PABLO DE SANTIS IMAGINA UNA ESCUELA DE ASESINOS POETICOS EN "ACADEMIA BELLADONNA"

"Mis novelas son como una casa de veraneo"

El escritor, que sitúa su último libro en el Londres gris y frío de 1932, confiesa su interés por trabajar el aspecto visual de las historias que narra. Asegura que jamás escribirá usando el lenguaje inclusivo.

Pablo De Santis proviene de un mundo de culto. Del comic argentino. De la recordada y prestigiosa revista Fierro. Y fiel a lo que narraba con su pluma, era su vida real. No porque fuese el Eternauta o tuviese muchas puertas por abrir como el Señor López, sino por ese alter ego que invade a los superhéroes y que él también tenía. Claro que no por poderes sobrenaturales, pero sí al estilo Clark Kent, que mientras trabajaba en la redacción de la revista Radiolandia relatando los culebrones de las ascendentes Susana Giménez y Moria Casán, lucubraba los guiones con los que a futuro ganaría premios y se convertiría en uno de los pilares de la literatura policial argentina. 

"A los 19 años entré a trabajar como periodista en la revista de espectáculos Salimos. Era muy joven. Después pasé a Radiolandia donde estuve cinco años. Esas experiencias me sirvieron para manejar la escritura a velocidad. La farándula era un mundo muy especial porque tenía que ser todo para el momento. Pero recuerdo que estaba Enrique Sdrech, de quién aprendí mucho". 

-¿Perdió el periodismo de espectáculos o ganó la literatura policial? 

-Creo que gané yo. Escribíamos mucho y ganábamos muy poco. Recuerdo que teníamos la ilusión de entrar en los grandes medios pero ninguno de esa camada lo logró. Era querer salir de ahí, de esa editorial que era evidente que se estaba hundiendo. Y paralelamente escribía mis cosas y mandaba a concursos, pero no pasaba mucho. 

-Hasta que ganó el concurso de la revista Fierro... 

-Recuerdo el impacto que me generaban sus portadas con los dibujos de Chichoni. Era el año 1984 y la dirigía José Sasturain. Lanzan un concurso y gano con mi guión Ataúdes sobre mi cabeza, una historia de ciencia ficción, género que nunca más hice. La verdad es que no era un gran lector de historietas pero sí un escritor compulsivo. 

-¿Y la dupla con Max Cachimba cómo surgió? 

-A Max Cachimba no lo conocía pero al ganar ambos el concurso, Fierro nos unió para formar dupla. ƒl como dibujante y yo como guionista. ƒl 15 y yo 22 años, éramos dos niños casi. Empezamos a publicar juntos y así iniciamos una amistad que perdura hasta hoy. 

-De las viñetas a los libros sin imágenes, otro gran paso que habrá requerido su tiempo. 

-Sí, pero esta vez sin las ganas de salir de donde estaba porque mis años en la revista Fierro los disfruté mucho. Su gente, su ambiente, lo que generaba ser parte de esa revista. Y escribir libros empezó de a poco. Recuerdo que mi primer libro se llamó El palacio de la noche, se lo llevé a Ediciones de la Flor y al tiempo se editó. Después llevé otro a Sudamericana, que también salió. En el año 1992 presenté varios proyectos y terminaron saliendo todos. Pero de forma caótica y sin un norte, hasta que me fui perfeccionando. 

-¿El periodismo lo dejó definitivamente? 

-Sí. No recuerdo bien el año pero cuando me di cuenta que me redituaba más económicamente y profesionalmente escribir libros que seguir escribiendo crónicas de amor y escándalos, no hubo marcha atrás. Pero claro, reconozco que si hubiese sido un periodista bien pago, me hubiese costado más iniciar mi carrera como escritor.

MAS DE UNA INTRIGA

El nuevo libro de Pablo De Santis, Academia Belladonna intriga desde todo aspecto. El título bien podría llevarnos a una escuela de modelos de Milán o París, pero su portada nos traslada directo a la misteriosa Londres, con sus giros detectivescos y policiales, fiel al historial de su autor. Su bagaje cultural proveniente del comic y su escritura orientada a un público plural, a priori, hacen presagiar un relato indescifrable. 

"Academia Belladonna es un libro que se me ocurrió de repente. Yo tengo libros que planeo con mucha antelación y otros que se me ocurren de un momento al otro, como El enigma de París o El inventor de juegos. Son los libros que escribo más con el inconsciente que con la conciencia. 

-Una academia de asesinos, donde el principal estudiante no está muy convencido de matar. 

