El latido de la cultura­

La `Dolce Vita' de Fellini, un mensaje más vigente ahora­

­La extraordinaria condición de auténtico y exhaustivo indagador de hacia dónde se dirigía la Humanidad que tuvo Federico Fellini (1920/1993), puede advertirse con absoluta nitidez al transitar las tres horas que dura su película La Dolce Vita, estrenada en 1960. Controvertida, discutida y criticada al tiempo del estreno, muestra la vida banal, el vacío existencial, la disolución de todo aspecto espiritual y trascendente, el auge de las respuestas usando métodos violencia, el imperio de la civilización de imagen (de pantalla, diremos hoy) -entonces protagonizada por los fotógrafos de diarios y revistas- ya estructurada como para impedir algún tipo de acto auténtico en la vida cotidiana. Lo que prevalece es la indolencia, el aburrimiento y un malestar permanente. El individualismo y, por consiguiente, las conductas egoístas aparecen a pleno en todas las escenas. 

En todas las escenas hay grupos humanos; empero lo que prevalece es la soledad y la falta de comunicación. Con lo cual los reales deseos personales, lo que hace a la esencia que caracteriza a cada quien, los verdaderos sentimientos y el acceso a la propia identidad se tornan de vigencia imposible.  En algunos países fue de inmediato censurada. En España recién pudo estrenarse el 28 de mayo de 1981. En la Argentina, el día del estreno asistieron el juez Edgardo Vila y dos fiscales por una denuncia presentada en el Departamento de Policía.

Ahora bien, no hay en todo el largometraje la imagen de una persona desnuda, ni lo que pudiera llamarse -ni mínimamente- algo pornográfico. A lo sumo, gente que entregada al consumo de alcohol y con sus días convertidos en permanentes pasajes festivos. ­

¿Por qué despertó tanto revuelo? Es bien simple la respuesta. El guión de Fellini, escrito junto con Ennio Flaiano, Tullio Pinelli y Brunello Rondi, pone en boca de los protagonistas claves esenciales para entender hacia dónde se estaba dirigiendo la civilización europea -tal vez la occidental toda también- por aquellos días. 

La profundidad de pensamiento es tal, que uno de los actores llega a afirmar que "es más feliz el más miserable de nosotros que aquellos que tienen la vida segura, con todo previsible y acordado''. ¿De qué se nos está hablando allí? ¡Pues nada menos de lo que hacia la última década del siglo XX conoceremos con la denominación -creada por el marketing- de zona de confort.

Zona de confort es una concepción ilusoria -en modo alguno real, ni concreta  que sirvió para engañar a un universo de consumidores llevándolos a creer que existe una manera de tener una vida previsible sin imprevistos, dificultades, ni problemas. Eso ya está claro en este texto felliniano.

LAS REDES SOCIALES­

­Los fotógrafos así como los periodistas radiales y de cine persiguiendo a las figuras famosas sin darles tregua representan lo que hoy son las redes sociales empeñadas en ventilar cuánto detalle de la vida personal resulte posible. Fellini ya muestra en La Dolce Vita las consecuencias lamentables que ello acarrea.  ­

Pero hay más. A través de variadas escenas queda clara la existencia de personas tan pobres que lo único que tienen es dinero -muchísimo dinero- que sólo les sirve para día a día  buscar cómo diluir sus sufrimientos y frustraciones -obviamente sin lograrlo- mientras se empeñan en huir de la vida misma.­

En una escena parece surgir la dimensión de lo espiritual, de lo trascendente. Es la supuesta aparición de la Virgen María a dos niños. El resto de la trama nos lleva a comprender de inmediato cómo el supuesto hecho es desacralizado y aprovechado de manera burda hasta convertirlo -a través de manipulaciones, falsos testigos y dinero que se paga- en un descarado show mediático.

El intento de un real ejercicio de la libertad personal queda conculcado pues cada quien en lo que verdaderamente está concentrado es en brindar a los demás la imagen que -está convencido- se espera de él. De manera que la autenticidad -que es elemento esencial y clave para poder vivir de manera libre ya que implica lealtad hacia uno mismo- es inexistente por completo.

Vale subrayar el hecho de que el periodista y escritor que enhebra todo el film (interpretado por Marcelo Mastroiani) hacia los momentos finales ha dejado su sueño de toda la vida -convertirse en escritor- para, de ahora en más, ejercer como agente publicitario. Algo así como lo que conocimos con el nombre de agente de prensa. Las escenas dejan en claro que se ha convertido en alguien que ofrece su tarea al mejor postor. Cualquier similitud con la actualidad no es pura coincidencia

Hacia el final, queda aclarado que, aún quien manifiesta estar frustrado, vacío, fracasado, si se le brinda la posibilidad concreta de empezar de nuevo para llevar adelante la vida que se desea realizar -como ello implica un esfuerzo y salir del sitio cómodo de lo conocido- preferirá hacerse el que no entiende, el que no oye. y seguir en su mundo banal e intrascendente.

Concurrimos a ver -una vez más- La Dolce Vita en el ciclo organizado por el Complejo Teatral de Buenos Aires y la Fundación Cinemateca Argentina, con el auspicio del Istituto Italiano di Cultura, titulado Viva Fellini... La exhibición fue el sábado 19 de febrero, a las 14 horas. Un día veraniego de cielo despejado y pleno sol. Empero la Sala Leopoldo Lugones estaba colmada. En un sábado. En ese horario. En pleno verano. Un hecho particularmente auspicioso fue que la mayoría de los espectadores era gente joven. Es que este largometraje de Fellini, trae un mensaje aún más vigente ahora.­