofisiológica de la actividad bioeléctrica del cerebro, a través del registro con electrodos colocados en el cuero cabelludo o, casos especiales, electrodos subdurales o incluso en la corteza cerebral.

Pero no es cuestión de realizar un EEG y olvidarlo, o que lo interprete algún médico que nunca examinó al paciente. Porque un servicio de neurofisiología no del todo bien organizado puede ser una barrera para llegar a un diagnóstico certero. Solo para dar un ejemplo, un trazado de un paciente epiléptico puede ser similar al de un paciente sobremedicado con psicotrópicos, por lo cual, no sólo hace falta un ojo entrenado capaz de interpretar un gráfico, sino conocer la situación de la persona estudiada.

¿En qué casos se pide la EEG? En primer lugar para saber si un paciente en coma está vivo o muerto (es decir, si registra actividad cerebral). Pero también se solicita frente a epilepsias, tumor cerebral, para medir la profundidad anestésica de un paciente, verificar el impacto de una intoxicación e incluso saber si hay un retraso madurativo en un niño al comprobar si su edad cronológica coincide con las ondas cerebrales esperadas para esa edad.

También dentro de nuestra especialidad se realizan los potenciales evocados, que detectan cómo los estímulos de los sentidos llegan al cerebro para saber si un paciente, por ejemplo un bebé, escucha o ve. O bien para determinar si una persona en coma es capaz de sentir y así, prever sus posibilidades de recuperación.

Otros estudios son la polisomnografia para detectar las patologías del sueño, la electrorretinografía que son específicos del ojo y estudios del sistema nervioso autónomo, que se realizan de forma poco frecuente en pacientes que sufren desmayos.

Cuando se combina a uno o más estudios al servicio de una cirugía se habla de un monitoreo neurofisiológico intraoperatorio, que suele ser solicitado por el cirujano para prevenir lesiones cerebrales o medulares mientras se están resecando estructuras neuronales.

La pata clínica del neurofisiólogo

En Argentina la Neurofisiología Clínica no está desarrollada del todo como escuela. Es entonces que a los exámenes complementarios los realizan los neurólogos, muchas veces asistidos por técnicos entrenados. Pero cabe aclarar que estos estudios no solo requieren un nivel de interpretación preciso de los gráficos, sino también de examinar al paciente.

Por supuesto, para este tipo de estudios empleamos equipamientos de alta tecnología, pero ninguna aparatología sofisticada sirve si no se interroga a la persona o a su entorno. Sólo si ejercitamos nuestra parte clínica y la combinamos con equipos de avanzada podemos llegar a un diagnóstico certero complejo, que es distinto en cada caso. Y cabe recordar que el error en los diagnósticos es la causa de que muchos tratamientos fallen, porque no se administra lo que la persona en verdad necesita.

Hablamos en un principio de las maratones de series de hospitales. Hoy, dedicarle tiempo al interrogatorio clínico parece estar más cerca de la ficción que de la realidad. Que no corra el reloj en la consulta médica y finalizar el circuito con un estudio neurofisiológico de alta complejidad adaptado, diferenciado para cada paciente, es la manera de llegar a estos diagnósticos “imposibles” que tanto vemos en la televisión. Algo que hoy es completamente factible.

*El doctor Diego Vega Laiun, MN 103136, es socio fundador de la Fundación Argentina de Neurofisiología Clínica.