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El hombre químico (II)

La pandemia de COVID alertó y dio a conocer el drama de las soledades masivas; aquello que Ortega y Gasset llamaba el “perpetuo arresto en casa” cuando según el gran español nos salvamos “con las cosas”. O sea, con lo que èl llamaba “proyectos, vocación y misión “ya que ahí estaba nuestra salvación.

Jorgelina a quien conocí hace varios meses parece hacer honor al maestro en filosofía José Ortega y Gasset cuando nos decía:” …no podemos salir del perpetuo arresto en casa; salvémonos con las cosas”. Su vida se había convertido en un “porro embebido” vorazmente en pareja mientras veían Netflix con pasión. Sexo nada porque lo primero que baja el consumo voraz de marihuana es el deseo sexual; la conocí luego de una intoxicación por estimulantes (cuando ya no alcanzaba la marihuana). Esto es habitual en muchos; la euforia inicial del “porro” luego es seguido por anhedonia, luego siguen síntomas depresivos y por fin trastornos psicóticos. La vi luego de estar en terapia intensiva por un sincope cardíaco en plena calle y salvada por el SAME.

Inteligente con dos títulos universitarios creció sola aun teniendo padres que habían dimitido de su papel educativo y luego su soledad fue haciéndose depresión. Tanto ella como su novio no habían podido salir del “perpetuo arresto en su casa”. Todo esto se agrava con la pandemia de Covid.

Pero esto parece no haberle pasado solo a Jorgelina; sino que pasa a ser un problema masivo en la “polis” moderna a tal punto que el Foro Económico Mundial (WEF, su sigla en inglés) incluyó este año a la Soledad entre las tres grandes amenazas para la economía global, junto con el clima extremo y las vulnerabilidades económicas alrededor del planeta.

Las soledades masivas bastante claras en niños y abuelos generan efectos. Entre el 30% y 40 % de los adultos jóvenes (según este Foro) se siente siempre o frecuentemente solo o dejado de lado. Es predictor de muerte prematura, problemas de salud mental y drogas.

Esto surge paradójicamente en la época de la conexión infinita que trajo Internet a nuestras vidas con la proliferación de redes sociales y la viralización de contactos.

COVID Y ANGUSTIAS MASIVAS

El COVID y sus temores aumentó el consumo de psicofármacos y los problemas de salud mental, así como el alcoholismo y las drogas. En países que registran estos problemas psiquiátricos como U.S.A. en 2020 aumentaron las muertes por sobredosis en un 30% en relación con el 2019 y 7 de cada 10 americanos (Asociación Psiquiátrica Americana) manifestaron síntomas de depresión.

Al lado de esto el temor a las consultas médicas trajo como consecuencia la falta de diagnóstico precoz de enfermedades de todo tipo y las muertes por infartos, accidentes cerebrovasculares. Se fueron dejando de lado consultas que culminaron en un aumento posterior del diagnóstico de seis canceres (páncreas, gástrico, esófago, mama, colo-rectal y pulmón) con relación al 2018 de un 46 %.

Las admisiones para quimioterapia disminuyeron entre un 45 y un 66%. En Italia los procedimientos cardiológicos disminuyeron un 56%. Las tasas de mortalidad por enfermedad de Alzheimer (demencia) aumentaron dos veces (Revista Jama octubre 2020). De la misma manera aumento según datos de la Revista Europea de Investigaciones Clínicas un 55% el peso corporal con consecuencias metabólicas (riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes, etc.)

La falta de consultas en los Servicios de Salud Mental también fue clara en el cierre prolongado con la obligación de estar en la casa. Las consultas virtuales tienen un efecto limitado en cuadros agudos de salud mental y adicciones.

La presencialidad de las consultas con los cuidados y distancia necesarias es mucho más efectiva que la virtualidad. Es necesario el contacto, la mirada, la gestualidad de los dos actores: paciente y profesional; esto es irreemplazable.

De esta manera se fueron agravando las soledades en esos tiempos de Pandemia con las secuelas de crisis de ansiedad, insomnio y temor a las enfermedades sospechosas de COVID. Las muertes cercanas de familiares o conocidos generaban cuadros de ansiedad generalizada con ataques de pánico.

Frente a esto surgen “gigantes” emocionales negativos: abuso de sustancias con el alcohol, la marihuana y la cocaína como ejes centrales, los pensamientos suicidas con actos autoagresivos y cortes

en el cuerpo (en U.S.A. aumentó el 120% la emergencia frete a estos hechos).

Las patologías infantojuveniles ligadas a los intentos de autoeliminación fue en ascenso. En España según datos del Ministerio de Sanidad aumentó un 244% los casos de ideación suicida con la pandemia siempre en poblaciones juveniles.

La otra pandemia que recorre el mundo es la llamada pandemia oculta de Orfandad: embarazo adolescente, padres muertos por Covid, abuelos, cuidadores, retrasos en el desarrollo y la secuela de niños abusados incluso por sus propios padres y luego abandonados en hogares.

