Covid-19, una tragedia que no tenía que ser así

El médico estadounidense Richard Urso denuncia que es un fraude decir que no había tratamientos adecuados para el manejo de esta enfermedad. Medicamentos denegados o suministrados de manera tardía fueron parte de una siniestra estrategia, que también incluyó amenazas a los médicos y el insólito desaliento a la práctica de la medicina.

¿Por qué un médico oftalmólogo se vio en la necesidad de empezar a tratar pacientes con covid-19? Esta es una de las preguntas que debió responder el doctor Richard Urso al senador estadounidense Ron Johnson durante una mesa redonda que tuvo lugar hace pocos días en el senado de ese país bajo el título “Covid-19: una segunda opinión”.
"Traté más de 1.600 pacientes con covid porque las personas estaban languideciendo en sus hogares, sin tratamiento para la inflamación, sin tratamiento para el distrés respiratorio y sin tratamiento para los trombos sanguíneos. Eso era totalmente absurdo y no iba a dejar que sucediese”, explicó Urso, quien también es científico y ha desarrollado un fármaco cicatrizante aprobado por la FDA.
Su respuesta revela una de las consecuencias más atroces que tuvieron los protocolos establecidos por las agencias de salud pública y que la mayoría de los médicos acataron, muchas veces bajo amenazas y coerción.
"Estos últimos dos años han sido una verdadera tragedia. Pero no tenía que ser así. Nosotros sabemos cómo tratar enfermedades. Pasé nueve años en un laboratorio de cultivo de tejidos investigando sobre la inflamación y la cicatrización, los tumores causados por virus. Así que en marzo de 2020 un grupo de colegas con los que nos reunimos empezamos a mirar opciones de qué podíamos hacer. Se hizo bastante evidente luego de hablar con gente en Italia, Corea del Sur y otros países que había un virus respiratorio que causaba gran inflamación y una de las cosas únicas para un coronavirus que estaba ocurriendo con este virus respiratorio era que producía muchos coágulos sanguíneos, además del distrés respiratorio”, recordó.
"Así que, como médico, esas son condiciones fáciles de tratar. La parte difícil era realmente atacar el virus y en el momento en que me fijé -en marzo de 2020- encontré ocho cosas que podían funcionar, en base a sus mecanismos, y que entendí que eran herramientas que deberíamos estar probando”, agregó.
En esa línea Urso contó que al primer paciente que trató por covid le indicó hidroxicloroquina, azitromicina, vitamina D, aspirina y esteroides. Sin embargo, Urso dijo sentirse shockeado cuando al hablar de esto las personas lo cuestionaban por utilizar esteroides. "Cualquiera que trata el virus sincitial respiratorio y otros virus sabe que la fase inflamatoria es una de las más importantes. Me sorprendió ser atacado por personas que realmente no sabían de qué estaban hablando”, remarcó.
El médico y científico interpeló al auditorio durante su exposición: “Tenemos un montón de medicinas para la inflamación ¿por qué no tratar la inflamación en los pacientes de manera ambulatoria? Tenemos tantos fármacos diferentes. ¿Por qué no tratar también la formación de coágulos?”
Al igual que ya otros expertos lo han puesto de manifiesto, Urso insistió sobre el tratamiento precoz como clave en la posibilidad de salvar pacientes. “Al virus hay que atacarlo durante la primera semana ¿y qué ha sucedido? Tenemos fármacos como el remdesivir que se está suministrando en el día 15 o 20 y que así no tiene chance de funcionar. El fármaco tiene que trabajar cuando el virus se está replicando”, lamentó.
"Como médico estoy azorado de ver personas usar estos fármacos dos, tres, cuatro y cinco semanas tarde. Por lo que, al fin y al cabo, el mensaje que quiero enviar es que el virus no está matando personas, sino las biopartículas generando la inflamación y los trombos sanguíneos. Es el auto versus las partes del auto: no están muriendo por el auto sino por las partes del auto. Y tuvimos esto todo el tiempo”, graficó.
Teniendo en cuenta la polémica y la resistencia que ha suscitado el uso de ciertos fármacos, Urso aclaró que incluso dejando de lado aquellos que fueron objeto de controversia, el arsenal terapéutico para combatir las principales manifestaciones de la enfermedad es amplio. “Les diría a las personas que pueden retirar cualquiera de los dos medicamentos -ivermectina o hidroxicloroquina- y aún así salvar casi todas las vidas. Tenemos tantas herramientas que el mensaje que quiero que todos escuchen es que podemos vencer esta enfermedad”, enfatizó.
A continuación, el profesional hizo hincapié en la necesidad de no atenerse a protocolos fijos de tratamiento sino adaptarlos a los pacientes y a las variaciones que pueda sufrir el virus: “Al pasar de Delta a Omicron, reconocimos que Omicron no utiliza la unión al TMPRSS2. Nos dimos cuenta de que muchos de los fármacos que estábamos usando para Delta no los necesitábamos en esta nueva enfermedad. A eso se le llama practicar la medicina. Hacemos ajustes, así es como siempre lo hemos hecho. Y ese es el motivo por el cual un oftalmólogo puede resolver esto, porque tengo un gran conocimiento en medicina sobre enfermedades crónicas. A lo largo de mi carrera he tratado más de 300.000 pacientes”.
Sobre por qué no hay otros médicos que pongan en práctica sus conocimientos y ejerzan así la medicina, Urso respondió: “En marzo de 2020 estábamos recibiendo mensajes que indicaban que nos vayamos a casa. Algunos de esos mensajes eran muy fuertes y así el terror entró en los corazones de los médicos. Por ejemplo, en Texas, nos decían si no usás equipamiento de protección personal, podés ser responsable penalmente por interferir con la ley de uso de emergencia. Eso continuó. Fue un ataque coordinado, creando terror, y los médicos lo sintieron”.
”Muchos trabajan en puestos como empleados y, a medida que pasó el tiempo, se les dijo que si usaban estos medicamentos probablemente serían despedidos”
, aseguró.
El doctor derribó además algunos de los pilares sobre los cuales se basó la estrategia del miedo, como por ejemplo el contagio por parte de los asintomáticos. “Esto nunca ha sido el conductor de una pandemia o epidemia de cualquier tipo. La transmisión mediante asintomáticos se ha utilizado en esta pandemia para crear miedo. Si uno mira los estudios que se han realizado -creo que hay siete- básicamente la transmisión del asintomático es responsable de menos del 1% de los casos”.

