Que suenen las campanas en defensa de nuestra fe

En la tradición católica, el sonido de las campanas simboliza la voz de Dios que llama a la conversión y a creer en el Evangelio. El sonido de las campanas, además, significa la próxima celebración del Santo Sacrificio de la Misa, el rezo del Angelus, el júbilo por un acontecimiento excepcional -desde la visita de un papa o del obispo del lugar hasta el aniversario de bodas sacerdotales, de las fiestas patronales-, la despedida de nuestros difuntos a los que encomendamos a la divina misericordia y tantos otros momentos que marcan la vida de los hijos de Dios y de la Iglesia.­

Lo cierto es que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha clausurado el campanario de la Parroquia Santa Julia. La excusa: "ruidos molestos''. Se trata de otro avance irrazonable del Gobierno porteño contra la religión católica la que, como aclara Dalmacio Vélez Sarfield, es la propia del Estado argentino.­

Lo cierto es que esta clausura y otros hechos anteriores lesivos de la vida de la Iglesia son una muestra indecorosa de la falta de sentido común de las autoridades locales.­

No obstante la falsa consagración de su gestión al Sagrado Corazón en la Catedral metropolitana, reclamarle al actual Jefe de Gobierno que además tenga sentido cristiano de la vida es como pedirle a un olmo que dé peras.­

Dicho esto, ¿no deberían seguir sonando esas campanas de la Parroquia Santa Julia y de todos los templos católicos porteños como voz firme y armoniosa a favor de la fe de nuestros padres y en respuesta al imperceptible pero real avance totalitario soft del gobierno de turno en Buenos Aires?­