VIAS ILEGALES DE CONTACTO CON PSICO-FARMACOS

Mientras tanto en Argentina el consumo de psicofármacos aumentó cuatro veces más que los medicamentos en general. Las vías de compra fueron las legales (por receta médica) pero fundamentalmente la automedicación conseguida por vías ilegales, las recetas virtuales (con empresas ilegales que por una módica suma la proveen) e incluso el aumento de la venta de drogas durante la pandemia y la extensión de la de distribución con entrega “puerta a puerta” a través de medios tecnológicos y con “carrier” prestos para la entrega (una nueva forma de “trucar” la existencia de personal esencial).Estos extendieron a la clásica venta de drogas la venta de todo tipo de psicotrópicos tranquilizantes y antidepresivos.

Otra vía de entrega de psicofármacos ilegales fue el robo de camiones de laboratorios con psicofármacos por “nuevos piratas del asfalto” dedicados a este material “precioso” para la venta. La venta sin receta aumento un 31,7 % en varones y un 14,2% en mujeres según datos del Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos de la Provincia de Buenos Aires (especialmente los derivados de las benzodiacepinas como el clonazepam y el alprazolam).

Estos medicamentos de uso psiquiátrico superaron en venta al Paracetamol de 1 g. que era de uso extendido en la sospecha de Covid. Esto muestra la seriedad del tema de la angustia y el pánico ligados al insomnio en nuestra sociedad, así como la depresión. La pandemia global por Covid-19 fue acompañada por la llamada

pandemia mental en donde las enfermedades psiquiátricas (con secuelas suicidas y delirantes) se acompañó de una disparada de consumo de psicofármacos, drogas y alcohol.

La crisis de las psicoterapias y de los tratamientos psiquiátricos en la pandemia y las limitaciones que comportan las consultas virtuales

en cuadros complejos agudos de adicción y /o de pánico y de ansiedad generalizada o depresiones graves fue otro de los elementos que llevò a salidas criticas: automedicación, abuso de psicofármacos, uso de alcohol, drogas, y /o mezcla de todo esto.

Un reciente relevamiento de la Confederación farmacéutica Argentina (COFA) sobe el mercado de los medicamentes arrojó que entre los 15 medicamentos más vendidos aparecen dos psicotrópicos _agentes químicos que actúan sobre el sistema nervioso central -fabricados por laboratorios y que se venden con receta archivada pero que tienen -también vías ilegales de distribución-el Clonazepam y el Lorazepam (10 millones y casi 7 millones de pastillas respectivamente).

Así se llega al ser dependiente y esclavo de la química, remedo del llamado Ultimo Hombre de Nietzsche.

EL “ULTIMO HOMBRE”

Es el tiempo de lo que F. Nietzsche (Alemania-1844/1900) llamaba el “Último Hombre”: el que no se trascendía a sí mismo, conformista, masificado, con metas que sean nada más que el “aquí y ahora del ya” que contradecía aquel hombre propuesto por Ortega: proyecto, misión y vocación. Que caracterizo como salir del perpetuo “arresto en casa” (consumiendo, por ejemplo) e ir a las cosas.

Después en Argentina nos dice “Argentinos a las cosas” mostrando la característica típica nuestra de no llegar a la realidad sino solo al espejo de nosotros mismos.

En Nietzsche “Ahí ningún árbol elevado puede crecer en esta tierra yerma”, nos decía. Estos “últimos hombres” son pequeños, demasiado pequeños y se van sometiendo a la esclavitud, resignados e inmersos en el más alienado conformismo. Este “Ultimo Hombre” está representado por un camello que soporta toda carga como un esclavo,

pero debe recuperar al niño que este caído en él para jugar, inventar y crear.

Aparece así un individuo haciendo gala de su soledad más absoluta ahí con el químico que es consuelo y rabia y que al mismo tiempo anuncia su desvinculación del Otro y los otros. Soledad buscada y rabiosamente temida y odiada porque muestra el vacío y por ende la angustia que tiene que volver a ser tapada por otra bocanada o pinchazo.

Y así vamos inaugurando la letanía mortífera y suicida del individuo libre, solo y esclavo a la vez. Fundamentalmente el vacío nos persigue. Son tiempos de desvinculación que paradójicamente es vivido como tiempo de libertad, pero no hay libertad sin vínculos.

Tecnología y química como centros del universo y ejes del Paraíso prometido en donde falta la Palabra que es el eje humano por excelencia. Palabra difícil de encontrar en la casa, la escuela, las iglesias, los centros culturales.

Ahí hay silencios o consignas políticas, pero faltan encuentros. Seres desvinculados en donde las palabras como medios de comunicación y crecimiento emocional no tienen prestigio en el mundo de los impactos, las imágenes, los aparatos y de las pócimas mágicas. Vínculos y Palabras parecen faltar en las góndolas de la postmodernidad mientras nuevos Mecenas esclavizan a miles gozando de la plusvalía y asistimos entonces a la paradoja que el individuo libre lucha por salir de una esclavitud química, tecnológica mientras se va fundiendo en su desvinculación y soledad.