Respecto del uso de barbijos, Urso subrayó: “Los barbijos se han evaluado durante tres décadas y ha habido estudios aleatorios controlados (hay alrededor de doce estudios de este tipo) pero ningún estudio muestra que los barbijos -incluso los N95- detienen el contagio de una enfermedad respiratoria”.
Por otra parte, ironizó sobre la relación riesgo beneficio de fármacos como la hidroxicloroquina y la ivermectina. “Siempre les digo a las personas que la hidroxicloroquina tiene tantos efectos secundarios: reduce el colesterol, reduce la glucosa, reduce la resistencia a la insulina, reduce el riesgo de accidente cerebrovascular, de ataque cardíaco y de embolismo pulmonar, reduce el riesgo de enfermedad renal crónica… Ahora hay 96 ensayos clínicos para el uso de hidroxicloroquina en cáncer. De modo que estos fármacos tienen un montón de ‘efectos secundarios’, son realmente fármacos maravillosos”.
Como contrapartida, puso de manifiesto que los medicamentos desarrollados por Pfizer y Merck en realidad no son fármacos nuevos. “Son antiguos medicamentos de la década del 50 que se han disfrazado y sacado de nuevo a la luz. Van a matar los virus porque los virus usan el mismo mecanismo que nosotros, pero también van a matar la mitocondria, van a matar las células normales. Estamos viendo esto con el paxlovid. Es decir, que están usando medicamentos readaptados con un precio más elevado. No son cosas creativas, ni el remdesivir ni el molnupiravir lo son”, argumentó Urso.
Para finalizar, el médico insistió en que si bien la hidroxicloroquina, la ivermectina, la azitromicina y la famotidina son fármacos maravillosos, “hay muchas cosas disponibles para usar, que son increíblemente seguras y pueden salvar vidas, incluso sin ivermectina e hidroxicloroquina”. Como ejemplo, citó el caso del doctor Shankara Chetty, de Sudáfrica, quien “salvó más de 7.000 personas sin usar ninguno de estos medicamentos”, concluyó.