La democracia, versión Biden

La prédica falsamente anticomunista es para impedir que muchos países hagan lo que más le conviene: firmar tratados serios con China y Asia

El miércoles, en una reunión virtual de 110 jefes de estado, el presidente Joe Biden inauguró solemnemente su Cumbre por la Democracia. En un fuerte discurso, el mandatario llamó a unirse con medidas concretas contra los estados que no la apliquen, y que no respeten los derechos de la prensa, la libertad de opinión y de religión. También llamó a una acción constante y contundente para defenderla.

Omitió explicar que los ciudadanos de todo el mundo “libre” están cada vez menos conformes con su democracia, o, mejor dicho, con sus políticos. Eso no debe conducir a la conclusión de que hay que crear una democracia directa, sino que se debería hacer una reunión (por Zoom) para instar a todos los políticos de Occidente a que se ocupen menos del poder y de sus ingresos y más de su misión.

La causa de la convocatoria, como otras banderas que enarbola el mandamás americano, parece irreprochable e indisputable. Aunque habría que hacer algunos “disclaimers” como aman los abogados empresarios estadounidenses, para adjudicarle al llamado presidencial la importancia adecuada y relativa, y también identificar los destinatarios de semejante acción común.

Es obvio que nadie puede estar condonar ni tolerar las prácticas de Cuba, Nicaragua, Venezuela, Rusia o China y otros estados similares. Aún cuando haya gradaciones diferentes en la gravedad de sus sistemas y en los resultados obtenidos. Pero no se puede olvidar que Estados Unidos es el mismo que embarcó a Europa en una guerra contra Irak, que terminó con la muerte de Saddam Hussein, culpado retóricamente de esconder armas nucleares que nunca existieron y aliado tradicional estadounidense en la guerra declarada a pedido contra Irán, donde ofrendó 2 millones de muertos a su amistad americana. Dando un gran salto argumental, como ejemplo: ¿dónde queda la “democracia” de Cristina Kirchner en todo este discurso?

Hay en todo el planteo de Biden un doble estándar que se parece demasiado a la hipocresía, en un mundo que está harto de corrección política, una forma hipócrita que confunde a las sociedades y a los gobernantes, que pareciera se está intentando transformar en cruzada universal y en mecanismo válido políticamente. Un maquiavelismo aún más exagerado.

China y Rusia son dictaduras despreciables no democráticas, pero no son demasiado comparables en la proyección e intención política de cada uno con relación al resto de la humanidad. Tal vez porque China no necesita convencer al mundo de que sea comunista o algo parecido, por su imparable poderío económico. En ese sentido es mucho más daño lo que hace Rusia con su IA, y por otra parte, pareciera que el mundo, muchos políticos, muchos intelectuales y muchos ciudadanos se están convenciendo solos de la estupidez igualitaria socialista, sin necesidad de ayuda. Basta analizar el nivel de la enseñanza escolar, o la indoctrinación escolar casi universalmente sobre cualquier reivindicación de lo que fuere, para comprender que el famoso reseteo del 2030 no vendrá por una invasión asiática, sino porque los niños de hoy están formados en la cancelación política, moral y económica que aprenden todos los días. Si el lector habla con sus hijos comprenderá este punto como si fuera el mejor analista de política internacional del Financial Times. La pandemia ha anulado en un año las afirmaciones de los grandes economistas de la historia, probadas por la teoría y la evidencia empírica durante un siglo: “¿quién se va a preocupar por la emisión y el déficit mientras tanta gente muere en todos los hospitales?”. Un argumento evangélico comparable al oráculo de Delphos, a la leyenda de Quetzalcoatl, a los hechiceros de la tribu, que hablaban con Manitú, y a otros argumentos salvíficos.

Pero ¿quién levantará la voz? ¿Quién se pondrá el ropaje de vicario en la tierra de Washington, Adams, Lincoln y Jefferson (con perdón) para predicar su causa sagrada? Estados Unidos está en uno de los momentos más pobres de su democracia nacional e internacional, plagado de contradicciones, confusiones, incoherencias e injusticias. Partiendo de la persecución a Julian Assagne, el periodista y Editor que desnudó “secretos de estado”, cuyos informes nunca fueron desmentidos y que sufre una persecución que va en contra de todo derecho internacional, o derecho humano, si se prefiere, en una epopeya que incluye doblarle el brazo a quien quiera que lo cobije y no ceda a los deseos americanos de encarcelarlo por su tarea periodística. Es cierto que nadie lo ha envenenado, aún, ni se ha perdido y desaparecido como los empresarios chinos que osaron querer ganar independencia además de dinero. ¿Cómo espera la primera potencia mundial que se comporte el periodismo? ¿Publicará un manual universal sobre qué periodista es tolerable y en qué temas?  La libertad debe ser absoluta o no es. Para EEUU, para Rusia, para Venezuela, para China o para Argentina.

