La belleza de los libros

Lapidario cincel lugoniano

El poema `La cautiva', de Esteban Echeverría (1805-1851), se publicó por vez primera en el volumen Rimas (1837). La composición está dividida en diez cantos titulados "El desierto", "El festín", "El puñal", "La alborada", "El pajonal", "La espera", "La quemazón", "Brian", "María", "Epílogo".

Según la moda romántica, el autor se prodiga en epígrafes (``Cita o sentencia que suele ponerse a la cabeza de una obra científica o literaria o de cada uno de sus capítulos o divisiones de otra clase'', DRAE). La portadilla lleva un epígrafe, y uno cada uno de los cantos, con excepción del noveno, que lleva dos, lo cual hace un total de doce epígrafes.

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UNA LLANURA POLIGLOTA­

­Además de su intención en cierto modo decorativa, esos breves textos dibujan, por un lado, una especie de mapa de las lecturas de Echeverría, y, por el otro, nos revelan que el autor leía, o afirmaba leer, al menos en inglés, francés e italiano.­

He aquí la enumeración de las cuatro lenguas utilizadas, los diez autores y los doce epígrafes.­

* Italiano. Tres autores y cuatro epígrafes: Dante Alighieri (dos citas), Alessandro Manzoni y Francesco Petrarca. ­

* Inglés. Un autor y un epígrafe: George Gordon Byron. ­

* Francés. Tres autores y cuatro epígrafes: Victor Hugo, Alphonse de Lamartine (dos citas) y Antar. (1)­

* Español. Tres autores y tres epígrafes: Pedro Calderón de la Barca, Agustín Moreto y un innominado. (2) ­

 

`La cautiva' es la primera obra literaria argentina cuyos temas son el indio y la llanura, motivos telúricos que parecen entablar litigio con la profusión de epígrafes poliglotos.

A pesar de la opinión del propio Echeverría ("El desierto es nuestro, es nuestro más pingüe patrimonio, y debemos poner conato en sacar de su seno, no sólo riqueza para nuestro engrandecimiento y bienestar, sino también poesía para nuestro deleite moral y fomento de nuestra literatura nacional''), confieso que `La cautiva' no es mi texto de cabecera. ­

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CINCEL EN MANO­

­Tampoco lo era de Leopoldo Lugones (1874-1938). En el capítulo VII de El payador (1916) comenta: ­

"[Echeverría adoptó para expresarse] una décima de su invención, tan destartalada como ingrata al oído. Recuérdese la primera, verdadero párrafo de prosa forzada a amoldarse en forma octosílaba, sin contar la violenta inversión de sus tres primeros versos. (...)''.­

He aquí la vilipendiada décima:­

Era la tarde, y la hora ­

en que el sol la cresta dora ­

de los Andes. El desierto ­

inconmensurable, abierto ­

y misterioso a sus pies ­

se extiende, triste el semblante, ­

solitario y taciturno ­

como el mar, cuando un instante ­

el crepúsculo nocturno ­

pone rienda a su altivez. ­

Es verdad que en estos versos confluyen cierto tropiezo y algún laberinto, pero acaso no sean tan graves si los comparamos con los entusiastas jeroglíficos y los angustiados mamarrachos incomprensibles de no pocos ``poetas metafísicos'' de los siglos XX y XXI.­

En fin, por las razones que haya tenido, Lugones los sentenció a muerte y, una vez ejecutada la sentencia, grabó sobre la tumba de `La cautiva' este duro epitafio:­

"Imposible decir peor las cosas. En esa sola estrofa, el desierto está calificado por seis adjetivos igualmente pobres: inconmensurable, abierto, misterioso, triste, solitario y taciturno. La siguiente empieza con cuatro versos tan mal dispuestos, que, cambiándolos de posición, resultan mucho más soportables:­

Gira en vano, reconcentra ­

su inmensidad (?) y no encuentra ­

la vista, en su vivo anhelo, ­

do fijar su fugaz vuelo.­

Habría que hacer del tercer verso el primero, del primero el segundo y del segundo el tercero, para que resultara menos malo. Y todo el poema adolece de igual miseria. Es sencillamente lamentable''. (3)­

En este punto don Leopoldo se aleja, conservando en su diestra mano el lapidario cincel con el que acaba de consignar, sobre el mortuorio mármol, el epitafio que acabamos de leer.­

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(1) Yo ignoraba quién fuera Antar. Pero el propio Echeverría lo explica en su nota 13: ``Antar: célebre poeta árabe, de quien M. de Lamartine cita algunos fragmentos en su viaje a Oriente: de ellos se ha tomado el tema que encabeza este canto''. ­

(2) No he logrado averiguar la identidad del autor del epígrafe "Fallece esperanza y crece tormento''. Arriesgo la conjetura de que tal vez sea la traducción que realizó Echeverría de algún pasaje en otra lengua.­

(3) ¿Hacemos la prueba.?: "La vista, en su vivo anhelo, / gira en vano, reconcentra / su inmensidad y no encuentra / do fijar su fugaz vuelo''. Es verdad: un poquito mejoró, pero el esquema de rimas (aabbcdedec) dispuesto por Echeverría quedó descalabrado. ­