Desde mi punto de vista

Votar en el reino del ridículo

Todo el sistema electoral argentino es ridículo. Es ridículo y está mal, muy mal, atenta contra el votante, atenta contra los políticos honestos y contra la voluntad democrática. Es una gran, enorme y gigantesca ridiculez, manejada por las fuerzas políticas principales que se equilibran mutuamente logrando que todo el mundo sea infeliz. Es ridículo el sistema de votación al que nos vemos sometidos en unas primarias ridículas y luego llegamos a unas generales donde el nivel de representación de voces es ridículo. La modificación de toda esta grotesca situación no ha sido bandera de ninguna fuerza política, una lástima porque sería una de las mejores propuestas y hubiera dejado en ridículo a toda la casta que se ha empeñado, año tras año, en ridiculizar a la democracia. Veamos:  ­

Primero lo primero: desde el vamos hay que entender que las personas (sí, incluso esas que decimos: -Che, que genial que tal fuera presidente por su rectitud, honestidad, inteligencia y ejemplaridad) no pueden presentarse a elecciones si no tienen un partido político que las avale. O sea, que el mejor de los mejores debe, para competir, zambullirse en la letrina que después nos lo hace repulsivo. ­

REQUISITOS DEMENCIALES­

Los requisitos para la conformación de un partido político son demenciales, es más fácil subir 20 pisos por escalera con un chancho enjabonado que armar un partido y esto nos lleva al siguiente problema: o hay que disponer de una estructura, dineros y tiempo, que no están al alcance de los ciudadanos de a pie, o hay que recurrir a los sellos de alquiler. Se denomina así a partidos políticos ya existentes que pueden tener concordancia ideológica o no con los candidatos, son meros kioscos/instrumentos. Dependiendo de la elección, del candidato que consiguen y de cómo va el viento, van en alianzas o separados, pero lo importante es que reciben jugosos dineros del Estado por existir lo que los convierte en apetecibles.

Argentina, o sea quienes tienen el poder de legislar en Argentina, viene endureciendo los caminos para la constitución de un partido político y en consecuencia reforzando el provecho de los ya existentes. Cuando se habla de casta política, también se habla de las trabas regulatorias en materia electoral que el hampa pone a los nuevos actores para que nadie les toque los kioscos. 

No existe una sola ventaja o excusa para mantener este sistema vigente y en cada elección afloran las miserias y artilugios de este mecanismo. Cada elección, aquellos que no pertenecen a las grandes fuerzas políticas deben caer en las garras de los sellos en oferta, cada elección se renuevan el queso y la trampera, lo que implica un presupuesto enorme que no genera ningún beneficio. El sentido común indica que los partidos políticos deberían financiarse con el aporte de sus miembros, pero eso iría contra los intereses más profundamente enquistados de nuestro ridículo sistema que obliga a la totalidad de los argentinos a pagar para mantener al partido comunista, al justicialista o al radical, por nombrar algunos (y son cientos).

LISTA SABANA­

­Acá se agrega otra ridiculez que el ingenio popular dio en llamar LISTA SABANA. Se trata de una lista cerrada y bloqueada de candidatos a los que se debe votar en bloque y sin la posibilidad del votante elegir a los mejores. Ponen a la cabeza de la lista a uno más o menos aceptable y atrás pueden venir los jinetes del apocalipsis con pistolas láser y hay que aceptarlos igual. Los argentinos no tenemos ni idea de qué hay en esas cajas de Pandora que son las listas sábana y los candidatos que encabezan las listas, muchas veces tampoco. Es obligatorio rellenar los casilleros de TODOS LOS CARGOS electivos para poder presentarse. Ah, además respetando la soberbiamente ridícula paridad de género. Porque siempre se puede ser más ridículo.­

Una vez que ya tenemos a los candidatos habiendo cumplido con todas las ridiculeces se larga la campaña política, que como cualquier cosa hecha en Argentina, tiene una inmensa cantidad de regulaciones imbricadas y pagadas por los contribuyentes. Es de destacar que, por ejemplo, los debates presidenciales que se hacían por iniciativa privada se convirtieron en ley, hecho que no sólo los transformó en un embole tanto para candidatos como para el público, sino que pasó a cargarse en la cuenta que pagamos todos. Nada nos detiene a la hora de sumar gastos, otro ejemplo son los hiperregulados espacios cedidos que también son un subproducto de la campaña. Los espacios cedidos son esos minimensajes que nos saturan durante todo el mes de la campaña. Un evidente avance autoritario sobre la propiedad de los medios de comunicación y sobre las programaciones y que, como todo en este proceso, obligan a una serie de normas ridículas y caras.­

