HAY EN LA OBRA DE JOSE HERNANDEZ TODO UN PROGRAMA PARA RESTAURAR UNA CIVILIZACION SUBVERTIDA

El Martín Fierro y la tradición

POR JUAN BAUTISTA FOS MEDINA

El 10 de noviembre pasado se ha conmemorado el día de la tradición, en homenaje al natalicio de José Hernández, autor del Martín Fierro, obra gauchesca por antonomasia. Se trata de una fiesta nacional ordenada por la Ley Nø 21.154 de 1975. 


El célebre escritor argentino combatió en el bando federal en las guerras civiles que bañaron de sangre nuestra tierra durante la primera mitad del siglo XIX.

Luego se volcó a la actividad periodística abordando cuestiones relativas al gaucho, a la tierra, a la política de frontera y al indio, destacándose también en la legislatura porteña como diputado y como senador. Murió a los 51 años el 21 de octubre de 1886.

¿Pero qué es la tradición? Etimológicamente significa transmisión, entrega de algo a alguien en el tiempo. Dicha dación implica una sucesión temporal que puede consistir en una cosa o en un patrimonio cultural heredado, que no implica un mero traspaso mecánico sino que supone una incorporación que realiza la generación transmisora; de manera que la tradición se convierte en un proceso continuo y vivo, en un progreso hereditario, como la llamó Juan Vázquez de Mella. O como ha dicho Eugenio D"Ors, es "la transmisión de las adquisiciones intelectuales de los antecesores a los sucesores..., gracias a una especie de memoria colectiva, hereditaria...".

NUCLEO HISTORICO

Y la acción de la tradición es tan inherente al hombre, que puede decirse parafraseando a Aristóteles -una de las lumbreras del pensamiento de todos los tiempos- que el hombre es un animal tradicional (en tanto racional).

Como ha dicho Félix A. Lamas, la tradición es aquello que torna presente el pasado, es lo que confiere vida a la historia como parte condicionante de nuestro hoy; es un principio operante y un constitutivo concreto de una civilización, de una sociedad y de una nación.

La tradición es la entrega de aquello que pasó y que poseyó fuerzas suficientes para influir en nuestro acontecer actual, sostiene el mismo autor y que, además de la nota de vigor social, tiene la de valiosidad o bondad moral. Es decir, la tradición para ser verdadera tiene que ser buena. Y es, en definitiva, el núcleo histórico-vital de una civilización. No debe confundirse ni con conservadorismo, ni con inmovilismo, ni con fosilización sino con el verdadero progreso, en la medida que es un proceso de acumulación de logros humanos en el tiempo. Es así que la verdadera tradición permite al ser humano ver más lejos que sus predecesores, porque agrega siempre a lo acumulado. Si usáramos una imagen clásica, es como si cada generación se subiera a los hombros de la anterior.

Con todo, la tradición occidental se encuentra en crisis porque, como bien señala Lamas, sufre una desordenación, una quiebra del conjunto de puntos de referencia de la vida, un apagamiento o hundimiento del firmamento de fines y de valores. El hombre occidental es víctima de un desenraizamiento de sus vínculos existenciales con la familia, con su entorno, con los cuerpos intermedios, con su cultura, con sus amigos y con Dios.

REFORMA

Ello es así porque es producto de un fenómeno que Christopher Dawson ha dado en llamar el proceso de la Revolución Mundial, que supone un alzamiento contra el orden natural, una subversión contra los principios existenciales del hombre, que viene desarrollándose principalmente desde la "Reforma" protestante, que fue una revolución religiosa y que supuso previamente el Humanismo renacentista -una revolución cultural y filosófica-, y luego -limitándonos a las políticas- por la Revolución Americana, la Francesa y la Soviética.

Quizás esta crisis de nuestra civilización ya la advirtiera José Hernández, al escribir que su propósito fue presentar en el Martín Fierro a un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos, con su modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse (con juegos de imágenes, de metáforas y comparaciones), en definitiva, el tipo original de nuestras pampas, "tan poco conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas veces y que, al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo".

