Repleto, ahora otea el horizonte

Por estas horas en Núñez todo es alegría, felicidad, éxtasis. Anoche River, el equipo de Marcelo Gallardo, volvió a tocar el cielo. Otra vez arriba, nuevamente en lo más alto. Merecido campeón. Largamente. El Millonario ahora sí ocupó el casillero que le faltaba luego de 7 años y medio de tremendos éxitos bajo la tutela de un hombre que llegó para cambiar la historia de un club que ya era rica. Muy rica. Pero ahora no hay con qué darle.
¿Qué más se le puede pedir? a un DT al que, algunos contreras, le recriminaban que no había ganado el título local, más allá de que a nivel doméstico sí había sumado la Copa Argentina (3 veces) la Supercopa Argentina (2 veces, una a Boca) y algunos Superclásicos inolvidables. Todo eso más la supremacía que ejerció durante estos años inolvidables para sus fanas a nivel internacional. Allí ni siquiera vale la pena hacer cuentas. Solo les quedará en el debe, quizá, que no le fue bien en el Mundial de Clubes las dos veces en las que participó, tras ganar la Libertadores en 2015 y 2018. El resto, no tiene parangón.
Nada podrá apagar los festejos en Núñez. pero siempre hay algún motivo para preocuparse. Y es el que tienen los hinchas de River cada fin de año. Sí, eso: la incertidumbre por saber si el Gran DT seguirá o no. No es que les guste sufrir a los riverplatenses, al contrario. No se trata de una cuestión masoquista ni mucho menos. Es simplemente lo que le pasa al ser humano de a pie. El temor de perder lo bueno, lo mejor que tiene. No saber que vendrá. La necesidad imperiosa de conocer, ya, la decisión que piensa tomar Gallardo.
Es posible que ni el propio entrenador la tenga clara en este instante. Siempre fue así, nunca cambió el Muñeco sus formas. "Cuando llegue el momento, haré un balance'', repite cada vez que se acerca fin de año. Bueno, ese momento llegó. Pero, en esta oportunidad, de manera diferente. Con el esquivo título local bajo el brazo, el presidente (que lo llevó a River) Rodolfo D'onofrio caminando hacia la salida y con múltiples y millonarias ofertas de trabajo como la que tiene para dirigir al seleccionado uruguayo, a cambio de 6 millones de dólares por año, con contrato que se extendería por un lustro, para arrancar.
Por todo eso fin de año lo encuentra parado en otro lugar al DT que hizo un trabajo gigante e inigualable en el club de sus amores y que llegó a opacar a próceres como Angel Labruna o Ramón Díaz, tan amados por los hinchas pero que fueron quedando un escalón por debajo del Muñeco. Por eso la alegría del ahora y la angustia del futuro cercano que solo se disipará cuando Gallardo revele sus intenciones. Hasta ese momento, los hinchas seguirán festejando, pero, al mismo tiempo, ansiosos, alimentando el deseo de que el mejor técnico del club de todos los tiempos no se vaya nunca.