Segundo tiempo, con otro equipo y otro capitán

Para ciertas facciones de la prensa porteña, contaminadas por el simplismo analítico de la grieta, la última reorganización del gabinete de Alberto Fernández sólo puede interpretarse como una nueva confirmación de que "la que siempre gana", "la que comanda", "la que consigue lo que quiere" es la vicepresidenta, la señora de Kirchner. Es probable que haya que revisar ese enfoque

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Un sistema colapsado­

La elección del domingo 12 impactó brutalmente sobre el conjunto del sistema de poder establecido a fines de 2019, cuyos vértices son Cristina de Kirchner, Alberto Fernández y también, pivotando entre ellos, Sergio Massa.­

La señora de Kirchner fue la primera en dar por colapsado aquel sistema de poder y trató de acelerar ese proceso, impulsando las renuncias de sus seguidores con un objetivo que la diputada Fernanda Vallejos resumió en su logorrea viralizada: que Alberto Fernández "se allanara" a la voluntad de su vice. Se trató, según la descripción del gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, de "un escándalo", un "ultraje a la investidura presidencial"

Aquel sistema de poder, como señalamos después del último comicio en esta columna, "consiguió el Gobierno dos años atrás pero no ha logrado atravesar la primera prueba de ácido en estas elecciones primarias. Los restantes accionistas de la coalición (gobernadores, jefaturas municipales, líderes gremiales y de movimientos sociales), a menudo relegados a un segundo plano, se ven empujados por el desbarajuste del Gobierno a hacer notar su presencia y a ejercer un control de gestión más riguroso, al evidenciarse que los tres factores que ocupan el vértice están amplificando irresponsablemente los daños de la derrota".­

Desde el nacimiento del peronismo en 1945, su creador impulsó en el movimiento la virtud de reinventarse a sí mismo frente a los renovados desafíos planteados por la historia. El sacudón electoral vino a advertirle al peronismo que si no recupera el realismo y la capacidad de pensar de nuevo ante las nuevas situaciones, como reclamaba Perón, corre el riesgo de convertirse en un instrumento político obsoleto y ser abandonado por los sectores que siempre lo sostuvieron

Son muchos los peronistas que consideran que su movimiento debe dejar de lado cualquier anteojera ideológica prestada y recuperar el pensamiento estratégico de Perón, pues alejarse de esa concepción permitió que se malograran o malgastaran oportunidades de inserción en el escenario internacional mientras crecían internamente la pobreza, la indigencia, el estancamiento, el desempleo, la inseguridad y la indefensión. Eso tiene un costo.­

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Corto plazo y segundo tiempo­

Los cambios de gabinete que Alberto Fernández terminó de delinear el viernes 16, después de conversar con gobernadores, gremialistas y dirigentes sociales, pueden considerarse, en parte, una terapia de emergencia destinada a detener una sangría que en el corto plazo podría agravar la última derrota electoral, algo que se pretende evitar aunque los plazos no ayuden.­

Pero los cambios también van más allá: implican una movida de revitalización que trata no sólo de dotar de musculatura política a un Poder Ejecutivo que se veía anémico por la paulatina evaporación de la autoridad presidencial, sino de devolverle al peronismo la capacidad transformadora, que constituye su razón de ser.­

El símbolo de este movimiento de revitalización es la figura del gobernador de Tucumán, Juan Manzur, catapultado a la Jefatura de Gabinete.­

En lo relacionado con el cierre de la sangría, Fernández mantuvo en su lugar al ministro de Interior, Wado de Pedro (el primer renunciante cristinista de su gabinete), pero más allá de presiones de su vice, también retuvo en sus puestos a Martín Guzmán y al titular de Producción, Matías Kulfas (ambos bombardeados desde el sector de CFK), mientras al denostado Santiago Cafiero lo cambió de funciones a expensas de Felipe Solá (denotando que la presión de la señora de Kirchner no conduce automáticamente a la hoguera).­

Pero conviene atender a designaciones muy significativas. Julián Domínguez quedará a cargo de Agricultura. Esa incorporación fue observada con agrado por la mayoría de las organizaciones del campo, que recuerda que Domínguez fue titular de esa cartera un año después del conflicto del 2008 y llevó adelante una gestión pacificadora. Domínguez invitó ahora a su asunción a los presidentes de las entidades de la Comisión de Enlace, reiteró su idea de que "no se puede pensar a la Argentina sin pensar el rol del campo", y dejó trascender que su cartera revisará rápidamente el tapón a las exportaciones de carne.­

También se incorporó Aníbal Fernández en Seguridad, una cartera en la que el Presidente ensayó fallidamente, como en otras materias, una aproximación "políticamente correcta" a través de la ahora desplazada Sabina Frederic. Aníbal Fernández aportará un estilo más enérgico y una voz articulada para defender la gestión

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Un tucumano del conurbano­

La designación sin duda más trascendente ha sido la de Juan Manzur a la Jefatura de Gabinete. Aunque la señora de Kirchner quiso, en su carta de una semana atrás, adjudicarse la instrucción del llamado al gobernador tucumano, lo cierto es que Manzur (como el sanjuanino Sergio Uñac, para citar a otro gobernador electoralmente fortalecido tras las PASO y con legítimas ambiciones referidas a 2023) no sintoniza bien con el cristianismo y, en cambio, tiene coincidencias con el Alberto Fernández de la campaña de 2019 y con el que condujo con sentido amplio las primeras etapas de la lucha contra la pandemia.­

Manzur es un hombre del federalismo productivista de provincias, que además edificó, en distintas funciones políticas cumplidas, vínculos firmes con el movimiento obrero. Y que conoce también la problemática del conurbano (empezó su carrera como secretario de Salud de La Matanza, y en ese momento tenía como segunda a la actual vicegobernadora bonaerense, Verónica Magario). Es, además, un dirigente de lúcida mirada internacional y con sólidos contactos en ese escenario

Decíamos en esta columna una semana atrás: "El oficialismo afronta el desafío de regenerarse, rectificar el rumbo y adoptar un curso de acción que le permita acordar con el Fondo Monetario Internacional, encarar reformas destinadas a mejorar la productividad de las empresas, hacer más fluido y demandante el mercado de trabajo y dar respuestas a las grandes urgencias sociales. Todo eso requiere ampliar las bases de apoyo político del Gobierno. Estamos asistiendo al primer capítulo de esta historia".­

Con Manzur se inicia esta etapa, y este cambio, que va más allá del resultado de la elección de noviembre y se proyecta sobre la segunda mitad de este período, prólogo de la puja presidencial de 2023.­

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Volver a vivir­

El peronismo no puede permanecer sin reacción ante el drama de la pobreza y la marginalidad social que crece sin cesar y afecta a millones de compatriotas; ni puede limitarse a repetir la ya agotada fórmula asistencialista que acompañó ese proceso creciente de empobrecimiento, sólo mitigando algunos de sus efectos. Se trata de cambiar subsidios por empleo.­

Para el peronismo se trata, en última instancia, de restablecer las bases de la justicia social y la movilidad social ascendente, que fueron sus emblemas, impulsando una política económica y una política exterior que promuevan la inversión genuina, estimulen (y, en principio, no castiguen) las producciones competitivas del país, amplíen la capacidad exportadora, promuevan el aumento de la productividad y recuperen la capacidad de financiamiento externo.­

Estos puntos son perfectamente realizables en las actuales condiciones del mundo y del país, y parecen el contenido programático natural de la reformulación política que empieza a estar en manos de poderes territoriales, gremios y movimientos sociales, y que se expresan institucionalmente en la nueva Jefatura de Gabinete.­