El lamento del gaucho a raíz de la situación que atravesaba, traspasa toda la obra cumbre de Hernández. Así, para el gaucho vivir errante es una tristeza, una gran aflicción: "El gaucho vive errante"; "debe el gaucho tener casa". "Y es necesario aguantar /el rigor de su destino; /el gaucho no es argentino /sinó pa hacerlo matar". "Y se hallan hombres tan malos /que dicen de buena gana: /"El gaucho es como la lana /se limpia y compone a palos". "Tiene el gaucho que aguantar /hasta que lo trague el hoyo /o hasta que venga algún criollo /en esta tierra mandar".
Pensamos que un programa de la Tradición debe contener las siguientes ideas elementales que simplemente enunciamos, acompañados del Martín Fierro.

En primer lugar, recobrar el sentido religioso que traspase todos los ámbitos de la vida. En ese sentido, en el Martín Fierro se hacen numerosas referencias a la tradición religiosa argentina e hispanoamericana. Se mencionan frecuentemente palabras cono Dios, Cristo, Jesús, cruz, cielo, Criador, almas, cristiano, artículo de Fe, rosario, escapulario, camándula, bendito, toque de oración, plegarias, credo, salves, trisagios, sermón, purgatorio, condenación, demonio, diablo, satanás, infierno, hereje, resucitado, diezmo, responso, corrección, faltas, buen hijo, Providencia, Majestá divina, invocación a los santos en general, y a santa Rita, santa Lucía, san Camilo, san Ramón en particular. Frases como "Dios nos asista", "Yo me lavo, dijo el Juez, como Pilato los pies", "con el Jesús en la boca", "Dios piadoso", etc.

Y en la segunda parte del libro, al terminar dice: "Permítanmé descansar, /¡pues he trabajado tanto! /En este punto me planto /y a continuar me resisto, /éstos son treinta y tres cantos, /que es la mesma edá de Cristo".

Algunos de esos versos dicen: "Su esperanza no la cifren /nunca en corazón alguno. /En el mayor infortunio /pongan su confianza en Dios, /de los hombres, sólo en uno, /con gran precaución en dos".

VIDA FAMILIAR

En segundo lugar, rescatar la tradición implica afianzar la vida familiar, basada en el matrimonio, actualmente en pleno proceso de descomposición.
Así en el Martín Fierro encontramos este verso: "Un padre que da consejos /más que padre es un amigo. /Ansí como tal les digo /que vivan con precaución. /Naides sabe en qué rincón /se oculta el que es su enemigo".

Asimismo, la salvaguarda de la tradición exige el respeto al principio de autoridad, a las jerarquías naturales. Así Hernández dice: "Jamás puede hablar el hijo /con la autoridá del padre".

También, en la forma de vida tradicional se procura el afianzamiento de la justicia, del orden, de la unidad y del bien común como fin (objetivos primordiales en la legislación indiana). Así en La vuelta del Martín Fierro, se canta de la siguiente manera: "El que obedeciendo vive /nunca tiene suerte blanda, mas con su soberbia agranda /el rigor en que padece. /Obedezca el que obedece /y será bueno el que manda". O, "Mas Dios ha de permitir /que esto llegue a mejorar, /pero se ha de recordar, /para hacer bien el trabajo, /que el fuego pa calentar /debe ir siempre por abajo". O este más famoso todavía: "Los hermanos sean unidos, /porque esa es la ley primera; /tengan unión verdadera /en cualquier tiempo que sea, /porque si entre ellos pelean /los devoran los de ajuera". O finalmente este otro: "Mas naides se crea ofendido /pues a ninguno incomodo, /y si canto de este modo /por encontrarlo oportuno /no es para mal de ninguno /sino para bien de todos".

Respecto de la ley, nuestro poema gauchesco dice lo siguiente: "La ley es tela de araña /en mi inorancia lo esplico, /no la tema el hombre rico, /nunca la tema el que mande, /pues la ruempe el bicho grande /y sólo enrieda a los chicos". Que sigue con este otro: "Es la ley como la lluvia /nunca puede ser pareja, /el que la aguanta se queja. /Pero el asunto es sencillo, /la ley es como el cuchillo /no ofiende a quien lo maneja". Es el derecho torcido de que habla William Shakespeare, por el cual se vuelve señor del débil, el violento.

Una tradición viva se nutre también del contacto con la realidad, con la naturaleza. Por ello es fundamental que nuestra civilización vuelva a la tierra, hoy volcada a la vida dentro de las grandes urbes macrocefálicas y en medio de una embestida de virtualidad desde hace unas décadas, sobre todo desde que en marzo de 2020 se han impuesto a nivel mundial las restricciones a la presencialidad y a la libre circulación.