 

¿UNA MAYORIA SE PUEDE COMPORTAR COMO DICTADURA?

¿Existe hoy libertad de opinión en los grandes medios o redes estadounidenses?  ¿El estado ha iniciado acciones de fuerza contra los algoritmos de Google, Facebook, Twitter, o su cierre arbitrario de cuentas según las opiniones de los usuarios, no importa sobre lo que versaran o a favor o en contra de quién estuvieran? Buen tema para la próxima reunión virtual.

La libertad religiosa que ahora proclama defender Norteamérica, se extiende a todos los conceptos éticos y morales, como vacunarse, creer o no en el aborto, naturalizar la elección de género y aún de sexo, o el matrimonio entre personas de igual sexo. ¿Los americanos se seguirán llamando blancos en el país más racista del mundo, o se seguirá cancelando al que piense distinto, al que contrate a dos varones cuando sólo hay dos puestos disponibles o al partido que no ponga varias mujeres en su gabinete, cuando no cancelen las óperas (y libros, películas y series) como Madame Butterfly, Otelo, Rigoletto, Madame Bovary, Mad Men, Sherlock Holmes, o se continuará la carnicería intelectual de mostrar en una serie a una Ana Bolena negra, un escupitajo histórico, también en contradicción a la norma de que para interpretar a un gay hace falta un actor gay, otro escupitajo a la carrera actoral? ¿O se concluirá que Jefferson no fue el prócer mayor de EEUU porque vivía con una esclava negra, y entonces se esconderá su estatua como la de Colón? ¿La dictadura es sólo de una persona o la mayoría también se puede comportar como una dictadura?

Contradicciones que se supone los otros 109 concurrentes zoomiantes seguramente querrán resolver antes de salir a predicar a todas las naciones la nueva verdad.

Yendo a la economía, nada más en contra de la democracia que la creación de deuda o de inflación, como viene haciendo crecientemente y en trágica espiral Estados Unidos, que condiciona a futuras generaciones que no votaron por los actuales autores de estas barbaridades a pagarlas y sufrirlas. Y lo mismo vale para el gasto público irresponsable, tal vez uno de los actos más antidemocráticos que se pueda concebir, como lo es el populismo. Ni hablar de la prédica de las orgas, tipo FMI, Banco Mundial, BID, Banco Central Europeo, FED y otros, que hipotecan el futuro de quienes ni nacieron, no ya de quienes no votan aún. La tremenda inflación americana, que la FED audazmente declaró temporaria, es el accionar menos democrático que se puede concebir, al empujar al mundo a las prédicas malsanas que se suponen combatir.

El odio a Rusia y a China, ahora especialmente fomentado, es el enemigo externo que esconde el proteccionismo nacionalista precario de los norteamericanos y los europeos, que no se animan a competir contra las nuevas tecnologías y entonces encarecen el transporte internacional y suben los precios para “vivir con lo nuestro”, un mecanismo siempre fracasado, siempre retardador de todo avance y de toda solución, siempre mezquino.

Y aún si toda esta pretensión de regir el mundo no sostenido en un poderío real sino en bravatas, es tan funcional como la pandemia a un sistema disoluto de emisión, de control presupuestario inexistente, de desprecio por el valor de la moneda, de confiscación vía la desvalorización del capital, entre la pérdida de valor y la tasa cero que se defiende contra toda lógica y contra toda matemática, justamente por aquellos que postularon las fórmulas matemáticas como modo de predecir el comportamiento de los mercados, concepto que terminó siempre con la miseria generalizada.

La confrontación bélica, que empieza siempre por las restricciones y obstrucciones al comercio mundial, por vía del control de los mares, de las armadas, de los aranceles, las prohibiciones aduaneras y otros gargarismos dialécticos, son también restricciones a la libertad. Y no debe excluirse el valor de excusa que tendría una conflagración, os para salvarse de todos los compromisos, de todas las reglas y de toda ortodoxia, como se acaba de ver con una modestia pandemia.

Hay un punto que puede ser más abarcativo. Desde Bush (h) y su sobrevalorada asesora y luego Secretaria de Estado Condoleezza Rice, se ha venido consagrando y postulando el paradigma de que Estados Unidos no es ni debe ser el “gendarme del mundo”, o sea quien capitanee, garantice y eventualmente imponga el Orden Mundial, necesario para el funcionamiento de cualquier tipo de organización que se adoptase. Por supuesto que tal tarea requiere, además de poderío financiero y económico, el respeto del resto del mundo. Para ello hay que alcanzar ciertos logros, realizar ciertos sacrificios y tener éxitos. Bélicos también.