-Porque no son asesinos tan malvados, son asesinos poéticos, que dejan señales en sus víctimas. Está emparentado con El enigma de Paris, que es una novela que ocurre en 1889, mientras que esta, ocurre 40 años después, o sea en 1932, con un personaje que reaparece, como Caleb Theodore Lawson. Sería como una ligera secuela, no una continuación directa. 

-¿Por qué llevar esta historia a la gris y fría Londres de 1932?

-Porque fue el momento por excelencia de los detectives. Y además porque si lo hago en una realidad inmediata, estoy sujeto a las cosas que realmente vivimos y puede confundirse con algún mensaje que no quisiera dar. Esa Londres es como un mundo mítico, una época brumosa, de crisis, previa a la Segunda Guerra Mundial, que es un ícono que dejó el pasado muy atrás, pero tampoco es otra vida. 

-Su literatura le da mucha importancia a los paisajes, a las atmósferas que viven sus personajes. 

-Es la marca que me dejó el comic. Igual siempre tuve un interés visual por las historias. Porque lo que recordamos cuando leemos son las imágenes. En mis clases de escritura siempre digo que hay que dejar imágenes. Si vuelvo a alguna novela que leí hace poco, dudo que pueda recordar una frase por más mínima que sea, pero sí voy a poder dar varias imágenes de lo que leí. Mis novelas son como una casa de veraneo, donde el lector va a habitar unos días, entonces hay que amueblarla y ponerla visualmente linda. 

SIN PRESIONES

-Cuando entendió que era escritor, ¿no sintió la presión de escribir libros cada vez mejores? 

-La verdad es que no tengo una presión extra porque sé que tengo que vender libros para vivir. Ya bastante difícil es ponerse a escribir un libro como para que además, cargue con la presión de ser exitoso. Igualmente muchas veces me pregunto cómo no seguí algún trabajo en serio, en vez de librar mi suerte y la de mi familia a mi creatividad literaria.

-Muchos catastrofistas aseguran que el libro va a desaparecer con el tiempo. ¿Qué opina? 

-No creo que el libro vaya a desaparecer. Pero siempre hubo nostalgia en el mundo de los libros, que se repite incluso hoy. Antes era por la escritura a mano, después por la máquina de escribir y ahora por el papel. Pero el libro siempre está, de hecho el libro virtual no termina de despegar. De lo que sí estoy seguro es que los enamorados de los libros siempre fuimos una minoría. En mi colegio secundario los que leíamos éramos pocos. De 40, no éramos más de tres o cuatro los que comentábamos qué estábamos leyendo.

-Muchos de sus libros pasaron al cine. Desde el momento que sucedió eso, ¿escribió pensando en posibles actores para sus personajes?

-Nunca escribí un libro o un guión pensando en posibles actores. Escribo desde adentro hacia afuera, más que de afuera hacia adentro. Sería imposible hacer eso. Ni tampoco me meto con la tarea de los directores. Trabajé mucho con Fernando Spiner pero trato de no dar opiniones si no me la piden. 

-¿Llegará el momento en que un libro suyo tenga lenguaje inclusivo? 

-No, en absoluto. Estoy totalmente en desacuerdo. De hecho es un lenguaje que excluye. Hay una diferencia entre los hablantes muy marcada. El lenguaje inclusivo se basa en puntos no muy claros como la "x" que es innombrable, la "e" que es algo absurdo. No me parece mal la duplicación del género como "amigas y amigos" cuando se le habla a mucha gente, pero hacer un plural en "e" no tiene ningún sentido. 

-Pero cada vez lo adopta más gente, profesionales, docentes. 

-Porque también es ideológico. El aparato del Estado trata de imponerlo pero es algo que tampoco le funcionó a Mussolini, con el "lei" que en italiano es "usted" pero también "ella". Entonces como era tratar a la otra persona de mujer, lo prohibió e impuso el "voi", pero fracasó porque el pueblo italiano sigue diciendo "lei". La imposición estatal siempre fracasa. Dentro de la Academia Argentina de Letras, de la cual soy miembro, rechazamos de manera unánime su utilización, incluso con un escrito redactado por la presidente Alicia Zorrilla. 

-Se supone que la vida de un escritor no cambia mucho con una cuarentena obligada. ¿Mito o verdad? 

-Verdad. Mi vida no cambió mucho, sólo que pasé a dar clases por zoom en lugar de ir a los institutos. Y fue caótico hasta que pude calibrar bien la señal de Internet. Después me dediqué a leer los libros que siempre dejé por falta de tiempo. Esos que uno compra y los deja para cuando se pueda. Por ejemplo, leí las Memorias de ultratumba, de Francois-René de Chateaubriand que pensé que nunca las iba a leer.