NATURALEZA

A través del fenómeno de la masificación el ciudadano del mundo ha perdido o ha visto debilitados sus lazos vitales, que son un signo evidente de la crisis y de la pérdida del sentido tradicional de la vida. Tal contacto con la naturaleza se advierte en el Martín Fierro frecuentemente, porque la Pampa es la compañera inseparable del gaucho.

Por otra parte, tampoco se puede olvidar el sentido comunitario, que fue una característica típica durante la Cristiandad y que se traslucía en la Iglesia, en la monarquía, en la familia y en la propiedad. De ahí que Hernández diga en su obra maestra: "Es el pobre en su horfandá /de la fortuna el desecho, /porque naides toma a pechos /el defender a su raza. /Debe el gaucho tener casa, /escuela, iglesia y derechos".

De ahí la importancia del arraigo, ese ligamen psíquico que une al hombre al suelo y en el cual proyecta su personalidad. Arraigo espacial, que se complementa con el arraigo social (en el que se inserta la persona en la comunidad próxima y en la comunidad política o estatal) y el arraigo cultural, por el cual el ser humano participa de la cosmovisión de su propia patria y civilización y por medio de la cual genera la poesía, el folclore y la cultura que le pertenecen.

LA TIERRA

En el Martín Fierro se observa la importancia que otorga el autor al aprecio que tiene el gaucho a la tierra, a la estancia, al suelo natal, a la patria: "Tuve en mi pago en un tiempo/ hijos, haciencia y mujer; /pero empecé a padecer, /me echaron a la frontera /¡y qué iba a hallar al volver! /tan solo hallé la tapera". También en los versos que siguen puede verse el lamento por el desarraigo y la queja por el desprecio de la tradición campera: "Y saco ansí en conclusión, /en media de mi inorancia, /que aquí el nacer en Estancia /es como una maldición". O en los siguientes, donde puede notarse la crítica del gaucho frente al desprecio de la virtud patriótica y de la concordia política: "Y he decir ansí mismo, /porque de adentro me brota, /que no tiene patriotismo /quien no cuida al compatriota".

El Martín Fierro es, sin duda, una obra clásica. Y lo es no sólo por sus frases llenas de sabiduría, como los consejos del viejo Viscacha, sino por estar compuesta como un cantar y, en cierta manera, al modo platónico o como los grandes clásicos latinos, con diálogos e interrogantes profundos sobre los misterios vitales, como resulta del contrapunto que tienen al final del libro (La vuelta de Martín Fierro), el propio Martín Fierro y el Moreno (con fama de sabio), en una suerte de payada, donde hay un intercambio acerca de planteos como cuál es el canto del cielo, cuál es en el mundo el canto de la tierra, cual es el canto del mar, dónde nace el amor, lo que se entiende por ley, para qué fin el Eterno ha creado la cantidad y la medida, y para qué formó Dios el tiempo y por qué lo dividió.

Como corolario de los profundos pensamientos que se vierten en el libro gauchesco de Hernández, citamos el fragmento de uno de sus versos: "Ama el hombre con ardor, /ama todo cuanto vive. /De Dios vida se recibe /y donde hay vida, hay amor".

En resumen, el Martín Fierro de José Hernández ha rescatado la tradición del hombre de nuestros campos, con sus luces y sus sombras y con el objetivo de preservar la memoria del gaucho en medio de un proceso de desaparición. No puede negarse que cumplió su finalidad y que, en ese sentido, Hernández realizó una tarea verdaderamente tradicional al entregarnos un cuadro de aquel mundo en el que vivieron nuestros mayores. Un mundo que para los partidarios del "progreso indefinido" -entre ellos, Sarmiento- era barbarie y que ha ido borrándose de nuestro horizonte hasta no vislumbrarse actualmente de él prácticamente nada. 

El pensador francés Gustave Thibon, un filósofo de la tierra, exclamaba acerca de la tradición: "¡Qué me importa el pasado en cuanto pasado! ¿No veis que cuando lloro por la ruptura de una tradición es que pienso sobre todo en el porvenir?".

Y, frente a la crisis presente, en Les hommes de l"eternel, Thibon exhorta -con sentido común y con sentido tradicional- a lo siguiente: "Debemos ser ante todo hombres de lo eterno, los hombres que renuevan, por una fidelidad despierta y activa, siempre cuestionada y constantemente renaciente, aquello que había de mejor en el pasado".