Mirador político

Opositores colaboracionistas

El presidente de la UCR, Gerardo Morales coincidió la semana pasada con el kirchnerismo en que Mauricio Macri era el responsable de la deuda con el FMI y que la oposición estaba obligada a apoyar al gobierno en las negociaciones (o más bien, no negociaciones) con el organismo. Anteayer añadió: “Hay algunos dentro de nuestro espacio que tienen la postura de que cuanto peor, mejor, que explote todo. Creo que la consigna de que explote todo termina perjudicando a la gente”.

Ambas operaciones a favor del gobierno representan el epitafio de Juntos por el Cambio, al menos en su configuración actual, la que le había permitido infligirle una histórica derrota al peronismo unido hace apenas dos meses, porque ¿quién podrá creer que es opositor un dirigente que usa los argumentos del gobierno para atacar a sus propios aliados?

El disenso es saludable, pero el antagonismo enconado es suicida. Morales no opinó distinto que Macri o Patricia Bullrich; hizo directamente causa común con el adversario a vencer en 2023, adoptando su estrategia y sus argumentos en contra de su propio sector político.

Así su fiabilidad y la de la UCR como alternativa de cambio al “modelo” K se esfumó hasta para el votante más distraído. De ahora en más los opositores podrán seguir recitando el padrenuestro de la unidad y “dialogando” entre ellos hasta quedarse afónicos pero no engañan a nadie. No tienen cohesión política, ni ideológica. Los dichos del presidente de la UCR detonaron además cualquier resto de “affectio societatis” entre los miembros de JxC.

El episodio es más que una pelea interna; probó que hay miembros de la alianza opositora que no pueden ya ocultar su afinidad con el oficialismo, y que no garantizan ningún cambio; son gatopardistas devotos del “statu quo”, porque es su ambiente natural y la condición básica de su superviviencia.

La unidad de que destacaba Macri después de la derrota de 2019 recibió dos impactos debajo de la línea de flotación, paradójicamente, después del triunfo de 2021. O tal vez no tan paradójicamente. Fueron un intento de aliviar la situación de un presidente  amenazado por el “default”, con la economía fuera de control y cuestionado hasta por quienes lo llevaron al poder.

Para completar el cuadro Morales se sacó una foto con Horacio Rodríguez Larreta, otro viejo amigo del presidente. Es decir, consiguió lo que Fernández no había podido la semana anterior: una imagen de la oposición colaboracionista. Sembró, además, dudas sobre qué hará de aquí en más el jefe de gobierno porteño, otro de los cultores del “diálogo” que, sin embargo, pocos días antes se había mostrado crítico de la maniobra del kirchnerismo para arrastrar a Juntos por el Cambio en su enfrentamiento con el FMI.

El triunfo opositor de 2021 no prefigura ni garantiza el de 2023. La alianza anti K deberá reinventarse y todo recomienda que lo haga con un nítido perfil antipopulista, porque esa oferta electoral tiene dueño desde hace casi 80 años.