En un giro al facilismo, el gran país del norte resignó ese papel con Bush (h), y lo siguió resignando hasta ahora. Hace pocos meses el propio Biden y la propia Condoleezza, justamente, explicaron que abandonaban su invasión correctiva y fracasada de 10 años a Afganistán, una confirmación de su resignación a no ser el líder mundial y una confesión de derrota. “Nunca la invasión se debió a que intentábamos imponer un sistema democrático en Afganistan y jamás lo intentamos. “El objetivo de la invasión era que no nos volvieran a atacar” – dijo la inefable Condoleezza, una riesgosa afirmación que no se debería hacer aunque sea por cábala, sin además ocuparse de fundamentar semejante razonamiento. No se puede decidir dejar de ser el custodio del Orden Mundial una semana, y luego intentar volver a serlo a la semana siguiente. Y eso es muy parecido a lo que se intenta hacer en este caso.

En esta suerte de pandemia que ataca a los líderes políticos mundiales y les hace creer que los ciudadanos son idiotas a los que se les puede decir cualquier cosa, Biden quieren presionar a China con sanciones comerciales de muchos países a los que apura para convencerlos de que están luchando contra el comunismo, cuando lo que le interesa es aplicar el más simple proteccionismo no sólo en su país, sino en sus clientes. No quiere perder clientes a manos de China, como está ocurriendo y ocurrirá con muchos países que se encuentran con un mercado comprador chino y un mercado cerrado en Estados Unidos. Y como no tiene nada para ofrecerles, porque su propio país no está dispuesto a abrir sus fronteras, al contrario de los chinos, entonces usa el concepto del comunismo chino, y ahora del ruso porque le conviene circunstancialmente, para “vender” esa cruzada como una defensa de la democracia.

Por supuesto que tanto esta columna, como toda la humanidad trabajadora y defensora de los verdaderos derechos humanos, están en contra del comunismo chino, sus tácticas, sus vicios, su opresión, su falta de respeto por las libertades y la vida. También de Rusia y sus prácticas que son la mezcla perfecta de mafia y comunismo remanente excusatorio zarista. Como reprueba con toda sus fuerzas la pobreza, la esclavitud y la pauperización de Venezuela, Cuba, Nicaragua y quienes los apoyen y traten de imitarlos. Pero el tema es otro. Porque Estados Unidos está propugnando que muchos países, cuya única salida al hambre y la pobreza y el mismo comunismo conceptual es el mercado chino, tanto por sus requerimientos de productos como por su vocación de comerciar, se inmolen en nombre de la democracia para terminar volviendo a la época colonial del aceite de copra y la lucha de Mahatma Gandhi. Se usa la ideología como el fútbol usan a los fanáticos. Y se eligen enemigos, porque se invitó a otras dictaduras a la reunión.

Y ahí de nuevo hay derecho a responderle al presidente americano. ¿No es este Estados Unidos de hoy quien más está aplicando el populismo que desemboca en la ingobernabilidad y el neomarxismo? ¿Qué nombre tiene la emisión desaforada y el endeudamiento irresponsable y rabioso? ¿O la compra de bonos basura de empresas quebradas cuyos CEO’s deberían estar presos, o los subsidios al tuntún para poner “platita” en los bolsillos de la gente, o la persistencia en aumentar salarios de industrias obsoletas que directamente conducen a consolidar la inflación, bajar la competitividad y aumentar el proteccionismo? Al negar al capitalismo con su grosera tasa cero determinada de prepo por un banco central no independiente, al grabar a las empresas para pagar una obra pública imbancable, al sabotear su propia generación de energía, castigando sus costos de producción, al aumentar el accionar del estado, al alimentar las doctrinas persecutorias de la opinión pública, de la libertad de pensamiento y de la acción del periodismo, al privatizar la censura previa, al manotear la riqueza ajena para intentar la imposibilidad de eliminar la desigualdad, recurso que cierra siempre con pobreza, está destrozando los principios del capitalismo, de la eficiencia, de la competencia, de la propiedad, y de la libertad. Y se está pulverizando al capital.

Y destruyendo esos principios, no es serio ni posible argumentar que se está defendiendo la democracia, la acción humana misma. Por lo menos, la democracia como la entienden los americanos, que es lo que EEUU le enseñó y predicó al mundo, cuando era el rector del Orden Mundial, en otros tiempos.

Mientras China y Rusia se relamen, cada uno por su lado, de esta versión Cárter de geopolítica, con la que ellos sólo pueden ganar, quienes atendieron a la prédica por Zoom de quien esta semana ha decidido volver a ser líder de la democracia mundial, que no parece aplicar en su país con entusiasmo, es posible espetarle la certera pregunta de Juvenal: ¿quis custodiet ipsos custodes? Que viene a ser equivalente a: ¿Y quién nos defiende de los defensores de la democracia?