LAS PASO DE CFK­

­Pero avancemos en el proceso. La primera parte de la campaña son las ridículas PASO, o sea las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, instrumento pensado para la selección de candidatos. Las PASO se establecieron en 2009 y se utilizaron por primera vez en 2011. Bueno, en realidad sí pero no. El sistema de primarias se instauró en 2002 peeeeero, con ese apego que los políticos tienen a la ley, fueron inmediatamente suspendidas. Las suspendió Duhalde en 2003 por esa "única vez''. Habrá pensado que eran de chistín, y como quien no quiere la cosa las anuló. Así que aquella contienda se ajustó a las necesidades internas del kirchnerismo de los primeros días. Luego se aplicaron parcialmente, un poquito en 2005 y finalmente se derogaron en 2006.

Pero a mediados de 2009 sonó un atronador: -¡Renunciá!, gritado por Nestor Kirchner desde el piso 19 del Hotel Intercontinental, cuando la formación por él fundada caía ante un inesperado empresario. A Néstor la derrota lo agarró por sorpresa y Cristina temió que algo así le arruinara la reelección en 2011 y así fue como, a fines de ese año el kirchnerismo resucitó las PASO. Las impuso Cristina aunque ni en 2011 ni en 2015 ni en 2019 se sometió a ellas. ­

Nuestras peripatéticas PASO son únicas en el mundo, un instrumento estéril que obliga a todos votantes a elegir en alguna interna, cualquiera, la que se les ocurra, estén o no afiliados a ese partido. Un bicho electoral tan amañado que permite a los militantes de una formación influir en las internas de otro.

Ningún otro país obliga a la misma vez a los partidos a elegir candidatos de la forma en la que al Estado se le canta y a la totalidad de los electores a participar de esa doble compulsión autoritaria. La pretensión de limpiar la góndola de ofertas minoritarias que no superen el piso del 1,5% es ridícula si para hacer la limpieza debemos someter al país a dos procesos eleccionarios, doble gasto y doble uso de empleo y servicios públicos. ­

Pero sabemos que nuestra clase política tiene una definición de ahorro bien ridícula. Las PASO multiplican elecciones, prolongan los tiempos de campaña y desgastan a aquellos candidatos que no viven de la política ni tienen grandes aparatos a tal fin. Cumplen además con el (¿buscado?) objetivo de hastiar a los votantes. Para las formaciones mayoritarias, sin embargo, funcionan como una gran encuesta de escala 1 a 1, a semejanza del absurdo mapa que soñaba Borges en Del rigor en la ciencia, pero sin la belleza del cuento, claro.

JUNGLA DISTOPICA­

­Hace años que la Cámara Nacional Electoral anda de ruego en ruego, explicando sus cuestionamientos a las normas y procedimientos surgidos de la reforma que promovió el kirchnerismo y que debería ponernos los pelos de punta. Urge hacer una reforma electoral que seriamente garantice la autonomía de la Dirección Nacional Electoral respecto del Poder Ejecutivo. 

La extrema polarización sostiene una paridad muy alta que agita cada dos años el fantasma del fraude y que potencia los males del sistema como el robo de boletas, el financiamiento ilegal de las campañas, el uso promiscuo del dinero del Estado por los gobernantes de turno y otros vicios en los que ostentamos el podio. La Cámara además dijo que es imperiosa la necesidad de modificar el sistema de boletas y pidió dar "un debate sobre los medios instrumentales que el régimen jurídico establece para canalizar la oferta electoral y ejercer el derecho de sufragio''.

Y eso nos abre la puerta al otro tema que conforma el emporio de la ridiculez: las boletas. Entrar en el cuarto oscuro en Argentina es adentrarse en una jungla distópica. No en todos los distritos es igual, pero en todos es ridículamente idéntico. Hay lugares que tienen ley de lemas, que es inconstitucional pero qué se le va a hacer, hay lugares con tanta cantidad de cargos que las boletas tienen metros (con S) de largo, hay lugares en los que la cantidad de candidatos hace que cada cuarto oscuro tenga que tener el tamaño de una cancha de voley.

