Un artista que no resigna la libertad

Sebastián Suñé escribió, dirige y coprotagoniza 'Una obra para mí', sobre el proceso de gestación creativa.

Sebastián Suñé busca libertad. Al menos eso queda claro en su respuesta a aquellos dramaturgos o actores que le ofrecen material para que él lo dirija. Tacha, tacha y tacha didascalias y se toma el tiempo para imaginar lo suyo, lo que desea que se vea en el escenario. Paradójicamente, al escribir sus propias obras abunda en anotaciones, guías y sugerencias al posible director. Paradójico, pero no contradictorio. Es que con cuarenta años, más de cuarenta obras dirigidas, actuadas y/o escritas, premiado con el Florencio Sánchez, este creador se da el lujo cada vez más de hacer lo que siente, lo que le conmueve.

Desde el lado del espectador eso se agradece. Y queda más que claro en la última de sus apuestas: 'Una obra para mí', que se presenta los viernes a las 22.30 en el Espacio Callejón. El material, precisamente, pone en escena -al menos en una primera lectura- el proceso de gestación de una obra.

Lo concreto es que Suñé se juega una triple con esta pieza. Aparece como dramaturgo, codirector -junto con Lía Bagnoli- y también como actor, rol este último al que "le venía escapando'', aunque fue para el que vino a Buenos aires desde su Córdoba natal hace más de veinte años.

"Yo quería ser actor -recuerda en diálogo por Zoom con La Prensa-, pero nunca entendí muy bien el mundo de los actores, eso de que termina una obra y tengo que buscar otra. Lo hice, pero cuando empecé a escribir y dirigir fue como que era todo más verdadero, había una opinión puesta en escena, una manera de ver el mundo''.

-Esa opinión personal se ve mucho en 'Una obra para mí'.

-Está basada en un hecho real que ocurrió en mi vida; es decir, el biodrama que le encargan al personaje que interpreto, existe. Lo que sucede entre 'El' y 'Yo' es real. Siento algo catártico al hacerlo. Lo que cuenta la pieza y cómo lo cuenta, a mí me habría encantado verlo a mis 25 o 30 años. La historia de dos chicos, que no fuera 'la comedia de los putos'.

-A veces el 'teatro gay', por llamarlo o clasificarlo de esa manera, da -o daba- para cierta superficialidad o 'comedieta'.

-Es verdad. Y en este caso, al principio, o hasta la mitad, decís 'es una obra gay', y después no. Se transforma en otra cosa y es tan particular la historia que, en realidad, se vuelve universal. Mucha gente me dice 'la puede contar dos chicos, una chica y un chico, o personas no binarias'. Son humanos en escena. Tiene la particularidad de que, al ser dos hombres, al principio existe mucha alusión desde los textos a cosas más comunes de los gays.

-Después se da un giro total.

-Tal cual. Primero uno está en una especie de naturalismo, un cotidiano muy amoroso, aunque uno también dudaría de eso. Todo este principio es pura evocación. A partir de ahí, cambia también el registro interpretativo, se sabe lo que pasó entre ellos.

 

LA FORMA

-En la obra se ve también una preocupación por la forma, por el relato.

-A la hora de escribirla me propuse ser bastante honesto. Venía leyendo a Alberto Fuguet -escritor, periodista y cineasta chileno-, sobre todo con 'Missing (una investigación)', donde cambia permanentemente de forma. También 'Dolor y gloria', de Almodovar.

-Se sintió identificado. Es más joven.

-Yo tengo 40, pero me encanta él. Hubo algo de esa película, de las capas. Yo me siento a escribir cuando ya la rumié bastante. Y sé adónde voy. Pero acá no. Hubo una idea de poder respetar esa libertad. Después, claro, escribir es reescribir y en esa reescritura también me propuse ser libre, porque a veces me ato a que se entienda 'el cuentito' -igualmente 'el cuentito' se entiende-. Lo concreto es que pretende buscar formas nuevas.

 

'DELIA'

-¿Le está gustando reecontrarse con la actuación?

-La verdad es que estaba muy nervioso. Venía muy entregado a la dramaturgia; incluso 'Delia', mi primera obra, había vuelto a estar en cartel (todavía se presenta los jueves a las 21 en Espacio Nün). No me gusta estar todo el tiempo arriba del escenario.

-'Delia' también habla de 'hacerse cargo'; es un personaje que debe dar un vuelco en su vida.

-Tal cual. En un punto, son historias casi iguales. 'Delia', por ejemplo, es un homenaje a 'La estupidez' de Rafael Spregelbud, que me volvió loco y la vi tres veces y no podía creer cómo entraban por una puerta, salían y eran otros.

-¿Va a seguir como actor, o será más dramaturgo?

-Solamente actúo para contar ciertas historias o darme el gusto de hacer algún personaje. Seguiré escribiendo, seguro. 

-¿Y dirigir obras de otros?

-También, pero cuando dirijo materiales no míos, lo primero que hago es mandar un mensajito al autor y le pregunto : '¿me das libertad total?'. Si me dice que no sabe, lo pienso. Pero si me dice que sí, allá voy sin dudarlo.