La organización es imposible, está hecha para que falle y por ende falla. Empezando por el hecho de que no cualquier imprenta puede confeccionar esos mamotretos. Es necesario mencionar que, sugestivamente, las imprentas especializadas suelen tener relación con los dueños de los sellos. Como las boletas se roban, el Estado descuenta la comisión de ese delito y su pertinaz incapacidad para solucionarlo, razón por la cual le paga a los partidos la impresión de varios padrones, vale decir, por cada uno de nosotros se imprimen cientos de boletas. Un dineral y una mugre cuya limpieza también pagamos nosotros además de por su distribución y fiscalización.­

Y es que el siguiente paso en el camino del ridículo es fiscalizar que esos largos trozos de papel lleguen a los cientos de miles de cuartos oscuros y hagan el retorcido derrotero hasta llegar a su destino final que es expresar la voluntad popular. Cada boleta representa a un partido y los fiscales deben asegurarse que las boletas de su partido estén, que sean las de la elección correspondiente y no unas parecidas o hechas a propósito similares pero inválidas, además deben mirar que no estén rotas o escritas o algo que las anule. Los partidos grandes tienen de repuesto, los pequeños no...

Los partidos políticos tienen que gerenciar este despropósito, para las formaciones mayoritarias es pan comido dada la estructura que tienen y que no vamos a explicar acá porque se nos va la vida. Pero para los pequeños, para los candidatos que se largan en solitario es una tarea propia de Sísifos. Necesitan encontrar fiscales, confiar en ellos para que no sean amigos de otras formaciones, capacitarlos y eventualmente pagarles aunque sea el viaje.

Necesitan cuidar las boletas como oro porque claramente no tienen el dinero de las formaciones grandes para imprimir como descosidos. La logística de la fiscalización es ridícula y extremadamente innecesaria. Responde a que el sistema electoral desea sostener el mecanismo de las boletas y resulta urgente que los votantes se pregunten a quienes están beneficiando los políticos con este statu quo. De seguro que a los votantes no.­

SUPERGASTO­

­En estas elecciones que comienzan este domingo vamos a gastar $17.171.091.891, según se desprende de la partida Ejecución de Actos Electorales del Ministerio del Interior, cifra destinada mayormente a gastos en personal, producto del sistema ridículamente kafkiano. En un ataque de selectiva austeridad, este mismo año, Sergio Massa, declaró: "Entre gastar en boletas o vacunas, en este contexto prefiero gastar en vacunas''. Y agregó: "Sé que a algunos no les gusta hablar de costo o gasto en materia democrática pero si simplificamos el proceso electoral vamos a liberar recursos, vamos a liberar más de 20 millones de vacunas''. Esto demuestra que si se quiere se puede salir de este atolladero. Entonces, ¿por qué seguimos jugando con fuego?­

¿Podríamos tener un sistema más transparente, barato, limpio, rápido e inteligente? Sí, más vale. En principio se debería terminar con la lista sábana y elegir uninominalmente a los candidatos. Es perverso someter a alguien que honestamente quiera participar en política a hacerse con un ejército de candidatos que lo acompañen. También se debería detonar el cúmulo de requisitos para formar un partido y terminar así con la milonga extorsiva de los sellos. Y en el tema específicamente partidario, la forma en que internamente se eligen candidatos no debería ser un problema del Estado, que tampoco debería financiarlos. Los partidos políticos no deberían costarnos un peso. Respecto de la fiscalización y del tema boletas, la boleta única de papel resolvería la inmensa mayoría de los problemas. Simplificaría la fiscalización y significaría imprimir solamente las cantidades necesarias y no boletas de más por las dudas (guiño guiño). No tendrían que andar los partidos y los empleados públicos repartiendo esos kilómetros de papel y nos ahorraríamos también los sobres para meter el voto y la polémica suscitada alrededor del fluido utilizado para pegar la solapita. ­

Los pasos para terminar con nuestro ridículo sistema electoral son tan simples, baratos y conllevan tantos beneficios que no hay manera de explicar por qué no se hacen. ¡Bah!, sí hay manera. Cambiar el sistema significaría cambiar unas reglas del juego que inventaron los que se benefician de él y lo tienen como medio de vida, son los que una vez adentro cerraron la puerta, tiraron la llave y pusieron alambres de púa. Quienes no cambian el sistema son los miembros de una casta que se siente extremadamente cómoda porque regula el ingreso al poder político. Son los administradores de este ridículo sistema, ese que no piensan largar, aunque sea maquiavélicamente ridículo.­